“Soy el zar de la música en este pasillo”

Desde su puesto de discos quemados en el pasillo de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela, Xavier Kraussen ofrece más de 30  mil títulos, de los cuales asegura que 80% no se consiguen en el país

 

Alejandra Valdivieso

Después de veinticuatro años −la mitad de su vida− viviendo en Venezuela, su acento español está tan presente como la picardía en su mirada. La pasión por los discos de acetato, los clásicos del cine y el rock and roll del viejo confirman la nostalgia por otra época. “Para mí el  rock murió en 1974 cuando estoy de buenas y en 1970 cuando estoy de malas. En 1970 murieron tres grandes como fueron Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison. Después del 74 lo que se hizo fue casi todo, según mi concepto, basura”, sentencia el autoproclamado “talibán, ortodoxo y fundamentalista de la música”.  A pesar de haber viajado por Europa y gran parte de América Latina en busca de buenos discos, Xavier Kraussen parece no conforme. “Me hubiera gustado ser más aventurero”, se lamenta al catalán que, de forma paradójica, se reclama que “con todo el dinero que gasté dando vueltas por Suramérica hubiera podido comprarme un apartamento”.

−¿Cómo es un día normal en su vida?

−Me levanto a las 7:00 y canto ópera mientras me ducho. Mi vecina tiene tres guacamayas y les ha enseñado que digan “está loco, completamente loco”. Luego hago mantras hindúes y canto al ritmo de razas étnicas minoritarias, nombre que no me gusta, de África, Asia o Amazonas. Rezo y vengo a trabajar. Aquí estoy desde las 8:00 hasta las 6:00 y los sábados hasta las 2:00. En mi tiempo libre juego dominó, dibujo o veo películas.

−¿Qué extraña de Barcelona?

−Las cuatro estaciones de Europa, caminar libremente a las dos de la mañana sin mirar atrás ni tener que estar pendiente de toda sombra. Extraño La Dolce Vita, el hecho de que allá tienes 20 mil lugares adonde ir: museos, recitales, teatros al aire libre. Extraño la propuesta estética de Barcelona y a Europa en general.

−¿Volvería a Barcelona?   

−Volvería casi todos los días. Me detiene una cosa: mi hijo de 12 años, que es la persona más importante en mi vida.

 −¿Vive con él?

−No, vivo solo aunque a él lo veo todos los fines de semana. Hace diez años me divorcié y dos meses atrás terminé una relación con una mujer con la que vivía en concubinato. Estoy, como dicen, maravillosamente libre y tristemente solo. Me gustaría tener una familia y ser padre nuevamente. Los hombres no tenemos ese problema de las mujeres: Charles Chaplin tuvo un hijo a los setenta y pico.

−¿Se arrepiente de algo?

−Si pudiera echar el tiempo para atrás, ¡cuántas cosas hubiera hecho diferente! Pero, ¿quién me quita lo bailado? Tuve mil vivencias y cuando me muera eso es lo que me llevaré a la tumba. Me hubiera gustado ser más aventurero.

−Viajar o invertir, disfrutar o sembrar. Hay que elegir.

−Viviendo se siembra, lo que pasa es que no tienes un nido propio. Hay que tener un equilibrio. Respeto más a una persona que no sepa leer ni escribir pero que conozca 55 países a una persona que nunca haya salido de su ciudad y tenga cinco carreras.

−¿Y siente que ha tenido ese equilibrio?

−En ese ejemplo sí, estudié mucho de niño y de joven y empecé a girar cuando era viejo, lo hice a la inversa que la mayoría. Me hubiera gustado dar más vueltas, pero la vida se te va enredando.

−¿Por qué decidió ser vendedor?

 −Soy un buen vendedor, vendería hielo a los esquimales. Vender es un arte con el que se nace, aunque por supuesto después se perfeccionan las técnicas. Vendas carros, correas o lo que sea, en primer lugar lo que vendes eres tú mismo, es un asunto de vanidad. Además, al hablar la conversación debe ir por los lugares donde a ti te interesa, que seas tú quien hable. No dejes pensar al comprador y véndele lo que tú quieras, no lo que él quiera.

−¿Eso de venderse a uno mismo lo obliga a ocultarse a veces?

−Es parte de mi capacidad histriónica: puedo estar pasando por un mal momento pero sonrío tranquilamente. Admito que no soy una persona muy abierta, voy mostrándome a cuentagotas, es algo que me echan en cara muchas ex novias. Soy una persona difícil para enamorarse… tengo un corazón de acero inoxidable. Siempre he sido así, hasta cierto punto es un mecanismo de autodefensa.

 

Octubre 2006