Claudia Leal, aislada y a la vez acompañada

Claudia Leal, el miércoles 3/3/2021en la calle de Atocha, Madrid.

Ha editado dos libros en Madrid. No es que se los haya editado una editorial; ella misma lo ha hecho. Uno de ellos, dedicado a un pueblo de Castilla-La Mancha, lo escribió, lo fotografió y lo diseñó. Le han publicado, en plena pandemia, el cuento La casa del árbol (La Maleta Ediciones), basado en una anécdota suya, de niña. Y está su libro de fotografías de autor con sus excompañeros de la Escuela de Roberto Mata, oportunamente titulado Aislamiento

Sebastián de la Nuez

El confinamiento fue (es) ocio, perturbación, rutina, angustia, fake-news o leer, mirar, escribir, terminar proyectos o avanzarlos. Vía Zoom, Claudia Leal, nacida en Maracaibo y desde hace diez años residente en Madrid, retomó contacto con varios de sus compañeros de la escuela de Roberto Mata, donde todos ellos se formaron y aprendieron a abrirse un camino con personalidad propia, cámara en mano.

La tecnología permitió eso, retomar el hilo medio abandonado por la distancia. La pandemia ha sido el entorno ominoso, a la vez estimulante, compartido desde seis ciudades muy distintas. Hablaban por Zoom de lo que estaba haciendo cada quien. Cada uno había estado tomando fotos por su cuenta, desde dentro de casa o atreviéndose a salir a la calle, y de manera natural surgió la idea: ¿por qué no aprovechar este aislamiento compartido para dar versiones visuales del desastre global desde lo inmediato y lo doméstico, desde nuestras cuatro paredes y/o calles aledañas?

La idea ha cristalizado en un libro, Aislamiento / Isolation, del cual se ha vendido un pequeño primer tiraje: no está mal para un grupo que no tiene respaldo editorial con músculo mercadotécnico. Ya está en marcha un segundo tiraje. El sello editorial lo puso Claudia porque lo registró en España en 2016, Rabipelao Ediciones. Ella misma distribuye desde Madrid, ya que fue en la capital del Reino donde una imprenta se ocupó del proyecto bajo su coordinación.

Como diría Beaudelaire, han logrado, Claudia y sus cinco compañeros,  mostrar, o por lo menos insinuar, lo fugitivo y lo infinito, esta vez en el marco de la pandemia. Seis miradas, seis propuestas: de soledad, abandono, enclaustramiento, intimidad de lo ritual y cotidiano o desolación bajo un paradójico sol primaveral. Algunas de estas propuestas conservan, en todo caso, esperanzas de redención para el hombre ‒tan vano, tan soberbio que no ha hecho caso a la amenaza del cambio climático‒ si todavía sabe mirar el verde a sus pies, la luz que entra por la ventana y viene a acompañarlo, el reflejo constructivo de sí mismo en el entorno urbano.

Los seis involucrados en Aislamiento ‒edición bilingüe‒  son, por orden de aparición en el libro, Claudia Leal (Madrid), Rodrigo Márquez (Londres), Alex López (Lima), Héctor Cavallaro (París), Romina Hendlin (Nueva York) y Reinaldo Odreman (Ciudad de México). Todos ellos saben que una fotografía puede ser la estela de algo que estuvo allí poco antes; un gesto, una sombra, una figura vulnerable frente al cemento que se le impone, un engaño del azar, una colorida carcajada de la cotidianidad. Todos utilizaron móviles de alta resolución. Ninguno usó cámara profesional, para no competir con los demás técnicamente.

Claudia salió en aquellos días cuando hubo unas franjas horarias que dividían por edades a los madrileños. Le impresionó, al salir, la ciudad sucia, abandonada. Piensa que  tiene influencias de William Egleston o Lee Friedlander, fotógrafos de los sesenta: su trabajo del color, su vocación urbana. Para Aislamiento hizo una serie de espacios desprovistos del factor humano. Puro espacio vacío o lleno de significantes del vacío; buscó el reflejo, el maniquí desmembrado en la vitrina, los coches arracimados unos detrás de otros en un estacionamiento, sin servir para nada; las zonas deportivas precintadas, con fantasmas de una publicidad ahora inútil, anterior a la Hecatombe.

LA CASA DEL ÁRBOL Y MÁS

Por otra parte está su libro infantil, La casa del árbol, ya a la venta, que salió de un curso que hizo en 2014 y durante el cual descubrió que podía ser ilustradora. Lo había hecho antes, ilustrar, en Caracas, algo para Santillana y algo también para Monteávila, pero fue aquí cuando se vio ilustrando cuentos infantiles. El profesor que tuvo en ese curso madrileño se entusiasmó con su trabajo y le recomendó que hiciera otro, el del Álbum Ilustrado, que es el típico libro infantil, de gran formato, totalmente ilustrado. Era un máster. Allí conoció a mucha gente ‒una escuela que después cerró, comenta, lamentablemente‒ y siguió educándose en ese oficio. Luego, el profesor, quien ahora había sido encargado, dentro de una editorial, de desarrollar una línea de cuentos infantiles,  la llamó para preguntarle si había vendido aquel que había hecho para su curso, a manera de tesis. Pues no: lo tenía engavetado y de la gaveta lo sacó. «Pásame la maqueta que lo pueden publicar», le dijo.

Tuvo que trabajar en ello durante toda la pandemia (la editorial exigía otro formato, de modo que ella debía adaptar sus ilustraciones a estas medidas), mientras trabajaba también en Aislamiento. Tiene otro libro, editado ya hace algún tiempo, que le abre un campo insospechado: Navahermosa, la crónica de un pueblo de Castilla-La Mancha, cercano a Toledo, donde capturó en fotos y textos fragmentos de la vida de esa pequeña comunidad.

Es una obra a la que se atrevió por sus propias inquietudes: fotos y textos no se explican entre sí, no hay necesidad de eso; lo que buscaba está logrado y es el conjunto de ambas disciplinas ‒la disciplina del ojo, la disciplina del oído‒ lo que a final de cuentas va a transmitir y explicar de qué trata Navahermosa, la aldea. Se despliegan los rituales, los rostros, las costumbres, la sorpresa ante la extraña que llega, el color de la tierra, las alegrías simples del domingo y de la romería, lo risueño en los niños, la mansedumbre en la vejez. La vida, en fin, de esta España vacía que resulta que no, que después de todo no está tan vacía como dicen. Este libro se lo financió ella solita, totalmente. Está magníficamente encuadernado y diseñado.

Puede que Claudia Leal haya estado aislada durante este año y pico de pandemia; aunque, desde luego, también puede decirse que ha estado bien acompañada de su talento, de sus ambiciones y proyectos.