Adriana se graduó preguntando

Adriana Núñez Rabascall no se graduó de periodista hace tres años, en un acto de toga y birrete en la UCAB. Lo hizo, en verdad, el domingo primero de mayo ante la agresión del presidente Chávez

Asistía con rigor a las clases, escribía sus prácticas correctamente. Pero no era el tipo de alumna que deja al profesor patidifuso al revelar un talento especial. Mantenía, antes bien, un bajo perfil y parecía cómoda en ese sustrato. Hasta que ocurrió el domingo primero de mayo de 2010 un episodio en el que ella y el presidente de la República fueron los protagonistas ante un país que, seguro, estuvo en vilo por unos segundos, esos segundos que preceden al niple que le ha estallado en plena cara a quien maneja el poder desde el micrófono.
Se limitó a enunciar una tras otra, en correcta formación y sin titubeos, tres preguntas; las mismas que había acordado con sus colegas que cubrían las primarias del PSUV ese día. Sabían los reporteros de medios impresos y audiovisuales no oficiales que no se les daría la oportunidad de preguntar sino a uno de ellos, y en el azar salió ella designada. De modo que las preguntas fueron el resultado de un consenso. Ella se limitó a ser la vocera de sus compañeros de oficio. Las preguntas versaron en torno al aumento salarial de 40% para los militares, el parlamento comunal y la intromisión cubana en la Fuerza Armada. El presidente de la República acusó el jab al mentón y puede ralentizarse, por puro divertimento, el momento del desencajamiento de la mandíbula en el video de Youtube; zigzagueó entre el encono y la sorpresa, miró hacia sus compañeros en busca de asistencia –Jorge Rodríguez decidió persistir en su risita, medio escondido debajo de su gorra−, alzó la taza de café pero todo quedó en un amago. Necesitaba agarrar aire. Es la imagen del poder atrapado en su propia red, desarticulado y atolondrado ante el país porque algo falló en la maquinaria dispuesta para la ocasión.
La intervención de Adriana Núñez frente al Presidente es la mosca de la película Brazil en el aceitado sistema de propaganda amasado con la arcilla del automatismo burocrático. Algo que puede hacer rodar cabezas inocentes. Una mosca caída en el engranaje del teletipo de Brazil le fastidió la vida a un ingenuo Sam Lowry. Eso fue Adriana Núñez esa tarde de domingo. El Presidente se la sacudió como pudo, manoteando verbalmente, atacando además a Televen cuando en realidad debió atacar a todos los medios no oficiales presentes puesto que las preguntas habían surgido de aquel consenso.
Adriana Núñez fue mosca inoportuna para el Presidente pero no para el resto del país. Ha encarnado como nadie en los últimos tiempos el papel que le corresponde a la Prensa por legítima definición: el de contribuir a crear vida ciudadana mediante la auditoría a las acciones del poder político aun cuando en este caso, por la misma brutalidad de ese poder, la auditoría haya quedado sólo en intento. Apostó con coraje su sobrevivencia laboral y su prestigio profesional tratando de cumplir con esa sagrada misión que es desbrozar el palabrerío para abrirle camino a la verdad de los hechos. Además, soportó con estoicismo la agresión por respuesta.