El fotoperiodista Luigi Scotto invirtió 45 años en retratos venezolanos y en la prensa nacional. Vivió por la imagen y por la búsqueda del “detalle aberrante” de un presidente o de una reina de belleza. He aquí una entrevista imaginaria que refleja sus ideas y formas de concebir la fotografía
Yoersis Morgado / Cursante actual de Entrevista Periodística
En la calle La Palestra de San Bernardino se escucha un tarareo al son de una tarantela. Viene de la quinta Guarimba. Quien canta es un hombre calvo, de frente amplia, nariz grande, piel pecosa y bigotes bien recortados. Viste con una chaqueta de cuero, pantalones de bota ancha y un sombrero. Es “el inmigrante”, “el de los zapatos torcidos”: Luigi Scotto, reportero gráfico temido por las figuras públicas.
Nació en 1920 en Roma, Italia. Descendiente de un poeta y periodista antifascista y de una actriz dramática. Estudió fotografía y cine en el Centro Sperimental di Cinematografía de Cinecittá. A sus 20 años fue corresponsal de guerra en Libia y Egipto. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial se marchó a Nueva York: “Quería conocer América y todo lo que me interesaba del mundo de la fotografía”. A sus 27 años llegó a Caracas, lugar que reconstruyó con su cámara Leica y presentó en la prensa nacional. En 1980 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo y cuatro años más tarde fue galardonado con el Premio Francisco Edmundo “Gordo” Pérez, que otorga anualmente el diario El Nacional.
Con acento italiano dice “salud chica” y alza una botella de vino, requisito indispensable para una larga conversación que disfruta sobre la búsqueda y creatividad de la imagen.
—¿Cómo fue su primer encuentro con Caracas?
—En 1947 caminaba por El Silencio. Cuando llegué a la Plaza Bolívar, me senté en un banco con mi cámara. No quería tomar fotos, sino observar cómo las mujeres caminaban con pasos de boleros y escuchar los gritos de los vendedores de chicha, de los limpiabotas, de los vendedores de empanadas, de periódicos, de conservitas de coco. Un hombre que estaba sentado a mi lado me preguntó si yo era fotógrafo porque en Últimas Noticias estaban buscando uno. Yo no sabía qué era Últimas Noticias, pero después de que el personaje me explicó, sentí deseos de buscar ese trabajo.
Sofía Ímber, Pedro Beroes y Kotepa Delgado fueron sus primeros compañeros de trabajo. En 1959 –luego de disparar el obturador en la crisis del Canal de Suez y en la revolución de Hungría– laboró en la revista Élite y en el diario La Verdad. En 1979 participó en el equipo fundador de El Diario de Caracas. Cinco años después Miguel Otero Silva lo invitó a las filas de El Nacional: “Me dijo que él quería que yo dialogara a través de mis fotos con el público, mostrando esa sociedad postrada, pero con grandes valores de recuperación”.
—¿Cómo dialoga con las imágenes en Venezuela?
—Lo más importante no es la representación de un personaje, sino su peculiar actitud, lo que esconde. Mi preocupación no es tanto la de producir una imagen tal como es, sino la de establecer una relación entre el hombre y el ambiente que lo rodea. Se trata de la búsqueda del dato que desentona, el detalle aberrante.
LA FOTO
Scotto se ríe cuando mira su copa. El vino le recuerda cuando se bebió todo el líquido de las botellas que había en una pulpería, ubicada en un caserío a los alrededores del río Orinoco. En esa ocasión –años sesenta– el italiano estaba en el sur de Venezuela porque había ido a fotografiar a los guerrilleros colombianos que huían de la represión.
El único color que le atrae al reportero gráfico es el del vino tinto que sostiene en sus manos. Para sus fotografías prefiere el blanco y negro. Víctor Manuel Reinoso, periodista y amigo del reportero gráfico, decía que quizás esas fotos frías y sin color eran el autorretrato de “el inmigrante”.
—¿Cómo compone su toma?
—La composición para mí es algo de aficionado. No sé lo que es la técnica compositiva, no tengo tiempo para eso. En el caos de la vida está todo compuesto.
—Sus fotografías han sido denominadas como las radiografías del subconsciente. ¿Por qué?
—Una vez dije que Pérez Jiménez sólo me interesaba cuando empezaba a transpirar. Era casi mortificante para él sacar el pañuelo para secarse las manos, el cuello, la calva, y lo hacía lentamente mirando el piso como resignado por aquella humillación de sudar más que los demás. Fotografiar el consciente sería ver al Presidente parado firme en un acto público.
