Aficionado al hipismo, periodista, abogado, padre y amante de la historia: a José Vicente Antonetti le interesan muchas cosas. El sabor que le deja la historia, vivida en carne propia, es su mayor satisfacción
Reina A. Benitah
8:30 am. José Vicente Antonetti, o Chente, como algunos lo llaman, termina su programa Primera página y se dispone a desayunar: va al cafetín de Globovisión, canal donde trabaja, para comprar una bebida y comer un sándwich casero envuelto en papel de aluminio y envoplast. Las mesas del cafetín son redondas y tienen cuatro puestos cada una. Todas están vacías, pero sus colegas y él deciden sentarse juntos y arriman unas cuantas sillas.
Primero es periodista y después abogado, aunque en la práctica es las dos cosas a la vez. Se trata de una especie de búsqueda de justicia social que sólo logra engranando las dos carreras. El mundo del Derecho, para Antonetti, es muy sucio, y en su balanza como ser humano pesa más la moral y la imagen que refleja en el espejo, que todo el dinero habido y por haber. “El mundo jurídico hay que cambiarlo en Venezuela. Para mi es mucho más fácil hacerlo desde el periodismo, denunciando, que dentro de tribunales inundados de corrupción”.
La crisis bancaria es el tema central. Como periodista y abogado explica y discute con sus compañeros sobre la caída de los bancos Canarias, Real y Bolívar. Antonetti ve la situación difícil y la compara con la del año 94 y la quiebra del Banco Latino. La historia lo apasiona: cuenta detalle a detalle con la habilidad de ubicar a cada uno de sus oyentes en esa época. Relata su vivencia como periodista y ciudadano: “Recuerdo que era diciembre, porque me mandaron a cubrir la fiesta de fin de año del Banco Latino. Hicieron rifas de cualquier cosa que se te pueda ocurrir: viajes lujosísimos, cámaras último modelo, de todo. Al día siguiente se produce el anuncio de su intervención, evidentemente no hubo premios, pero igual yo nunca me gano nada… sólo guardias”. Todos ríen.
Antonetti sigue en la onda histórica que tanto le entusiasma y da un salto de fechas: ahora el tema es el golpe de Estado dado a Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992 (realmente le gusta esto, nadie se lo pidió, pero todos lo escuchan con atención):
Yo tengo una versión de la historia distinta, mi interpretación. Todo el mundo dice que Chávez hizo a Caldera, yo digo que Caldera hizo a Chávez.
El periodista hace referencia al discurso dado por Rafael Caldera en el Congreso, en el que llamaba a la reflexión, diciendo que cuando la gente está pasando hambre no se le puede reclamar el hecho de que no salga a la calle a enfrentar a los golpistas. Según Antonetti, este discurso catapultó a Hugo Chávez y sus quince minutos de fama. La imagen de Caldera se volvió más fuerte y los golpistas no fueron tan malamente juzgados.
La actuación de los medios de comunicación, con respecto a los quince segundos de fama de Chávez, ha sido duramente criticada. Esos quince minutos de fama se han convertido en once años de poder. Antonetti considera que la célebre frase del “por ahora” generó cierta esperanza en la población, de que vendría un próximo golpe de Estado que solucionaría la situación del país. Para la gente, las dictaduras militares eran la salida por lo bien que se vivía, mientras nadie se metiera en la política: “El culto a Pérez Jiménez estaba presente”.
Cierto aire de discordia envuelve al periodista. Para él los medios no fueron los culpables, más bien debían buscar quién era el personaje y qué razones tenía. “Además, de todas maneras, censuraban muchísimo”. Con lenguaje entre legal y periodístico Antonetti supone que si no hay situaciones prelatorias o antecedentes, un periodista no puede determinar hasta qué punto la información afectará a la ciudadanía. “Tal es el caso del mal llamado Caracazo (porque empezó en Guarenas). Los medios empiezan a transmitir una ola de protestas y eso se convierte, en lugar de un elemento de información, en un elemento de contagio”. A raíz de eso, cuando se presentan ese tipo de situaciones, la participación de los medios no es igual: “Ya se aprendió”. El periodista pone de ejemplo a la actual crisis financiera. Hay informaciones de las que habla en mesa, pero que no transmite evitando provocar consecuencias que empeoren la situación.
