El industrial de los milagros

MANCCINIVicente Mancini es fundador de la comunidad católica carismática El Buen Samaritano. Ingresó al seminario por casualidad, en Italia. Hoy en día, en Venezuela, maneja o es socio de una red comunicacional, de sanación y liberación; y, de paso, hace el bien a los ancianos, a los desamparados y a los niños con sida

 Natalia Morales / Cursante de Entrevista periodística

 Para muchos de los que asisten a la misas de sanación del padre Vicente Mancini, es un santo.
Algunos piensan que únicamente por medio de su intercesión es posible que se manifieste un milagro. Filas de personas se forman antes de las ceremonias para hablar algunos minutos con él, pedir consejos, hacer peticiones y confesar sus pecados. Quienes lo siguen le atribuyen los carismas o dones del discernimiento, de la sanación, de la liberación y de la  profecía.
 
Ora pro nobis
Entre las comunidades católicas carismáticas no es extraño escuchar que determinado cura o servidor posee algún carisma del Espíritu Santo. Los movimientos carismáticos tienen basamento bíblico y son aceptados por el Vaticano, donde se les conoce y denomina  renovación católica carismática.
El padre Vicente, en 1987, es asignado vicario parroquial de la iglesia Nuestra Señora del Rosario de La California Norte, donde comienza a celebrar las misas carismáticas. “El párroco necesitaba un día libre a la semana. Escogió los miércoles y yo los aprovechaba para realizar las actividades. Se iba y yo me quedada dueño de todo”. Desde entonces, una vez a la semana, cantos, alabanzas y oración colectiva llaman la atención de quienes transitan por la avenida Londres. 
Sus ojos azules trasmiten paz y tranquilidad. Aunque su secretaria María Teresa Sarabia reconoce el carácter férreo del padre. “Cuando le gusta alguien lo expresa, igual conducta asume cuando no le gusta. Es selectivo y observador. No se deja convencer por cualquiera. El padre es frontal y si algo le causa molestia puede llegar a ser muy duro”. Así lo define la mujer que se ha ganado su confianza, hasta el punto de ser la única persona a quien el padre le tiene firma autorizada.
Para el padre Reinaldo Gámez, él es un guía espiritual, “un ejemplo de esos que se toman como parte de nuestro proyecto de vida”. Por eso, desde que era un pequeño de 5 años y su madre lo llevaba a las misas de Mancini, sintió simpatía. “Crecí y comencé a admirarlo como hombre dedicado al servicio de Dios y del prójimo”. El padre Reinaldo actualmente se prepara para ser el sucesor religioso del padre Vicente.      
 
De misionero a empresario
Nació en 1937, en Ariano, un pequeño poblado cercano a Venecia, Italia. Apenas entraba a la adolescencia cuando ingresó a un seminario salesiano sin saber de qué se trataba. “Después de la Segunda Guerra Mundial, en el pueblo empezaron a buscar jóvenes para llevárselos a estudiar a la capital. Yo, ansioso por aprender algo, me fui. Al año me di cuenta que la educación que me impartían era para formarme como religioso. Me gustó y me quedé”.
La primera vez que escuchó hablar de Venezuela, Vicente estaba cercano a cumplir la mayoría de edad. Le dijeron que se necesitaban misioneros para América, en especial para el sur. No lo pensó. Quería misionar. Fue a casa y manifestó aquel deseo a sus padres.
Mi madre siempre fue muy abierta. ‘Si ya lo pensante y es lo que quieres, ve, hijo’, me dijo.         
En 1955 llega a Caracas. “Lo que más me atrajo fue el clima de la ciudad. En Italia los inviernos y los veranos son muy duros. Aquí el clima es estable”. Terminó sus estudios de educación básica, al mismo tiempo que se formó como sacerdote en el Seminario Don Bosco, en Altamira.
Pasó 15 años de su vida en el estado Anzoátegui, pues fue nombrado párroco de Mapire del Orinoco. En este pueblo de pescadores descubrió su habilidad para gerenciar empresas al servicio de las comunidades y de Dios. Creó la Asociación de Pescadores del Orinoco y una cooperativa de consumo, que terminaron traspasando las fronteras del poblado y hasta del estado.
Dejó su legado y regresó a Caracas. En una visita a Estados Unidos, donde vivía uno de sus cinco hermanos, conoció la Renovación Católica Carismática. “Aquello que se hacía en el norte era espectacular. Pensé que algo así en Venezuela sólo podía ser posible en una ciudad y pedí mi traslado a la capital”.
En la iglesia Nuestra Señora del Rosario inicia las actividades carismáticas.
Como cuentan los grandes empresarios: todo comenzó con una idea, una propuesta pequeña que con determinación y empuje terminó por convertirse en algo tangible. Hoy, Vicente Mancini es el fundador y presidente de la comunidad católica carismática El Buen Samaritano. Sus misas de sanación se celebran en Nuestra Señora del Rosario, en la Santo Tomás Apóstol de La Trinidad, en el Santuario del Divino Niño de La Rinconada, en capillas de Puente Hierro y Prado de María; y en la Escuela Técnica de Campo Rico. Tiene dos programas en Radio María y dos en TV Familia. Los servidores de su comunidad también han logrado gran alcance con espacios carismáticos en diferentes parroquias, medios de comunicación y formando más de dos mil células de evangelización en todo el país.
El Buen Samaritano también creó y gerencia dos casas hogares para niños, una aldea en la que viven menores de edad VIH positivos, la Fundación de Niños con SIDA —que trabaja articulada con el área de infectología del Hospital de niños J.M. de Los Ríos—, tres comedores populares, un hogar refugio —que actualmente alberga a 150 personas que se encontraban en situación de indigencia—, dos ancianatos y un programa de créditos y microcréditos comunitarios.   
El padre Vicente es un hombre emprendedor. Si alguien llega y le propone una obra, él  dice ‘yo te apoyo, sólo necesito que tú te comprometas a estar al frente y trabajaremos juntos’.
Así lo cuenta Gladis Valbuena, administradora de El Buen Samaritano. “Él está con Dios y cuando se está con Dios todo es posible”, agrega quien desde hace 14 años es una de las manos derechas del padre.
 
¿Fe utilitaria?
Para los críticos de la renovación católica carismática, la fe que profesan Vicente Mancini y demás curas carismáticos es utilitaria porque los feligreses acuden a los servicios religiosos para recibir algo a cambio: sanación, liberación, un favor o un milagro, en detrimento de la simple necesidad de honrar, venerar y alabar a Dios y a su hijo Jesús. 
“Esa era la fe de Jesús, él lo hacía”, responde el padre Mancini ante la crítica. “El hombre actúa siempre por interés. Si no le interesa una cosa no la toma en cuenta. Entonces hay que partir de eso. Al tener interés por sus problemas irá a donde pueda encontrar la solución. Va a los carismáticos o a la Oración del Espíritu Santo, al brujo o al santero. Va a donde le ofrecen una solución. Los carismáticos somos católicos, obedecemos al Papa y a los obispos.”
“Sanador y liberador”, lo denomina la señora Eulogia González, quien asiste desde hace diez años a las misas y retiros de la comunidad.