Perfil de Roy Chaderton

El embajador actual ante la Organización de los Estados Americanos fue otro hombre en otros tiempos; copeyano de origen y por lo tanto de vocación cristiana, hoy defiende el armamentismo criollo e ironiza sobre todo lo que se oponga al régimen chavista. Fue ministro de Exteriores de Hugo Chávez entre 2002 y 2004

Sebastián de la Nuez

Un hombre en apariencia exitoso puede encerrar una pérdida. De Roy Chaderton Matos, abogado y diplomático según consta en su currículo, podría decirse que es un ganador: alguien que sobreviva a once años dentro del chavismo habiendo sido toda su vida anterior justamente lo contrario, lo es. Chaderton se ha hecho un lugar de privilegio dentro de un campo ajeno, que teóricamente le es adverso por naturaleza. No pertenece a la categoría de los dinosaurios, que no supieron adaptarse al desarrollo de la naturaleza; es, antes bien, la prueba fehaciente de la capacidad de adaptación de los seres humanos.

Sin duda, algo perdió en el camino. Se le describe mejor si uno echa mano a una caja de creyones color pastel, esos colores que se adaptan a telas de cashimir o corduroy. Se le comprende mejor si uno se entera de que su padre inglés tuvo fama de borrachín y nunca se ocupó de su mujer llanera ni de sus hijos. De alguna forma, la vida lo ha blindado: goza de una piel mimética que le ha permitido solventar escollos y sobrellevar castigos, como cuando los adecos lo mandaron a Gabón sólo por ver cómo reaccionaba este personaje de modales tan refinados en un país de negros, casi azules, primitivos y duros. Y sobrevivió.

 

EL PERIPLO

Chaderton se formó junto a Arístides Calvani, fallecido en un accidente aéreo en Guatemala en 1986. Para quienes sepan quién fue Calvani, se les debe hacer difícil comprender cómo fue que de tal padre intelectual salió esta astilla que hoy critica con tanto fervor al imperialismo. Se inició como secretario de la embajada venezolana en Polonia hacia 1969, cuando Rafael Caldera acababa de ganar por escaso margen unas elecciones transparentes. Chaderton saltó de la dirigencia estudiantil copeyana en la Universidad Central de Venezuela al servicio exterior, de la mano de Calvani, el hombre que representó la política en Centroamérica en nombre de la ODCA (Organización Demócrata Cristiana de América), región durante los 70 encendida en tiranías y guerras civiles. Sin entrar en la diatriba acerca del carácter derechista de Copei, lo cierto es que la ODCA, en El Salvador, apoyó a José Napoleón Duarte, político de triste figura y aún más triste trayectoria. Un dirigente de Copei liga la figura del Chaderton de entonces a Milos Alcalay y Julio César Pineda, jóvenes promovidos también por Calvani; pero se apresura a añadir que el pobre Calvani no pudo prever que su pupilo tomaría el desvío que posteriormente ha signado su destino. Incluso, este dirigente de larga data prefiere no hablar sobre “ese señor”.

Como quiera que sea, tanto aprecio conserva Chaderton por quien fuera venerable canciller calderista que, todavía hoy, mantiene su retrato en su oficina, cualquiera sea el lugar del mundo donde se desempeñe. ¿Habrá engavetado en alguna ocasión la foto, al ser visitado por un bolivariano patria o muerte, so pena de ser delatado?

Chaderton consolidó su trayectoria en diversos países y a través de variados periodos presidenciales. Hay un capítulo fundamental en esta historia: el día en que Chávez, durante su campaña electoral del 98, viajó a Gran Bretaña, encontró allí alguien de brazos abiertos, un servicial anfitrión que lo puso en contacto con las fuerzas vivas del cotarro inglés. Roy Chaderton fue un enlace de postín y el esponjoso Chávez de la época quedó prendado de él y del régimen inglés, con aquello de la “tercera vía” en boga. Así, a pesar de haber sido vicecanciller durante el último periodo de Caldera, conservaría su puesto en Londres y luego fue enviado a Bogotá, en 2000. Hoy es uno del escaso puñado de funcionarios de alto rango de carrera que conserva su chamba en la cochambrosa diplomacia bolivariana.

En 2002, y tras los sucesos de abril, al ser llamado a Caracas más bien se afianza pues sus amigos José Vicente Rangel, en ese entonces ministro de la Defensa, e Isaías Rodríguez, fiscal, lo apoyan ante las críticas de los duros del régimen; es nombrado canciller (2002-2004) y luego embajador en Francia (2004-2007). En 2006, sin abandonar su cargo en París, se convierte en asesor diplomático del embajador de Venezuela ante la ONU, Francisco Arias Cárdenas.

Chaderton ha demostrado lealtad, primera condición para que un funcionario del actual régimen siga siéndolo. Al menos hasta su etapa en Bogotá recibía, sin embargo, a sus ex compañeros de tolda Hilarión Cardozo y Felipe Montilla, y en general a gente de la oposición con la deferencia que cabe esperar de un funcionario de su categoría; claro que para aquellos momentos la cosa no se había radicalizado tanto como ahora.

¿Qué pasa por la cabeza de este hombre culto y hábil para fomentar relaciones públicas cada vez que debe defender al Gobierno en una asamblea de la OEA o tribuna parecida? ¿Dormirá después en santa paz? Siendo vicecanciller de Caldera le tocó entregar una nota de protesta al embajador cubano −ya para entonces Germán Sánchez Otero− tras el recibimiento con bombos y platillos al candidato Chávez en la isla de los CDR. “Trabajando con Chaderton se aprende; es un tipo resteado con los intereses del gobierno que le toca representar”, dice alguien que trabajó con él.

“El embajador de Venezuela ante la OEA, Roy Chaderton, dijo hoy que su país está sometido a un embargo por parte de EEUU para impedirle la compra de material militar, pese a que gasta menos porcentaje de su PIB en armas que otros países en la región”: ¿no hay un perdedor encerrado en esta noticia? ¿Toda una carrera diplomática completa para desembocar en ese tonito lastimero?