«Los artistas aman distinto»

Lenin MoraA sus 33 años, Lenin Mora termina la frase “yo soy” de muchas maneras. Es esposo, padre, abogado, miembro de la Orquesta Simón Bolívar y coordinador del programa Red de Orquestas Sinfónicas Penitenciarias

Sharelly M. De Santis L./ Cursante actual de Enprevista Periodística

Este Lenin no es de Rusia ni es comunista pero sí es, sin duda, un líder. Un líder gocho, muy gocho: vive en Caracas desde que tiene 16 años pero aún habla como si nunca hubiese dejado el Páramo.

Habla bajito pero sin titubeos, con una seguridad precoz para un hombre de 33 años. Una seguridad que viene tal vez de presentarse en las más grandes salas del mundo o de llevar cinco años trabajando en cárceles, ambiente donde la confianza es obligada. Las dos mujeres sentadas en la mesa de al lado no lo escuchan pero si pudiesen hacerlo seguramente se callarían, se mirarían con complicidad y sonreirían con deseo. Nada de ostras o chocolate, la seguridad es el principal afrodisíaco para las mujeres.

—¿Cómo es un día normal en la vida de Lenin Mora?

—Ya a las cinco y media de la mañana estoy levantado. A las siete, llamo por teléfono a mi oficina y doy instrucciones para los primeros pasos que se deben tomar en el día porque desde las ocho hasta las once estoy ensayando con la orquesta y no puedo atender llamadas o responder correos. A las once me voy a mi oficina, reviso qué debe hacerse, reviso el estado de los casos que llevo, luego voy a tribunales, después vuelvo a la oficina y me encargo de toda la logística de la Red de Orquestas Penitenciarias.

—La gente muy ocupada termina, general y eventualmente, viéndose obligada a establecer prioridades y renunciar a algo. ¿Lo ha pensado?

—Claro. Mira, yo litigo, yo ejerzo, soy músico en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y soy el coordinador del programa Red de Orquestas Sinfónicas Penitenciarias; y todas esas cosas me llenan de maneras diferentes pero sé que por cuestiones de tiempo eventualmente tendré que establecer prioridades.

—¿Y qué es lo primero que estaría dispuesto a sacrificar?

—La orquesta. Mi nivel de entrega con la música es cada vez menor. No, no con la música, con la orquesta. Es necesario dedicarse realmente, estudiar, practicar y cada vez se me dificulta más y no es sano. El problema es que en la música es muy difícil mentir profesionalmente, cuando tienes el instrumento en las manos todo se vuelve evidente, sobre todo tu nivel de entrega.

Y es que cuando Lenin Mora habla de una entrega a la música sabe de lo que está hablando. Desde muy pequeño fue testigo de la dedicación musical férrea de su abuelo Francisco Aragón,  oboísta de innumerables orquestas, y del desarrollo musical de su madre y sus once tíos. Su abuelo Francisco se encargó de que la música tocara a cada miembro de su familia, pero no sólo como un mero pasatiempo sino como un método de disciplina y, más aún, como un estilo de vida.

—¿Lo regañaban mucho de chiquito?

—¡Uy sí! De pequeño era muy rebelde, no me gustaba hacer caso. Me raspaban cinco, seis materias. Yo era muy travieso, mucho.

—Pero esas características no parecen propias de un joven que luego se dedica a ser parte de una orquesta, ¿o sí?

—No, para nada. Mi primer contacto con la música a nivel profesional me cambió. Cuando tenía 16 años me vine a Caracas para ser parte de la orquesta Gran Mariscal de Ayacucho y eso me “reformó” por así decirlo. Primero, estudiar un instrumento me exigía una disciplina y una concentración que me obligaban a cambiar esa rebeldía. Segundo, venirme a Caracas a vivir solo me dio muchas herramientas, me obligó a madurar y a pisar tierra, como dicen.