Del hipismo al Derecho
Es un periodista accidental. Antonetti jamás deseó estudiar una carrera universitaria. El hipismo era su pasión, pero su padre decía que no se podía enfrentar a la vida sin completar sus estudios. Cuando sale del bachillerato piensa en qué carrera inscribirse, pero nada se le ocurre, hasta que razona en que si su afición son los caballos, pues qué mejor que estudiar periodismo para hacer “periodismo hípico”.
Al fin y al cabo, después de varios años de estudio, evidentemente, le agarró el gustico a la carrera. Al mismo tiempo, aprendía por su cuenta sobre el entrenamiento de caballos en el hipódromo; pero sin poder matricularse porque la escuela como tal estaba cerrada. A los pocos meses, además, descubrió que le daban alergia las camas de los caballos. También se puso a trabajar en una revista sobre la materia, pero durante cuatro años le pagaron el mismo sueldo. Con la unión de todos estos factores su ilusión de ser periodista y cubrir la fuente hípica se iba desvaneciendo. “Aquí no se come, el periodista gana muy mal”. Es por eso que busca la manera de estudiar otra carrera: pensó en Administración o Derecho, y optó por la segunda opción. Tenía 23 años.
Entró al campo laboral como abogado del departamento legal de una compañía aseguradora. “Hay cosas en el Derecho que por estricta formalidad deben hacerse, pero desde el punto de vista moral del ser humano, el choque es muy grande”. Se refiere al caso de una señora que fue a solicitarle que no la desalojaran de su casa, porque no tenía cómo pagar la hipoteca ni tampoco cómo dar de comer a sus hijos. Comenzó a sentirse incómodo con este tipo de trabajos. “Además, el mundo de los tribunales es extremadamente corrupto, tienes que pagar para todo, no se trata simplemente de valerte de la verdad, aunque en periodismo, a veces, se paga por documentos que pueden descubrir verdades de infinito peso, otras veces no vale la pena”.
Eso de pagar para ver un expediente y también para esconderlo y que el adversario no lo vea, no encaja con la personalidad de Antonetti. “Por eso me decidí por el periodismo en el área jurídica, donde yo utilizo mi conocimientos jurídicos para manejar la fuente”. Para José Vicente Antonetti, ser abogado quedó fundamentalmente como labor social: muchos compañeros de trabajo han necesitado asesoramientos, o redacción de documentos, y él se los ha brindado gratuitamente.
Durante su carrera ha entrevistado a diferentes personajes de la historia contemporánea de Venezuela y el mundo: Hugo Chávez, Rafael Caldera, Jaime Lusinchi, Luis Herrera Campins, Alberto Fujimori, Fidel Castro y otros tantos que ahora no le vienen a la mente. Una de las anécdotas con el presidente Chávez fue el día después de las elecciones del 98 en una reunión con la Asociación de Gobernadores (en ese entonces todos de oposición). “Él da un discurso muy conciliador, inusualmente breve: duró entre veinte y treinta minutos. En ese entonces la noticia era la reacción de los gobernadores. Cuando termina el discurso nadie lo busca y queda sólo hablando con una persona. Me le acerco (él había dicho que lo llamáramos Ojo Pelao porque iba a estar así con todo lo que pasara) y le digo: ‘Mira, Ojo Pelao, éste es el mejor discurso que has dado en tu vida’. Doy media vuelta para entrevistar a los gobernadores y Chávez me pone la mano en el hombro y me dice: ‘Espero que cuando me equivoque tú también me lo digas’. Pero nunca ha aceptado una crítica”. Y Antonetti arruga los labios reflejando un gesto de resignación.
Se tiene que ir. Son las 10:45 am y no quiere hacer esperar a su único y mayor hobby. Ya no son las carreras de caballos, es su hijo de ocho años, David. Sus ojos brillan cuando habla de él. Debe llegar a casa, esperarlo y cuando llegue llevarlo a la práctica de béisbol. Está apurado, pero antes de irse enuncia cuán enriquecedor ha sido haberle hecho caso a su papá y estudiar: “El periodista es un testigo de la historia contemporánea y lo más sabroso es el detrás de cámaras. Porque muchas veces uno no cuenta todo lo que ve, tal vez por proteger la fuente, por prudencia, tú te guardas parte de la historia, pero la viviste”.
Sin más, se despide muy educada pero secamente, toma sus cosas y se va.