Es insistente en eso: a la hora de escribir, es importante saber economizar palabras. Cuando Gilberto Pinto se acercó al teatro quedó embrujado. He aquí la segunda parte de su entrevista-perfil
Minerva Vitti
En sus comienzos, el teatro era un juego y él, un romántico… Pero llegó la hora de su debut como actor y todo cambió. La obra se llamaba La fuerza bruta, del premio Nobel John Steinbeck. El día del estreno las autoridades suspendieron la presentación debido a un editorial de monseñor Pellín, publicado en el diario La Religión, que criticaba una foto donde una actriz tenía la pierna montada en un cajón y Pinto simulaba tocarla. Pellín, recuerda el dramaturgo, dijo que cómo era posible que se presentara en el Instituto Pedagógico de Caracas ese montaje de esos muchachos comunistas. Pinto no tenía noción de la política, pero en ese momento se dio cuenta de su poder y, además, del poder de la religión.
Desde entonces se radicalizó, el teatro dejó de ser un juego y él se convirtió en un “animal político”.
Carlos Dimeo, profesor en el postgrado de teatro latinoamericano de la Universidad Central de Venezuela, afirma que la dramaturgia de Pinto se encuentra empapada de esa mirada que hace uso de la historia y de la política como temas y como formas de diálogo. “El dominio que se deriva de su dramaturgia está condicionado por un leit motiv subyugante para los personajes de sus obras, que se extiende en una crítica y una pregunta al venezolano de hoy, que ve en sus años pasados terribles fuentes de la crisis que pervive en nuestro país”.
La obra de Pinto también se destaca por la capacidad que tienen los personajes de ir adoptando las formas específicas del ser venezolano. Tal es el caso de El hombre de la rata, donde, según el análisis de Carlos Dimeo, existe una alusión directa en el símbolo de la rata a la forma en que hacían política los líderes de Acción Democrática.
Pinto, por otra parte, reniega del teatro comercial pues sólo busca el dinero de los espectadores y es producto de la contracultura:
Es totalmente evasivo, no puede ser que en una obra el problema sean las vaginas de las mujeres, hay problemas superiores. Tampoco puede ser que el Celarg, siendo una institución del Gobierno, sea la sala de exhibición del teatro comercial por encima de los montajes reflexivos. Allí se presenta un teatro anodino.
La casa de Pinto está perfumada con incienso de almendras. Hay una pared con dibujos de algunas de las obras de Shakespeare (El Rey Lear, Macbeth, Hamlet, El mercader de Venecia, etcétera) obsequiados por el fallecido director de Rajatabla, Carlos Giménez, a su amiga Francis Rueda. En otra pared, caricaturas con gran carga social de Fantoches, periódico de oposición en el gobierno de Juan Vicente Gómez, dirigido por Leoncio Martínez. En una se ven dos señoras gordas y una frase: “Si nos pagaran por kilo…”.
…
Pinto no es dulcero ni en sus declaraciones ni en su paladar. Sólo le gusta el cabello de ángel. Y si existe algo que “le saca la piedra” es la cháchara superficial. Escribe con ruido y le agrada caminar por las calles de Caracas. Nunca ha desplazado a su familia por el teatro y cuando se separó de su segunda esposa, sus amigos dicen que “andaba con los muchachos para arriba y para abajo”. Tiene un pitbull que permanece encarcelado en la cocina “porque es muy bestia, se para y me pasa”, y después de la última operación del corazón no puede agitarse mucho.
Se detiene en cada palabra, la mastica y la suelta con tono aleccionador y contestatario; como cuando al final de la pieza El hombre de la rata, el personaje echa a andar y cuando va a salir se vuelve hacia el público y comienza a hablarle con mucho recelo: “¿Saben lo que voy hacer? Me dedicaré a andar delante de mí, siempre derecho, hasta conseguir un lugar donde pueda vivir, trabajar y amar en paz. Un lugar en donde los hombres se quieran y se respeten, en donde el amor no traiga como lastre la traición, en donde el trabajo sea digno y sirva para algo. Si algún día lo encuentro les avisaré. Y si no, ¡vendré a decirles que no existe y que debemos luchar hombro con hombro para hacerlo!…Tal vez entonces nos liberaremos de la angustia”.
Seguramente Pinto avisará si encuentra ese lugar, pero mientras tanto continuará planteando los problemas a través de la palabra.
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