Los aportes de Pascual Venegas Filardo −poeta, economista, escritor y periodista− navegan entre las letras y los números. Es por ello que, al cumplirse cinco años de la inauguración de su biblioteca en Barquisimeto, estado Lara, se confiesa en esta entrevista imaginaria
María Iginia Silva Ávila / Cursante actual de Entrevista periodística
Las calles son coloridas, alegres como corresponde a ciudad de la música, Barquisimeto. Si se sigue subiendo y se cruza a la derecha, es probable que aquel transeúnte se tope con la biblioteca pública “Pascual Venegas Filardo”. La dirección exacta del lugar es indicada por una voz aguda pero firme:
—Te metes por la calle 5. ¿Vienes en carro o a pie? [«En carro»]. Entonces entre Carrera 1 y la avenida Corpahuaico, frente al velódromo Héctor Alvarado en Brisas del Obelisco, allí mismo está, chica.
Ante la monumental estructura, olorosa a libros viejos y nuevos, espera en la puerta principal una silueta desgastada por los años, pero totalmente erguida, de estatura moderada, vestido de traje —corbata, saco blanco, pantalones blancos, zapatos brillantes, pañuelo blanco en el bolsillo izquierdo del paltó—, lentes grandes y ovalados, sin vacilar, era el poeta de la obra La niña del Japón, era el sencillo, el amable, el irónico y humorista, individuo de números y de manchas negras de periódicos, velando por su sueño más deseado. Era don Pascual Venegas Filardo.
—Biblioteca Pública Pascual Venegas Filardo, ¿una idea concebida para personas de bajos recursos?
—Siempre he estado presente en inauguraciones de bibliotecas. Recuerdo muy bien la imagen de la presentación al público de la Biblioteca Nacional, donde se me hizo una exposición-homenaje y me quedé con esa cosa, un tanto nostálgica, de cuándo se materializaría mi propio resguardo de libros para los lectores, y fíjate, aquí está lleno de gente. Trasladé todos los muebles que tenía en Caracas hasta aquí, para que las personas se sintieran cómodas leyendo. Y por supuesto, parte de mi biblioteca personal descansa en estos estantes largos y llenos de recuerdos poéticos y literarios. Esta biblioteca está elaborada especialmente para los muchachos de bajos recursos, a quienes se les ha negado, desde hace varios años, la oportunidad de leer buenos libros, tanto de escritores nacionales como internacionales. Aquí tendrán esa atención especial.
—Manuel Bermúdez en el catálogo que elaborara el día de la inauguración de la Biblioteca Nacional para describir su obra, lo calificó como el Schiller de Venezuela, ¿hay cabida para la comparación en Pascual Venegas Filardo?
—Creo que Manuel se excedió un poco en sus palabras, pero si él lo escribió, vamos a creerle, chica (risas). Johann Christoph Friedrich Schiller fue un hombre necesario para su tiempo. Poeta, dramaturgo y un personaje central en el clasicismo de Weimar. Schiller se mueve en el romanticismo. Tal vez esa es la similitud, si me lo permite, que considero más cercana a mí. Mi estilo al escribir va por ese corte. Aunque pensándolo bien, creo que Bermúdez se refiere a las pocas actividades que realizo a diario, ojo, con un placer y una vehemencia desbordante (risas). Soy poeta, publicista, fundador de revistas literarias y creo muchísimo en el talento de jóvenes escritores.
El doctor Venegas dice las cosas con soltura. La ironía al hablar está a flor de piel, y el humor lo acompaña con un sigiloso movimiento. Dicen sus amigos más cercanos que algunas veces, por la seriedad de su faz, no se sabe cuándo está echando un chiste.
—Y ese espíritu de bondad y oportunidad que lo caracteriza, ¿es posible que esté inspirada en la formación lasallista que recibió durante sus años de estudio en La Salle de Barquisimeto?
—Sin duda. Al colegio La Salle de Barquisimeto le debo mi pasión por la enseñanza. El educando lasallista se distingue por su formación en lo relativo a la responsabilidad, dotado de una disciplina tanto en la familia como en el trabajo. Recuerdo algunos consejos que nos daban en mi época de estudio. En estos momentos no recuerdo el nombre del hermano que nos daba clases, sin embargo sé que hablaba muchísimo. Pero entre una de esas largas conversas nos dijo: “El estudiante lasallista rompe la barrera egolátrica que le encierra en su yo, para hacerle ver que es condición de su propio crecimiento servir a todos sus hermanos”. Desde ese entonces lo estudié como mi décimo primer mandamiento.
Venegas Filardo cursó su bachillerato de 1927 a 1931 y considera actualmente que La Salle de Barquisimeto ha sido uno de los colegios que “le ha hecho más bien al país”, en materia de ciencias y en el ámbito cultural. Recuerda con añoranza las enseñanzas del Hermano Luciano: “Crean en las personas de buena fe, denle la oportunidad de expresarse y demostrar su valor como seres humanos”. Don Venegas, o “Pepe” como le dicen sus allegados, cree en estas palabras desde siempre y sin duda las pone en práctica cada vez que recibe el libro de un escritor joven en la redacción del diario El Universal o en su biblioteca.
—¿Tiene alguna anécdota que quiera compartir?
—Claro, chica. Tengo una muy cómica. Y precisamente fue con el joven escritor Armando José Sequera, quien se sentó aquí mismo, donde te encuentras tú. Lo observé porque parecía un niño con caramelo en mano. Fue justo cuando entró en la biblioteca. Yo sabía que ya había publicado su primer libro y éste se encontraba dentro de mi colección en el estante cuatro. Entonces me levanté de mi mecedora, voy hasta el estante cuatro, saco su libro, me acerco hacia él y le digo: “Hijo, ¿me lo firmas?”. Mira: tenías que verle la cara a ese muchacho, chica. Casi llora o casi lo mato de un infarto por la emoción. Confieso que me sentí más emocionado que él.
—Su columna ¿Ha leído usted? contiene la pregunta que le ha hecho siempre a sus lectores en El Universal, pero ¿qué no leería Venegas Filardo?
—Debo confesar que soy muy tolerante a la hora de leer. Leo todo lo que pasa por mis manos. Creo que hay que darle cabida y oportunidad a todo sin que esto cambie tu manera de pensar y tu formación. Sugiero que la pregunta sea ¿qué seguiría leyendo? , pues seguiría leyendo una y otra vez La niña del Japón, porque recuerdo el viaje que hice a la tierra del sol naciente y la cultura que me alborotó el alma.
—Biblioteca lista y en marcha, ¿ahora qué sigue?
—Me siento contento con los resultados que ha generado la biblioteca dentro de la población de Barquisimeto, mi tierra natal. Ahora lo que me queda es disfrutar de este olor a tinta y a viejo, dos olores que me han caracterizado a lo largo de mi vida, pero también tengo que mirar hacia mi familia. Jugar con mis nietos y por allí ya vienen unos bisnietos. ¡Ay, qué viejo estoy ya!
Pascual Venegas Filardo fue mi profesor en la Escuela de Periodismo de la UCV, en donde estudié mi carrera. El nos dio Geografía de Venezuela, con un profundo conocimiento de nuestro país. Pueda dar fe de que su amor por nuestra naturaleza lo llevó a investigar profundamente las riquezas de nuestro amado país y su economía. En ese entonces él era el Jefe de Redacción del diario El Universal. Exquisito poeta y hombre culto y de excelente verbo, con un trato educado y respetuoso. Guardo un recuerdo agradecido por sus enseñanzas. Un verdadero valor larense para Venezuela.