Para el chavismo, Juan Andrés Ravell es uno más de los “hijitos de papá” de la oligarquía caraqueña. Para la oposición, Juancito es el chamo de Alberto Federico. Para sus amigos, Juancho es ahora un divo que da entrevistas y firma libros. Y para muchos, el Chigüire es, con su bipolaridad y todo, lo más cercano a la realidad que hay en los medios venezolanos
Sharelly M. De Santis L. / Cursante actual de Entrevista Periodística
Los Palos Grandes suena a sábado, a cornetas retumbando, a salsa vieja y a conversaciones entre mujeres y hombres que buscan escucharse. Y ahí, en la tasca La Excelente, Los Palos Grandes también huele a sábado, a cerveza calentándose en la boca y a parrilla humeante.
Y entre tanto escuchar y oler, Juan Andrés sonríe y posa para las fotos al lado de un desconocido disfrazado de El Chigüire Bipolar. Su editora, Beatriz Rosado, le da palmaditas en la espalda que esconden un campeón en cada una. Sostiene un bolígrafo pero no es para escribir la próxima “noticia” que publicará en el blog, ni para empezar a redactar la secuela del libro que presenta esa noche, sino para firmar cuanto ejemplar se atraviese en el camino –una vez comprado por alguno de sus admiradores− del Chigüire en papel y cartulina. Ya los fanáticos no tendrán que entrar a la web para leer sus ocurrencias, las de Juan y sus amigos.
Un buen partido
Los controles de la alarma del carro y de su casa saliéndose del bolsillo del pantalón le marcan en la frente la etiqueta de “fui adolescente en los noventa”. Pero sin esa maña retro, sus zapatos Converse sucios y su risita tímida de adolescente engañarían a cualquiera. A cualquiera, incluyendo a una chica entrando a sus veinte, que piense que el muchacho es un buen partido, y se le acerque y le pregunte: ¿Estás empatado?
Y seguramente a Juan le costaría responder, igual que le costó cuando en medio del alboroto de la firma del libro Los Poderes del Estado le cayó la pregunta más hecha a los buenos partidos después de las nueve de la noche en territorio caraqueño. Desvía la mirada, piensa, usa la mano como ábaco y sólo llega al dedo medio: “He tenido tres”. Esa dificultad en recordar su pasado amoroso no es algo para sorprenderse: lleva casi tres años en una relación con Martica, diminutivo que usan sus amigos cuando le preguntan por ella al acercarse a saludarlo.
¿Estás enamorado? También le cuesta responder, y aquí no hay ábaco que ayude. Se ruboriza y dice tres veces que sí: la primera bajito y no muy seguro, la segunda un poco más alto y mirando al piso, y la tercera en tono normal y con seguridad. No vaya a ser que alguna amiga de Martica esté cerca. Si hay algo que el hijo de Alberto Federico Ravell debe saber es que Caracas es un pañuelo y que las paredes hablan.
Sólo soy uno de los tres
No tiene el título de comunicador social de la Universidad Católica Andrés Bello, por nunca haber entregado la tesis, pero lo que sí tiene es la maña de los audiovisualistas de acostumbrarse a trabajar siempre en equipo. Se acerca una señora y le dice lo mismo que ha repetido cada vez que alguien se acerca para que le firmen su libro: “Yo soy sólo uno de los tres escritores. Los otros dos, Oswaldo Graziani y Elio Casale, no están aquí”.
La señora sonríe, no le importa mucho la aclaratoria, sólo quiere llevarse su Los Poderes del Estado autografiado. Y se lo lleva, pero no con la firma de Juan Andrés Ravell, sino la de El Chigüire Bipolar.
Ravell se confiesa, aunque no haya iglesia ni padre cerca, y dice bajito: “¿Sabes? Es muy fácil ser irreverente detrás de un blog o cuando representas a una rata gigante, pero no lo es cuando eres tú y ya”.
La bipolaridad de Juan
No es bajito ni alto; no es extrovertido pero tampoco todo lo contrario; a veces parece querer pasar inadvertido pero a veces usa alguna ocurrencia para sacarle una carcajada a quien esté cerca: Juan es también bipolar, pero como en el cuento del huevo y la gallina, sería difícil saber si el Chigüire se lo contagió a él, o él al Chigüire.
Esa rebeldía que le sale a veces tiene que ser un intento de quitarle lo común a su nombre, una rabia reprimida de ser un Juan más en el mundo. Pero de la misma manera que sale, se vuelve a meter, y así como confiesa no soportar a Carla Angola, así mismo posa en una foto con Emilio Graterón, le da la mano con fuerza y recibe un bien merecido “¡pero qué serio el muchacho!” del alcalde.
¿Y qué hace Juan cuando no se toma fotos al lado de alcaldes ni firma libros? Trabaja, junto a su socio Oswaldo Graziani, en una productora de contenidos para televisión y para la web. “Se llama Plop. Sí, Plop, como cuando se cae Condorito”. Sí, definitivamente fue adolescente en los noventa.
La jornada termina y muchos caraqueños, parte de esos cinco mil que visitan el blog diariamente, se irán contentos a sus casas con su libro bien firmado. Juan abrirá la parte de atrás de su Yaris, un carro tan chiquito y grande al mismo tiempo como él, y guardará el traje de El Chigüire. Luego se montará en el carro y seguro no se comerá ni una luz roja manejando a su casa.
Tal vez algún día no guardará en la maleta del carro la cabeza gigante de un roedor y se atreverá a ser un irreverente a la luz pública. Tal vez algún día Juan Andrés finalmente salga del clóset.
ajajjaj es presidente colombiano