Periodista de radio y televisión, presidente del Colegio Nacional de Periodistas, hijo de inmigrantes, esposo, padre y fervoroso del Quijote. Es William Echeverría
María Iginia Silva Ávila
−Señor William, ¿cómo está?
−Epa, chama. Lo de señor está de más. Llámame William.
A este venezolano de 44 años lo incomodan los formalismos. Se lo dijo a su mejor amigo de la infancia, Ernesto Prince, cuando tenían aproximadamente 15 años: «William me sorprendía con sus ideas. Una vez me dijo que jamás permitiría que lo llamaran señor, que eso se ganaba con acciones y con hechos, es decir, no era una prerrogativa a la cual tenía derecho cualquier mortal».
El tricolor lo lleva en su sangre: primera generación Echeverría-Cruz en tierras criollas, ya que sus padres provienen de Ecuador. “No me creo nada del otro mundo. Yo nací el 15 de julio de 1975 en la Maternidad Concepción Palacios. Me crié toda la vida en Chacao y este país albergó de tal manera a mis padres que eso lo debo agradecer y pagar de alguna forma, por eso mi amor por Venezuela es incalculable; más venezolano que yo, nadie”.
Para Echeverría, Papa Dios, Marcelino Champagnat y El Quijote son tres hitos en su vida. La fe lo llevó al punto de considerar convertirse en hermano marista. Lo relata Loly de Echeverría, su madre:
Cuando estaba en tercer año de bachillerato tuvo una convivencia, un retiro en su colegio –Colegio Champagnat en Caurimare– y cuando llegó de esa actividad, tenía una actitud distinta de ver la vida. Me preocupé por un segundo porque hasta me comentó que le llamaba la atención formar parte de la Congregación de Hermanos Maristas.
Sin embargo, William no contó con la madurez suficiente para afrontar el celibato. Tenía ansias de casarse, tener algún ingreso monetario, hijos; disfrutar, en términos generales, de los placeres de la vida.
Yo lo que quería era ayudar a la gente. Pensé que siendo hermano Marista podía tener un mayor compromiso o iba a significar más, pero también tenía un rollo mental que quería formar algún día una familia. Pensé que si Dios y Marcelino pudieron yo también podía. Pero pudo más Mary, mi esposa. Ellos son mi fuerza espiritual. Marcelino me inculcó, a través de todo lo que me enseñaron de él sencillez, humildad y modestia, eso lo agradezco.
Fisonómicamente, si se observa con detalle a William Echeverría, ya sea por su 1.90 cm de altura, por su delgada figura, y algunas veces por lo que piensa, se podría deducir que es una fiel copia de Don Quijote de la Mancha. Cuenta que desde que leyó por primera vez el libro –a los 17– sintió que leía una pequeña descripción de su personalidad. En su casa, en cada rincón, se encuentran estatuillas de Sancho Panza, Rocinante y, por supuesto, de Don Quijote. En la parte superior de su hábitat existen más de seis versiones de esta novela de caballería.
Mary Luz Martínez, esposa, lo define:
William es como un niño dentro de esa inmensidad. Nunca ha perdido la inocencia de creer ciegamente en las personas y eso a la larga le ha traído problemas, porque él cree que toda la gente es como él de idealista y soñador. Yo soy su Sancho Panza, como me ha catalogado durante estos años, y la verdad que esa es una de las funciones que he cumplido, ponerle los pies sobre la tierra.
El gran tubazo
Pero producto de este idealismo y de ser soñador, un día de 1989 a las 4:56 minutos de la mañana –recuerda los minutos con exactitud– en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, William Echeverría fue el único periodista, a los 24 años de edad, que tuvo la oportunidad de dar el “tubazo” de que el presidente cubano, Fidel Castro, estaba aterrizando en tierras venezolanas para asistir a la toma de posesión del presidente electo para ese entonces, Carlos Andrés Pérez. Al parecer la pasión por la noticia puso más que un par de horas más de descanso en su hogar.
“Pana, luego de esa cobertura que tuve con el presidente Fidel Castro, me asignaron la pauta de su estadía en el país y en el hotel Eurobuilding recién inaugurado, se me permitió hacerle algunas preguntas a Castro. Se me ocurrieron dos preguntas y una de ellas era algo más o menos como la factibilidad de la aplicación de la doctrina marxista en naciones latinoamericanas, como su país, a lo que él me contestó que era muy factible, como sucedía en Cuba. Bueno entonces le replico que si eso era así que si nos permitía constatarlo con nuestros propios ojos y me respondió: «Cuando quiera»”
Es así que por primera vez una cámara del canal Venevisión entró a La Habana para una entrevista exclusiva con Fidel Castro, la cual realizaría el joven Echeverría.
Inspiraciones
Los cantos gregorianos y la música suave en general, como baladas, han sido los acompañantes de Echeverría. Junto a su hermano Marco conformaron un grupo musical llamado Sabor y Sentimiento que tocaba durante los años 70 y 80 en varios locales y fiestas, por contrato. Gracias a ello William pudo costearse la Universidad Católica Andrés Bello y desarrollar la carrera de Comunicación Social, mención periodismo. Cuenta que en su carro y en su casa jamás puede faltar la música y siempre anda con una guitarra a cuestas cantándole a Isabella y a Eduardo Enrique, sus hijos.
Pero haciendo un link con la música, el Ávila es su mayor inspiración: “El Ávila es un centro de energía para el caraqueño. Es inspiración, es montaña, color, trópico, Caribe. Es ese orientador a la hora de salir a correr por el Parque del Este acompañado de buena música. El cuarto donde pasaré el resto de mi vida tiene una ventana que me ofrece esa majestuosidad natural. Por supuesto, fue hecha adrede”
Beatriz Adrián, periodista de radio y televisión y compañera de cabina de William Echeverría, lo considera maestro, a pesar de la contemporaneidad: “William tiene una gran sensibilidad humana, el llanto lo tiene a flor de piel, lo conmueve cualquier historia de la mayoría de los oyentes que se comunican a través del 0212 207 1000, número de la emisora CNB. Siempre busca ayudar a la gente con sus problemas y la entrega a su trabajo y a su gremio lo han alejado un poco de su familia. Creo que es un mal que afecta a todos los periodistas”.
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