«Desde pequeño, mi lucha ha sido convertirme en mujer»

Ernesto Telo −anfitrión transexual caraqueño− labora como empleado de una discoteca de ambiente en La Castellana. Habla de su trabajo, de su familia y de su pareja

 

Joanny Oviedo

Ernesto Telo —33 años— aprieta los labios para disimular una sonrisa que delata la preparación de una broma: “En mi casa somos seis hermanos; tres varones, dos hembras… y yo”. Aunque este hijo de inmigrantes portugueses asume que su realidad es haber nacido hombre, hace diecisiete años decidió arreglarse como la fémina que desea ser. Mide un metro con 82 centímetros, pero bajo las luces de colores, su esbeltez, su nariz perfilada, ojos verdes, cejas delineadas y el rostro libre de barba le permiten confundirse entre las mujeres que, desde 2004, recibe en el bar gay Cool Café & Pub en La Castellana.

—¿Cómo describe su infancia?

—Yo era un niño normal. Me gustaban los juegos masculinos, pero me identificaba mucho más con las muñecas. Cuando mi mamá, Deolinda, me veía en eso, me reclamaba, pero nunca hizo énfasis en corregirlo, porque en el fondo estaba clara de que algo estaba pasando. Ahora, más que aceptación, hay tolerancia, y por eso sigo viviendo con ella.

—¿Qué representa el colegio La Salle para usted?

—¡Uy, eso sí era horrible! Tenía pocos amigos varones y cualquier cantidad de hembras. Yo era muy delicado y trataba de mantener el cabello más largo de lo que permitían, por eso cada vez que me lo mandaban a cortar, yo sufría, era como decir “mira, es tu realidad”, y yo “no, mi pelito largo me hace ver la cara más fina y me siento más mujer”.

—¿En qué momento decidió cambiar su apariencia física?

—Desde pequeño, mi lucha ha sido convertirme en mujer, pero fue a los dieciséis, a punto de salir de bachillerato, cuando me dejé crecer el cabello, la uñas, me empecé a vestir con prendas femeninas y me operé la nariz, nada más. Después quise estudiar Publicidad en el Instituto Universitario Nuevas Profesiones en El Bosque, porque vivo enfrente, pero me dijeron que no quedaban cupos. Era una cuestión de homofobia.

—¿Por qué afirma eso?

—Porque al día siguiente le pedí a una vecina que bajara a averiguar, y a ella le dijeron que sí se podía inscribir. De todos modos, nunca es tarde.

—¿Qué le atrae de Cool Café & Pub?

—En mi trabajo puedo ser yo, vestirme como me gusta y tener la libertad de ser Ernesto queriendo ser Patricia. Me encanta atender al público, y sentir que me quieren no tiene precio. Aquí conocí a Leonel Martelo, el cocinero del bar, quien ha sido mi pareja durante dos años. Su primera relación homosexual ha sido conmigo. He tenido la suerte de encontrar a un bisexual que estaba virgen en el tema [risas].

—¿Cuáles son sus aspiraciones?

— Deseo graduarme. Hasta ahora he descuidado el aspecto profesional por miedo a ser rechazado. También quisiera reunir fondos para rescatar a muchos de los transexuales que están en la calle. Yo le agradezco a Dios el apoyo que me han dado mis padres.

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Octubre 2006