A Claudio Nazoa no le gusta el béisbol pero sí la cocina, así como comprar objetos inútiles que luego se hacen útiles, como los cuchillos
Angélica M. Velazco
Su carácter relajado le permite usar sin vergüenza alguna unos lentes de sol rarísimos, medio esperolados y que más bien parecen de mujer, al momento de hacer mercado. Le apasiona la cocina desde hace muchos años, pues en su familia hay tradición culinaria. “Yo lo que he logrado es mezclar todo lo que es gastronomía con un show. En los años 80 había un restaurant que se llamaba El Parque, ahí los jueves hacía una comida y en un momento salía a saludar al público y le explicaba cómo hacía eso, entonces se formaba una especie de show”. A raíz de esto empezó con el pan de jamón, ese que se hizo famoso, que antes vendía y ahora regala a sus amigos.
El pan es tan famoso que ha pasado por los paladares de presidentes.
Un día me llamó el presidente Carlos Andrés Pérez y yo pensaba que era Cayito Aponte, porque Cayito era el imitador oficial de Carlos Andrés. El presidente me dice ‘mira, está muy bueno el pan´ y yo le respondía ´Cayito, deja la vaina que estoy ocupado´. ´No soy Cayito, soy Carlos Andrés´. ´Chico deja el fastidio´. Yo no creía el cuento. Al rato llega Cayito y me aclara que nunca me llamó. Yo le dije pendejo y de todo al presidente y el tipo se reía porque sabía que yo estaba confundido. Después me pasó idéntico con Luis Herrera.
Los shows de comedia y cocina continúan. Su hijo mayor también es chef, así como dos de sus sobrinos. Uno de ellos, Sumito Estévez.
UN FILÓSOFO EN EL CLÓSET
Gustave Flaubert decía del huevo, según CN, que era el «punto de partida para una disertación filosófica sobre el origen de los seres». Tal cita sirve para conectar el lado culinario con una faceta escondida de Claudio: sus disertaciones filosóficas, en las que destaca el tiempo.
El profesor Germán Flores sabe que Claudio es muy buen lector, que analiza la ciencia y gracias a esto tiene un artículo sobre el tiempo, “¡pero de una filosofía! Dígame, yo no sabía esta cuestión de Claudio”. El artículo revela la discusión sobre si todo se vive en presente, pues el futuro para San Agustín es presente por las expectativas de las cosas que van a pasar y el pasado es presente por el recuerdo que tenemos de esas cosas; de manera que se está en un presente perpetuo. Flores comenta: “A lo mejor es que ese día no se le ocurrió algo cómico y puso eso, pero es interesantísimo”.
“Yo a veces escribo cosas serias también”, es lo que responde Claudio.
Después de casi tres años de llevar, traer, volver a llevar, sellar, casarme, divorciarme y volver a casarme con mujeres que ya ni recordaba, se dio el milagro: ¡me hice ciudadano italiano!
Estas parecen ser las dos únicas cosas verdaderamente serias en la vida de Claudio Nazoa, pues aunque sea una cuestión de ver para creer, este señor tiene título nobiliario. La sangre azul le viene de su madre María Laprea, cuyo origen se ubica en un pequeño pueblo italiano llamado Maratea.
Claudio nunca ha podido averiguar cómo el padre de su tatarabuelo, don Francisco, siendo plebeyo y seguramente con la cara parecida a la suya, pudo casarse con la princesa Caterina Saboya. Lo que sí descubre es que Víctor Amadeo, primo de su tátara tátara abuela, fue coronado en 1775 rey de Cerdeña, otorgándole el título nobiliario de barón a su tátara tátara abuelo, don Francisco Laprea. Del matrimonio de Francisco y de la infanta nacen tres varones, quienes tenían derecho a heredar el título de barón, pero inexplicablemente nunca lo hicieron. El título nobiliario seguía vigente y sin reclamar. Después de dos años de trámites legales, en 2007 se le adjudica a Claudio Nazoa el extraviado título de barón de Maratea.
El profesor Germán Flores cuenta que Claudio habló de esto en serio, pero nadie le creyó.
¡Lo único verdadero en tu vida y nadie te lo cree!
EL HUMOR Y EL VENEZOLANO
Es irónico e intenta demostrar que está demente a como dé lugar, lo cual le sirve para no morirse de hambre. Estuvo interno diez años en el hospital psiquiátrico El Peñón, y era tan loco que llegaba a violento. Por eso usó camisa de fuerza. Esta historia ya es difícil de creer pero algunos amigos le llevan la cuerda. “Como estaba prohibido visitarlo, le llevé habanos, vino y whisky. Montó una rumba. Era el rey de su pabellón. Enseñó en El Peñón a hacer pan de jamón y hallacas sin relleno”, cuenta su cómplice, el profesor Alberto Soria. Claudio dice no molestarse nunca. Soria cuenta que no tiene paciencia para pescar sardinas, mientras que su amiga Andrea Matthies dice que pela los ojos como los de un búho si algo le fastidia:
Porque si está serio es porque está concentrado en hacer las cosas bien.
Sin embargo, Claudio Nazoa puede tomar como ofensa el hecho de que se diga que el humor del venezolano le resta seriedad a los problemas. “Todos tenemos sentido del humor, y a medida que existe mayor presión sobre la gente, más se agudiza éste. Es lo que está pasando actualmente en Venezuela, hay más represión, cada día van cerrando más puertas, hay más miedo y el miedo es lo que hace a la gente más sutil con la crítica”. Por ello considera muy importante que en medio de tanta represión y tantas amenazas, florezca el humor. “Mi padre decía que el humor hace que la gente piense sin que el que piensa sepa que lo está haciendo”.
Los sueños de Claudio son tan exóticos como su personalidad, pues sueña con ser arquitecto y construir su propio resort, ser nombrado maestro coreógrafo del Lido y poseer un castillo en las Tierras Altas de Escocia (para beberse el whisky con agua natural). Mientras tanto, Claudio Nazoa seguirá mezclando los ingredientes para llevar adelante su “demencial” vida, enfrentándola con humor y cocina.
Uno tiene una vida que se la buscó: los huevos y la sardina me los busqué yo mismo y tengo que aceptar las consecuencias, el fastidio de eso, que la gente cada cinco minutos te diga ‘coman huevo, coman huevo’. Yo cargo una cruz de huevos, ¿me voy a poner bravo a estas alturas? No puedo.