De la pesca y la recolección

Una célula semejante a la expuesta en el museo Bárbaro Rivas; de allí han salido collares.

Una célula semejante a la expuesta en el museo Bárbaro Rivas, de una serie a la que ha llamado Biored (2014). De este entramado visual se han derivado collares.

Monna Gutiérrez forma parte de la primera generación que egresó de Prodiseño, es profesora de dibujo, teje con manos de oro (hay una preciosa agenda para el Celarg encuadernada con varillas de bambú), fabrica lámparas y papeleras pero lo que ella ama, por encima de todo, es recolectar peroles de variada índole acá y allá; con eso arma objetos que puede que se parezcan, o no, a la vida real

 

Sebastián de la Nuez

Monna trabaja en su casa-taller en San Antonio de los Altos pero está en trámites de mudarse a Caracas con su pareja, un percusionista especializado en el instrumento tabla y quizás el mayor conocedor de música de la India que resida en Venezuela.

Ella es una mujer con sensibilidad y dulzura que ha construido una célula gigantesca con puro desecho plástico. En realidad ha construido muchas, pero esta en particular la exhibe en la muestra colectiva Creadores-recuperadores / Tres generaciones en el museo de arte popular Bárbaro Rivas (ver reseña aquí). Cuando entras a la salita donde los curadores, J.F. Cantón y Elisa Zambrano, dispusieron esta obra denominada precisamente “Célula 001”, es como si estuvieras accediendo al plató de Fantastic voyage, aquella delirante epopeya de ciencia ficción narrada por Richard Fleischer (1966).

01 (1)

Esta es ella y sus lentes de pasta: una mujer que imagina formas y las lleva a cabo, puntada a puntada. Nació en Maturín. Su familia es oriental. Se vino a Caracas con la ilusión de estudiar Arquitectura. Desde los quince años sabía que le interesaba trabajar con lo tridimensional. Al parecer, no la sedujo tanto la arquitectura como cabría esperar. Mutis por el foro.

Se inscribió en Prodiseño; de allí egresó dentro de la primera generación de diseñadores gráficos de esta escuela convertida con el tiempo en emblemática referencia nacional. Por supuesto ha hecho agendas, libros, revistas… Para ella fue determinante su cercanía con el diseñador Oscar Vásquez (1949-2002), quien ganó varios premios por la calidad de sus producciones editoriales y fue, para Monna, un maestro.

 

ESTA OBRA

Esta obra en el Bárbaro Rivas es eso, un átomo gigante que es un poema en plástico residual. Puntada a puntada hilvanó pedazos de botellas, tapas, concibiendo este objeto que se resuelve en el espacio y lo dinamiza: se impone volumétricamente, crea versos de luz y sombra según desde donde lo mires.

¿Qué otra persona, además de Vásquez y seguramente gente como Santiago Pol o algún otro domesticador del cartel y/o del volumen, ha sido determinante en el acercamiento de Monna a esta pasión por rebuscar en gavetas y desvanes, bolsas arrimadas en patios traseros, cajones, clósets desvencijados, para extraer de allí elementos constructivos? Pues Carmen, la abuela de Cumaná. A la buena señora no le gustaba botar nada.

Pero a fin de cuentas es la imaginación, las preocupaciones terrestres de Monna, y también aquellas relacionadas con la línea y la forma, lo que habla. Por cierto: no le es ajeno el trabajo sobre lo utilitario como papeleras, lámparas, carteras, etc. Es todo un proyecto: “Creación de objetos utilitarios a partir de materiales de desecho”. Incluso la empresa Coca Cola le ha contratado trabajos.

Es una recolectora que vive de su particular caza, de su particular pesca. Lo otro es la fascinación por lo microscópico. Y un ánimo por lo ecológicamente pedagógico. Ha participado en campañas educativas y programas de televisión con énfasis en el mensaje ambientalista. Pero ojo, no es una militante con la retórica del “buenismo” que quiere evangelizar a quien trabe conversación con ella. No. Desde el principio lo tuvo claro: no quería salvar al mundo. Quería dibujar.

En 2004, Monna Gutiérrez fue premiada en el salón Jóvenes con FIA.

En 2004, Monna Gutiérrez fue premiada en el salón Jóvenes con FIA.