Ida Gramcko, poeta y periodista

Gramcko 1Cuando tenía tres años, Ida Gramcko comenzó a crear dictándole versos a su mamá y desde entonces no paró de escribir hasta el día de su muerte. Esta entrega a la escritura y constante trabajo resultaron en más de treinta libros e incontables artículos de prensa que la hicieron ganadora de varios premios, entre ellos el Premio Nacional de Literatura. A través de esta entrevista imaginaria se intenta volver a escuchar su voz creadora

 Sharelly M. De Santis / Cursante actual de Entrevista Periodística

Como el dibujo que hizo el piloto de aviones del Principito cuando tenía seis años, a simple vista el puente de Fuerzas Armadas podría ser también un gran sombrero posando sobre la avenida Urdaneta, pero al verle los ojitos parpadeando sabríamos que es realmente una boa adormecida, digiriendo miles y miles de libros.
Y es dentro de esa gran barriga de la urbe donde es posible encontrar a Ida Gramcko el viernes final de cada mes. Ahí está, encaramada entre esas cientos de montañas de libros, hurgando, viendo qué consigue, como una expedicionaria en tacones y perlas.
Junto a ella decenas más de caraqueños en expedición. Los libreros de Fuerzas Armadas son una jungla, una jungla cinematográfica: tesoros editoriales que van rodando, cambiando de dueño, vienen para acá y vuelven a partir. Libros urbanos: textos de todos. Y entre esas tantas obras estarían las de ella, vestigios que han ido quedando de antiguas ediciones. Los inventarios de las librerías Nacho o TecniCiencia ni saben que Gramcko existe. No saben que existe Umbral, su primer poemario; Poemas, texto por el que sufrió un gran escándalo político al estar nominado al Premio Nacional de Literatura en plena dictadura militar; o  Poemas de una psicótica, obra que plasma su enfermedad y su recuperación de las psicosis.
—¿Por qué gran cantidad de los venezolanos no la han leído a usted y a otros escritores importantes?
—Venezuela no es un país de lectores, una vez leí que en el metro de París la gente lee y aquí, en el de Caracas, la gente habla. Además el mercado editorial venezolano es un tanto traicionero, muchos autores no son reeditados. Venir al puente de Fuerzas Armadas a comprar libros se ha vuelto no sólo una cuestión económica sino de necesidad: para conseguir ciertos textos hay que comprarlos usados.
—Dicen que no hay muerto malo. ¿Cree que será más leída luego de fallecer, o por lo menos reeditada?
—(suelta un libro que tenía en la mano, ve a la nada y responde) La muerte no es tan agradecida con todo el mundo. En efecto puede causar, como le pasó a Van Gogh, que consigas después de enterrado la inmortalidad, pero también puede pasar todo lo contrario. Un escritor siempre quiere ser leído pero ahí no está la misión principal de su oficio. Yo busco encontrar en mi lenguaje una verdad mía, creo que ahí está, por sobre todas las cosas, mi misión al crear.
La palabra crear apareció en la vida de Gramcko casi como una epifanía. Elizabeth Shon, poetisa venezolana e íntima amiga, cuenta que cuando Ida tenía apenas tres años, le gritaba a su mamá: “mamá, ¡corre!, ¡ven!,  trae un lápiz y un papel, es que tengo una cosa aquí en el cerebro que tengo que dictarte”.
—¿Cuál es el principal tema de la poesía?
—Se tiene el concepto general de que la poesía tiene como tema fundamental al amor. Se cree que la poesía se limita a lo “cursi”, pero el principal tema de la poesía es la vida misma. Se dice que los poetas viven en torres de babel, aislados del mundo, pero es todo lo contrario; los poetas son seres perceptualmente muy sensibles. Se busca conseguir un nuevo lenguaje, expresar. Por eso es tan difícil ser feliz, por tanto cuestionamiento.
El cuestionamiento es, sin duda alguna, parte importante de la vida de Ida Gramcko. Nació en Puerto Cabello, el 11 de octubre de 1924, y desde temprana edad mostró indicios de depresión que, años más tarde, evolucionaron en episodios psicóticos. Depresión que se esconde detrás de sus labios pintados de rojo pero que, sin poder predecirlo, se le escapa cuando se queda inerte viendo a ningún lado. 
