Revistas viejas

Leyendo revistas color sepia, guardadas en alguna alacena enmohecida, surgen verdaderas joyas. De allí se aprende que lo que se dice en una entrevista puede ser cuchillo para la propia […]

Leyendo revistas color sepia, guardadas en alguna alacena enmohecida, surgen verdaderas joyas. De allí se aprende que lo que se dice en una entrevista puede ser cuchillo para la propia garganta en el futuro. He aquí un ejemplo del acero inoxidable de las palabras

En 1984, en la revista dominical de El Diario de Caracas, Miyó Vestrini entrevistó a José Vicente Rangel, quien mantenía una columna en El Universal –entre otros periódicos− donde semana a semana se dedicaba al género de la denuncia. Nunca se molestaba en aportar pruebas sino que apelaba a un tal Cicerón que le soplaba las vergüenzas, reales o ficticias, de la administración pública. Era un tábano socrático, un héroe de la democracia y de la libertad de expresión. Vestrini le manifestó, en el transcurso del diálogo: «En la calle hay un clamor bastante generalizado: sólo una cachucha puede salvar esto. ¿Comparte usted la idea de que un gobierno militar nos ayudaría?»

A lo cual respondió Rangel: «No comparto ese criterio. Tengo la convicción de que agudizaría más los problemas. La gente trata de buscar soluciones simplistas y cree que un golpe militar es la solución. Se prefieren esas soluciones de excepción a salir a luchar. En la medida en que la gente se organice, se movilice, luche, yo creo que se pueden corregir muchas fallas».

También dijo Rangel: «Las veces que estuve en Cuba dije a sus dirigentes: es una vergüenza levantarse y leer ese adefesio que es Granma. Tú le puedes dar seguridad al hombre desde que nace hasta que muere. Pero debe poder leer el periódico, las opiniones y los libros que le dé la gana».

Como diría su contemporáneo Oscar Yanes, así son las cosas./SN