Si la magia fuera mujer se casaría con ella

sanjines_Fernando DiazFernando Díaz es hasta ahora el único mago latinoamericano con un record Guinness. Hijo único de padres artistas divorciados. Estudiante de Psicología que encontró en la magia su verdadera pasión. Su actual rutina de competencia se basa en crear poesía con las manos. Come y respira ilusiones 

Diana Sanjinés

Sus rulos desordenados y su mirada analítica lideran su apariencia. De vez en cuando pareciera que sus pensamientos se alejan de la realidad.  La elocuencia le permite opacar su timidez. Su tiempo transcurre envuelto en cartas y artefactos inusuales. Desde los 12 años se alejó de lo cotidiano para incursionar en el mundo donde lo imposible se vuelve posible: «Yo le debo a la magia mi vida, si no fuera por ella no sería la persona que soy hoy».

Su infancia la describe como un período que se divide en dos etapas. La primera, llena de color. La segunda, llena de dolor. Su padre músico y su madre diseñadora lo criaron en un espacio definido por el amor al arte, pero se divorciaron cuando él cumplió doce años. A los 14, su abuela fue diagnosticada con Alzheimer y muchos de sus parientes fallecieron. Sentía soledad y depresión. Fue en ese momento cuando su abrupta adolescencia encontró refugio en un hobbie. Para él fue como un golpe de suerte.

Llegar a definirse como mago no fue fácil. La primera vez que intentó formar parte de la Sociedad Venezolana de Ilusionismo no fue aceptado, pero por ser insistente y terco nunca abandonó su sueño. Comenzó con un curso básico de carta magia en la academia Henry Jr. y poco a poco fue descubriendo cada una de sus habilidades.

Hoy sus premios son su mayor orgullo y los exhibe en el comedor de su casa. Muestra el libro de Record Guinness 2014 con una sonrisa que podría iluminar cualquier rincón oscuro. En él está escrito su nombre por las 17 ilusiones que realizó en un minuto con los ojos vendados. Reconoce que es su mejor publicidad. Su carta de presentación en el exterior. Pero no quiere ser recordado solo por eso, desea recorrer el mundo por las emociones y sensaciones que originan sus trucos.

Mientras convierte una pelota en una carta, y viceversa, revela que le ha costado dominar apariciones sencillas como esas. Quizás para él es irónico responder a una entrevista sin demostrar su potencial. Cuenta que su actual rutina de competencia se basa en crear poesía con las manos, en sumarle importancia a la puesta en escena. Por eso, para Fernando la magia no puede ser una receta. Es la capacidad de soñar y requiere creatividad para innovar constantemente. Sus manos no han dejado de bailar en ilusiones combinadas entre cartas y pelotas blancas.

 

MÁS ALLÁ DEL ABRACADABRA

Solo para complacer el deseo sin argumentación de sus padres, al graduarse del Colegio Champagnat, comenzó a estudiar Psicología en la Universidad Metropolitana. Una carrera “abstracta” que escogió porque pensó que se sentiría a gusto con ella. Hoy preferiría haber elegido Sociología. Lo único que le falta para obtener el título es presentar la tesis, pero sabe que al tenerlo en sus manos lo enmarcará, lo colgará en una pared y quedará como un simple recuerdo. Para él es un pedazo de papel que no supera todo lo que ha aprendido como ilusionista.

Recuerda feliz y sin arrepentimientos que reprobó dos materias cuando comenzó a participar en Dr. Yaso, una organización que le ha brindado amigos y sonrisas, que lo ha hecho crecer como persona. Considera que sería hipócrita decir que ha sufrido después de todo lo que ha visto como colaborador de los payasos de hospital. Su sencillez y calidad humana se desbordan en sus palabras.