—¿Entonces no es posible ser feliz?
—Lo único que sé es que si hay que elegir entre nuestra tranquilidad y la fidelidad a nuestros mejores sentimientos, no debe haber vacilación alguna. Es mejor estar triste en la verdad que alegre en lo superfluo. Para mí, lo que a simple vista parece un sacrificio, es la única manera de vida que tengo. Inclusive en lo que puede no parecer felicidad uno nunca pierde su condición.
—¿Los entrevistados dicen la verdad?
—La entrevista es otro juego humano: un vaivén entre verdades y mentiras. El periodista es, por naturaleza, un ser terriblemente juguetón.
—Usted ha hecho innumerables entrevistas publicadas en las páginas de El Nacional a personajes importantes de la vida cultural venezolana, ¿entonces afirma que le han mentido?
—Hablar sobre cultura en un cuarto de página, examinar, analizar temas de arte, volver la vista a Europa, retornarla a América mientras interlocutor y reportero se ven asediados, es una ambiciosa faena. Generalmente el periodista dispara cinco preguntas y el interlocutor responde cinco respuestas. Luego aparece una entrevista donde no siempre la reflexión ha intervenido. Pero, como Marguerite Yourcenar dijo, no se debería hablar de verdad sino de exactitud. Querer buscar la verdad cuando entrevistamos es una ambición del Olimpo, no conseguirla no es un fracaso.
Sigue atravesando el puente, sigue en búsqueda. Se pasea cómoda entre ese rincón que no se salva del rugir de Caracas, a pesar de no estar habituada a la ciudad de día: Ida Gramcko duerme de día y trabaja de noche. La tranquilidad de la madrugada la acompaña, entre tanto arrebato de la ciudad su timidez resalta, su caminar tranquilo entre el ruido. No por nada Guillermo Sucre, poeta venezolano, la describe como floreciente pero no exuberante, espontánea y franca, sobre todo al hacer periodismo.  
—¿Qué relación encuentra entre la poesía y el periodismo?
—Tanto el periodista como el poeta buscan la libertad. Se dice que el periodista busca la verdad pero como dije, creo que eso es una gran presunción. Pero la libertad es otra cosa. Digamos que en todas las épocas, y más aún en tiempos de crisis, la pregunta por el lugar que ocupa la palabra vuelve a plantearse en primerísimo lugar. Si la palabra no está en su puesto, afirmó en su momento Confucio, prevalecerá el desorden y la creciente caoticidad en el diario trato de los hombres. El poeta y el periodista buscan colocar la palabra la palabra en su sitio, así buscamos la libertad.
—Usted vivió muchos años en la dictadura de Pérez Jiménez, inclusive cuando él llegó al poder usted estaba en condición de embajadora en Rusia. ¿Puede un poeta vivir en una dictadura? 
—Es imposible que la autoridad aplaste a todos los insectos que pululan por ahí. No solamente puede vivir, sino que tiene una misión. Los poetas pasan a ser un canto de esperanza y una incitación a la libertad. Cuando se es libre espiritualmente, puedes osar pedir otros tipos de libertad. 
—Muchos dicen que los poetas pierden mucho tiempo en charlas de café.
—Decir eso es afirmar que todos los actos están destinados a la eternidad, o mejor dicho, a una eternidad genérica y no creo que sea así.
—¿Cuál es la pregunta que siempre le hacen y que yo aún no le he hecho?
-Siempre me preguntan qué es la poesía.
—¿Qué es la poesía?
—Es una manera de vivir. La poesía es, por encima de todas las cosas, una búsqueda.
Casi con la misma emoción con la que llamaba a la mamá para dictarle versos, Ida sonríe, sonríe como cuando un niño encuentra un caracolito o un bicho raro o, como ese día, una edición de Carta a un niño que nunca nació de Oriana Fallaci. Lo saca de la montaña de libros y lo levanta como una antorcha olímpica: “Estaba buscando este libro desde hace mucho”.