El primer preso del movimiento estudiantil. Así lo llamaron los titulares de los periódicos en enero de 2009. Lo que hizo fue conducir un camión; no es un héroe sino un tipo normal que no quiere ver a su país acorralado, pero el Gobierno lo convirtió en mártir
Anyimar Cova Lugo / Cursante de Entrevista Periodística
Nueve meses tuvieron para hacerlo cambiar de parecer. Exactamente los mismos nueve meses que José Ramón Dacre, mejor conocido como Maraco, estuvo internado en el retén de La Planta. No olvidará jamás que, casi como costumbre, los visitantes rojitos se acercaban para decirle lo mismo: “Tus estudiantes te abandonaron, ya ni se acuerdan de ti”. Él cerraba los ojos.
Zuliano de nacimiento, caraqueño de corazón y ciudadano de Venezuela. En esto último se convirtió Maraco, el conductor del camión de sonido, cuando fue apresado el 20 de enero de 2009 durante una concentración del movimiento estudiantil en una urbanización caraqueña, lo que le dio reconocimiento como el primer preso político de la recién nacida organización juvenil. En esa oportunidad los estudiantes marchaban hasta el Tribunal Supremo de Justicia y fueron reprimidos por la Policía Metropolitana. Entre el picor de las bombas lacrimógenas y el ardor de las heridas de perdigones, se disolvió la manifestación. Maraco fue detenido y de inmediato trasladado en taxi hacia una comisaría en Plaza Venezuela. Hora y media más tarde, cuando lo devolvían al punto donde había sido apresado, el policía que conducía la unidad le pidió que dijera que él sólo iba manejando el camión, que no tenía nada que ver, que todo era culpa de los estudiantes. “Yo, ignorando lo que estaba pasando, le pregunté ‘¿de qué carajo me estás hablando?’ El agente me dijo que el camión estaba full de bombas molotov. Enseguida dije: ‘Me jodieron’. Lo demás es historia”
Marcado por la vida
El día en que su papá compró su primera gandola le dijo a su madre: “Mi amor, hoy nos casamos”.
Nueve meses más tarde nació José Ramón, gordito, sano y rozagante, el primogénito de aquella joven de 16 años y del orgulloso camionero que pisaba los 23. Muy jóvenes, dirían algunos, pero prósperos, tanto así que pronto vino el próximo embarazo y, con él, el fin de una vida. Cuando Maraco tenía tres años su padre murió de leucemia. La viuda debió inventarse una y mil cosas para sacar adelante a los dos retoños, al Maraco consentido y a la rebelde hija menor.
Pero no pudo sola. “Empecé a conocer la realidad de la vida, supe lo que es el hambre, lo que es la falta de recursos. Toda mi vida me ha tocado luchar duramente por lo mío. He pasado por donde muy poco varón ha pasado, pero he sabido ganarme lo que tengo con entereza, con trabajo, con lucha. Siempre traté de no desviarme porque, a pesar de todas las condiciones en las que me encontraba, fui criado con principios de familia y solidaridad”.
Más temprano que tarde asumió las responsabilidades y mientras era niño hasta el trabajo más arduo se convertía en un juego. Ir de puerta en puerta para vender empanadas, arepas y dulces de leche de cabra que hacía su tía, le resultó en ocasiones una experiencia divertida. No fue el trabajo impedimento para cumplir con la escuela. Cuando se vino a Caracas comenzó la primaria en el Colegio Libertador de Chacao y la terminó en el Colegio Andrés Bello. La secundaria la inició en el Liceo Fernando Peñalver y se graduó de bachiller en el Gustavo Herrera.
Aunque en las navidades jugaba con una palito en forma de pistola que le había hecho su abuelo, mientras los otros niños ostentaban carros y camiones —sus adorados camiones— no se alimentó de resentimientos ni envidias, sino de espíritu solidario. El trabajo duro le hizo entender que toda persona debía pasar el menor sacrificio posible y de allí empezó a luchar para conseguirlo. No en vano es reconocido como un verdadero líder del municipio Chacao.
Es un dirigente social. Desde que lo conozco no ha hecho más que trabajar junto a la gente. Por eso lo quieren y lo admiran. Él se sintió inspirado por el movimiento estudiantil porque comparte con los muchachos los valores de libertad y democracia en los que todos creemos. Pagó con cárcel su creencia en los ideales, pero no le importó porque su trabajo es desinteresado.