 ***

Terminó bachillerato en un parasistemas mientras estaba en la orquesta, lo cual ayudó a que se incrementara la que él llama una “muy baja autoestima a nivel intelectual”. No puede evitar ruborizarse cuando confiesa que era de esos que escribía amor con “h”. A los 24 años decidió volverse a sentar en un pupitre, pero esta vez en la Escuela de Derecho de la Universidad Santa María.

—¿Cómo le fue en su carrera?

—Excelente, me gradué entre los mejores de mi promoción.

—¿No me había dicho que jamás se adaptó al sistema educativo y que sacó el bachillerato a duras penas?

—Sí, totalmente, pero eso cambió cuando entré a estudiar Derecho. Apenas ingresé a la universidad tenía miedo, recordaba lo mal que me fue en bachillerato y, como te dije, tenía la autoestima intelectual muy baja, pero empecé a usar el lenguaje musical para estudiar las materias.

—¿Lenguaje musical en materias de Derecho?

—Sí (risas). Estudiando para uno de los primeros parciales que presenté en la carrera, me di cuenta que podía escribir los conceptos de la misma manera que escribía las partituras. Mis cuadernos de Derecho son prácticamente libretas pentagramadas.

Agarra un pequeño cuaderno de la mesa y saca un bolígrafo del bolsillo. Empieza a escribir concentrado, como si mañana tuviese un parcial. Si alguien leyera lo que garabateó pensaría que está componiendo una sinfonía pero no, es un concepto de criminología.

Suena su teléfono y verifica en la pantalla quién es y sonríe. Hay sonrisas que sólo las esposas pueden provocar, esa es una de ellas. “Sí, mi amor. Está bien. Nos vemos ahorita”, dice con pena.   

—¿Los abogados aman igual que los músicos?

—(Risas) Yo creo que los artistas aman distinto. Uno como artista quiere sentir todo el tiempo pasión pero libertad al mismo tiempo. A uno no le gusta que lo asfixien.

—¿Entonces los músicos deben juntarse con músicos?

—Yo creo que sí.

—¿Y su esposa es músico?

—No. La vida es difícil y uno se la hace más difícil a veces.

—Si pudiese inventar a una mujer perfecta, ¿cómo sería?

—¿Una mujer perfecta? Yo creo que cuando uno idealiza uno fracasa porque los ideales son totalmente dinámicos al igual que las personas.

Pero hace seis años sí se dio permiso de idealizar, sólo que no fue a una mujer. En 2004, con el apoyo económico y logístico del maestro José Antonio Abreu, fundador de las orquestas sinfónicas Simón Bolívar, y del Ministerio de Interior y Justicia, el ideal se hizo posible: se fundó el programa Red de Orquestas Sinfónicas Penitenciarias.

—Casi todos los programas penitenciarios en el país han fracasado, ¿por qué éste ha tenido éxito?

—Yo me hice la misma pregunta pero antes de comenzar el proyecto. Recorrí casi todas las cárceles de Venezuela, conocí a muchos internos y fueron ellos los que me explicaron qué pasaba. Los internos consideraban que los proyectos eran impuestos y obligatorios. Nosotros quisimos crear un programa que les permitiera regenerarse de manera voluntaria y les diera una oportunidad diferente de superación. Le hacemos un estudio psicológico a cada interno y, de acuerdo a su personalidad, escogemos el instrumento que tocará.

—¿Qué personalidad tienen los internos a los que le asignan tocar el corno francés?

—(risas) El corno francés es un instrumento que no pasa nunca desapercibido. Una persona que toca el corno francés tiene una personalidad de líder innato, quiere resaltar, quiere que lo noten y quiere ser seguido. 

—El pintor francés Francis Picabia dijo que los líderes son personas que tienen la capacidad de correr más rápido que los demás y que es por eso que son seguidos. ¿Comparte esa idea?

—Los líderes no corren más rápido que los demás, caminan pero lo hacen con conciencia. Y creo que es ese caminar con conciencia hace que parezca que tienen el paso más acelerado.

Seguramente si Lenin, el de Rusia, hubiese tocado un instrumento también sería el corno francés.

 

Noviembre 2009