La entrevista romanceada, con autonomía de vuelo

LIBRO CANTAVELLA (Small)La entrevista romanceada –etiqueta original de Miguel Ángel Bastenier− abre el abanico de las libertades en la interpretación del personaje, así como en la escritura, lo que pone al periodista ante un mar de responsabilidades y un pocillo de café para mantenerse despierto hasta dar con el trasunto

Montse Quesada defiende en La entrevista: obra creativa (editorial Mitre, Barcelona, 1984) el concepto de entrevista de creación o literaria en contraposición a la que sólo contiene declaraciones, pues le adjudica un sentido diferenciador: intenta ofrecer al público un producto estético acabado, «la recreación literaria del personaje, única e intransferible» (pág. 13). No es efímera y no simula objetividad.

¿Qué es, esencialmente, una entrevista romanceada? Aquella que no necesita mostrar el diálogo directo pues es una narración de la entrevista, no su transcripción. Hemos hablado en clase de su titulación, que no será resuelta con una cita textual del entrevistado. Ese título será producto de nuestra propia valoración del personaje. De allí el interés de una pregunta que hizo una alumna: cómo amarrar su actualidad, lo que de revelador o novedoso pueda haber en sus palabras, a esta idea del trasunto (en tanto imagen que nos hacemos de alguien, o representación que hacemos de ese alguien). La respuesta es, después de todo, sencilla: si es tan importante lo que revela, el trasunto deberá ligarse de forma natural a la noticia. Por ejemplo, Pepita Pérez, fiel a sí misma, abandona la telenovela de Venevisión. La noticia es que Pepita desertó de su telenovela, pero la lectura según la cual lo hace porque es fiel a sí misma podría ser de nuestra propia cosecha, eso sí, con el debido sustento. Nada puede ser, en esto, gratuito o arbitrario.

Dice Juan Cantavella, hablando en su Manual de la entrevista periodística de la semblanza, que resultan más atractivos los títulos «lapidarios, que intentan sintetizar en pocas palabras la personalidad del entrevistado, como si se quisiera aprehenderlo de forma quintaesenciada». Aquí se aplica de forma diáfana tal precepto.

Como el sustantivo trasunto no tiene verbo, podemos echar mano del verbo quintaesenciar.