Lo dice Rafael del Rosario, abogado de la dirección de Justicia Municipal de Chacao y amigo de Maraco desde hace cuatro años.
Pronto dejó a un lado los juguetes y con 17 años decidió formar vida conyugal con la que era su novia, una muchacha muy buena, según cuenta, que le dio muchas satisfacciones. Trabajaba entonces como vendedor de verduras para reconocidas cadenas de supermercados y, una vez que recuperaba su inversión, repartía lo que quedaba en las cestas entre sus vecinos. ¿Es dádiva el verdadero trabajo social?, podría preguntarse alguno, pero Maraco responde escuetamente: “Es reconocer las necesidades del otro y llevarlas al mínimo. Si yo tengo y tú tienes, el sistema se mantiene en equilibrio”.
Se le pone el rostro rojo, los ojos se le hacen agua y su verbo aumenta el volumen. Lleno de impotencia aprieta el puño derecho y se confiesa: “¡Coño, cómo me arrepiento de haber votado por Chávez!”.
Cree en el trabajo comunitario, pero afirma que ni siquiera los partidos de la oposición lo están haciendo. “Basta ya de cogollo, basta ya de imposiciones partidistas, porque eso es lo que promueve la falta de consenso, y con la misma contundencia que atacamos al Gobierno debemos atacarlos a ellos también”.
El talón de Aquiles
La vida y los malos hábitos le han pasado factura a José Dacre. Su pasión por la comida, su frenética ansiedad por los dulces y su adicción al cigarrillo le valieron más de 120 kilogramos de sobrepeso, la coronaria derecha obstruida y problemas con la tensión. Lo del bastón que siempre carga se lo atribuye a una fractura que tuvo en ambas piernas en un accidente laboral. Pero sus problemas de salud no le han cortado el paso ni le quiebran la voluntad. Irónicamente le han traído beneficios: gracias a su afección cardiaca Claudia Mujica, su abogada, pudo solicitar ante los entes de justicia del Estado la ayuda humanitaria que le permitió salir de La Planta el 9 de octubre de 2009.
Con Norma Vidal ha compartido vida matrimonial durante casi 30 años. La conoció cuando ella aún era casada y pasaba por un mal momento. Venía de Medellín y quizás lo sedujo con ese acento foráneo que conserva como si fuese el primer día. Norma supo que le gustaba aquel hombre que repartía verduras por su temple, por su amor a las comunidades. “Él es radical, si está con alguien es por la calle del frente”, asegura.
De esa unión nació Juan José Dacre, quien ahora tiene 22 años. “Cuando le dije que sería padre se volvió como loco. Decía que era lo más grande que le había pasado en la vida porque su primera esposa no le había dado hijos, él había criado a los dos míos y no pensó que tendría propios”, recuerda entre risas la esposa de Maraco. Desde que vio a Juan José no quiso separarse jamás, incluso su primer día del padre tenía que pasarlo en carretera llevando unas verduras: decidieron que se irían juntos en el camión hasta Timotes, en el estado Mérida, para no apartarse durante la celebración. Por cierto, Juan José llegó a las 103 horas en la primera huelga de hambre por los presos políticos. Dice sobre su padre:
Siempre ha ayudado a muchas personas. Confío en todo lo que ha hecho, siento por él admiración, respeto, cariño y amor. El día que me enteré que mi papá se iba preso fue el peor de mi vida, puse la rodilla en el suelo pero me levanté porque yo a la única persona a la que me le arrodillo es a Dios. Hace falta valentía y mucha fuerza, no podemos quedarnos con los brazos cruzados porque la persona más valiente del mundo que fue Dios, murió con los brazos abiertos.
Después del encierro
Dacre aún siente miedo, todos los días siente miedo. Su esposa y su hijo Juan José piensan, sin embargo, que ya eso se acabó. Maraco insiste:
Sentía el culillo libre, el miedo para mí es una bendición porque es lo que me ha mantenido vivo. Me daría miedo volver a la cárcel pero lo enfrentaría porque no voy a ceder ante las presiones. Y si es de aguantar la pela, la aguanto. Yo nací libre, papa Dios me creó libre y ningún hombre me va a arrodillar.
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