—Precisamente por ese tipo de imágenes lo han calificado como irreverente.
—En el periodismo se puede hacer de todo, menos mentir. Nunca les digo a mis personajes que se peinen, que se arreglen la corbata o que sonrían. Por esta razón de estilo o de circunstancia no merezco ser catalogado como fotógrafo irreverente.
Su temática es la “búsqueda del ser humano”, que significa fotografiar a un Presidente comulgando o subiéndose los pantalones en un acto político. Además, no sólo se limita a presionar el obturador, también acostumbra a sacar su libreta para registrar las impresiones sobre el personaje que congela en el rollo.
EL FOTÓGRAFO
Scotto tiene cuatro hijas, dos en Italia y otras dos de su segundo matrimonio con la venezolana Elsa Marina, a quien le gusta la música y la lectura. El reportero recuerda que cuando salía a patinar en las calles de Caracas con sus hijas, Rina y Yara, la gente le gritaba “viejo pavo”.
Dentro de su maletín anticuado siempre hay un libro de poesía: Whitman, Eliot y otros. Le atraen tanto los versos que hasta publicó su propio libro de poemas llamado Memoria y cuenta de mi alma. Además, en su valija tampoco pueden faltar los rollos blanco y negro de cuatrocientas ASA.
El fotoperiodista hace una pausa, toma un sorbo de vino que humedece sus bigotes y recita un verso de César Vallejo: “Me gustaría vivir siempre, así fuese de barriga”.
—¿Qué es la vida?
—Una ininterrumpida corriente de impulsos.
El reportero gráfico coloca la copa de vino en la mesa del comedor, apoya los codos y une sus manos, en las que reposa su cabeza. Su mirada se aleja, su atención se desconecta por unos segundos, piensa, reflexiona y continúa:
Cuando ya no pueda descubrir a través de la cámara lo que está sucediendo, entonces significará que estoy muerto. Seguiré tomando fotos hasta que el dedo, el ojo y la mente me lo permitan. La fotografía es mi vida. Sueño de noche con la fotografía y me cepillo los dientes pensando en esa imagen impactante, periodística.
—¿En alguna oportunidad le han prohibido tomar una foto?
—En el gobierno de Herrera Campins. Entré a una misa en dónde estaba el presidente, quise fotografiarlo, pero los escoltas me cargaron por encima de la multitud y me sacaron. Me dejaron en la calle al lado del vendedor de raspados.
Como dicen sus colegas, entre ellos Nelson Castro y William Marrero del diario El Nacional, lo sacaron como un santo.
—Sí, me convertí en San Luigi de la Leica.
En junio de 1969 el reportero fue golpeado en la sinagoga de San Bernardino cuando cubría un desfile de moda. Al parecer a doce hombres no les gustó que retratara a las modelos. Scotto se burla porque él acostumbra fotografiar a “una modelo o reina de belleza con cachetes chupados”.
—¿Por qué se clasifica dentro de la escuela de los fotógrafos agresivos y escandalosos?
—Dentro del periodismo he pasado por varias experiencias, del paparazzi italiano de postguerra al amarillismo infantil de Últimas Noticias de los años cincuenta, cuando el fotógrafo sí tenía connotación de pistolero.
—¿Cómo califica al fotógrafo de hoy?
—Como un artesano que sólo hace click. Hay que superar el abismo cultural y entender que la fotografía tiene valores comunicacionales, hay que interpretar y lograr la creatividad plástica. Los dueños de los periódicos deben soltar a los fotógrafos para que sean creadores, tengan libertad y no estén manejados por los compromisos que tienen los empresarios.
El vino se acabó. Scotto estira las piernas, echa su espalda hacia atrás, sube los brazos hacia el cuello y reposa su cabeza sobre sus manos: “No quiero pensarlo, pero Caracas ahora es un río de cemento. La gente no sonríe y los pájaros se han ido. Yo conocí al verdadero caraqueño simpático y bonachón. Pero las ciudades cambian, con ellas los hombres”.
* Las declaraciones de Luigi Scotto fueron extraídas de artículos periodísticos, suministrados por el departamento de archivo del diario El Nacional. Dichas publicaciones datan desde 1969 hasta 1992. De igual forma, los datos referentes al personaje fueron suministrados por los reporteros gráficos Nelson Castro y William Marrero, y por el profesor y periodista Javier Conde.
Foto: Archivo El Nacional.
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