Una arepa llanera podría ser la amante en su relación con la magia. Sus perros son su segunda razón de vida. Admira el sentido de pertenencia que genera la salsa, el merengue, el tango y toda la música latina. Sin pensarlo mucho, identifica a Pulp fiction, La naranja mecánica y El resplandor como sus películas predilectas. Posiblemente, el padrino de su boda será un Stanley Kubrick. Le incomoda cuando las personas emplean mal el lenguaje, pero no cuando escriben con errores ortográficos porque admite que él también los tiene. Sin vergüenza, acepta que su peor defecto es ser prepotente y narciso.

Su tono de voz refleja confianza. Nada lo derrumba hasta que se topa con la pregunta “si tuvieras que cambiar algo de tu vida, ¿qué sería?”.

Pasa varios segundos meditando. Titubea y duda de su respuesta hasta que logra identificar por lo menos dos reflexiones: “Me hubiera gustado saber escuchar. Me hubiera gustado no tener tantas diferencias artísticas con mi madre. Saber llegar a un punto medio”.

A simple vista se detecta que es una persona nerviosa, pero segura de sí misma. Como todo buen mago a lo primero que le teme es a equivocarse. Por eso, trata de mantener al triunfo en su mente. Es arriesgado y se nota que aprovecha cada oportunidad que se le presenta. Jamás revelaría sus trucos, pero algunas veces se los han descubierto. Su closet está repleto de ropa negra, no porque le guste llevar el luto puesto, sino porque es perfecta para crear sus ilusiones.

 

UN AS SOBRE SU MIRADA

A pesar de que tiene otros intereses, como leer noticias, ir al cine o bailar, para él la magia es su centro, su piedra angular, y aunque ha perdido amigos y relaciones amorosas confiesa que siempre la pondrá por delante. Se ha enamorado tanto de su trabajo que lo primero que imagina en diez años es estar compitiendo en el mundial de magia de la Fism (Federación Internacional de Sociedades Mágicas) o ganando la varita de oro en Montecarlo. Tener una familia lo deja en segundo plano.

Su tono se vuelve efusivo y sus ojos le brillan como perlas cuando habla sobre su futuro profesional. Tiene la meta de superar su Record Guinness cada dos años. Forma parte de la segunda temporada del reality Abrakdabra, un taller para magos que se está llevando a cabo en Puerto Rico. Planea participar en America’s got talent el próximo año.

La reina de las artes —como él indica que la definen— le ha restado y le ha sumado emoción a su vida. La conoció cuando estaba en bachillerato. Jugaba tenis de mesa, un deporte que le terminó pareciendo monótono. Desistió y se dignó a ser parte de algo nuevo. Algo que de verdad lo complaciera. Quería que fuese colorido y vibrante. En medio de esa búsqueda, la encontró.

No ha logrado separarse de ella ni por un minuto. Lo define, lo acompaña, lo guía. Es una faceta de su vida que parece ser eterna. Junto a ella se ha alejado de las experiencias comunes de cualquier joven, pero ha sido reconocido y ha ganado premios como la competencia de magia del Caribe 2013, el Grand Prix y el Merlin Award. Ha visitado países del norte y del sur. Lo ha convertido en una persona sensible que ha desarrollado inteligencia emocional. Con ella sabe que la gente puede perder todo lo que conoce y por un instante soñar.

Sabe que su relación es absorbente. Que ha perdido mucho, pero que ha ganado más. Aunque muchos duden de ella y la califiquen como algo inexistente, él sabe que se puede moldear a lo que uno desea, que es una montaña rusa de emociones y que, de manera original, produce lo imposible. En definitiva, si la magia fuera mujer, seguramente, se casaría con ella.

No puede despedirse sin mostrar parte de su poesía con las manos y sin hablar sobre su nueva rutina llamada Contraste, donde una taza y unos bombillos definen el concepto de la pausa. No puede irse sin dar un consejo: “Siempre intenta dar ese paso adicional. Si tu misión es resaltar tienes que pensar qué te hace diferente de tu gremio. A mí, por ejemplo, lo que me hace distinto es que nadie va a tener la misma emoción y fuerza para hacer magia”.