Aquel corso de la radio

Director, escritor y productor de programas de radio, Napoleón Graziani supo concretar su proyecto más ambicioso en este medio, Radio Capital FM 104.5, del cual salieron muchos de los mejores locutores y productores de hoy. He aquí una entrevista imaginaria a un personaje de la radio venezolana que puso creatividad y talento en todo lo que hizo

Minerva Vitti

Definitivamente es ecologista. No come paisaje. Lo suyo son las papas fritas, el bistec, las tajadas y su cena de siempre: pizza nada más con mozzarella, jamón y la salsita. No hay que preguntarle, siempre come lo mismo y sólo abre la nevera para tomar agua. De joven, pantalones 28; ahora 34.

Pero hay una cosa, además de la pizza, que lo deja con la boca abierta: su nieta.

También lo deja con la boca abierta Carúpano, y en cada viaje lanza piedritas desde el puerto de Cariaco; mira hacia el mar con nostalgia, como si buscara alguna embarcación con tripulantes corsos del siglo XVIII. Otra cosa que lo desvela es Internet.

Hay otras que lo apasionan día a día: la radio y la literatura. Así es Napoleón Graziani.

En 1970 empieza haciendo micros en Radio Nacional de Venezuela. Ahí realiza programas como América latina, magia, violencia y todo lo demás, El rostro de un continente y Punto de convergencia.  Luego pasa a Radio Capital y trabaja con Juan Manuel La Guardia Full Chola en  El nido del halcón. Su próximo destino es Radio Impacto donde comienza a transmitir programas que interactúan con el público. Retorna Radio Capital donde produce La flor en el ojal, uno de los programas más recordados en la historia de la radio, y que dio gran fama a sus locutores y amigos: César Miguel Rondón –con quien ha escrito guiones de telenovelas entre las que se cuentan: Las amazonas, El sol sale para todos y Niña bonita­– e Ivan Loscher.

Desde 1989 es director fundador de Capital FM 104.5 y asesor de Radio Capital 710 AM. Ocupa un desordenado escritorio de formica que parece madera. Siempre reposan allí retratos de su familia y nunca faltan dos ceniceros, uno para los visitantes y otro para sus dos cajas diarias de cigarros. Tampoco faltan tazas y vasitos con manchas de café. Debajo de la telefonera hay una caja fuerte que nunca se ha abierto porque a Oswaldo Yepez, antiguo dueño, se le olvidó la combinación.

−Napo, ahí hay unos dólares” –especulan sus compañeros de trabajo.

Pero continúa el misterio de la caja fuerte.

Una pieza de arte murano lo transporta a otro mundo. A través de sus ojos protegidos por dos grandes parabrisas era imposible distinguir el lugar al que ha partido. Se arremanga la camisa color beige, toca su vientre pronunciado y enciende el primer cigarrillo. Deja escapar una cortina de humo. La pieza de arte murano es una pecera con peces rojos, azules y verdes. Un pedazo de la isla de Córcega o quizás de las playas de Sucre. Nunca está en el mismo lugar, todo depende del estado de ánimo de Graziani. Cuando viene alguien pavoso o con malas energías la coloca en su escritorio.

—¿Sabes de qué año es?

—No, me podría decir.

—De los años cincuenta.

—Antes del exilio de su familia.

Antes del exilio.

—Usted es descendiente de corsos, ¿por eso ama tanto la ciudad de Carúpano?

—Sí, mis padres son descendientes de los corsos. Justo ahora estoy trabajando en una novela sobre los corsos en Carúpano. Allá está la casa de la familia y siempre que viajo me meto en la biblioteca de mi bisabuelo.

—Y encontró algo.

—Un día, tendría yo 38 ó 40 años, encontré su diario y tenía fechas de cómo fue comprando las propiedades cuando se vino de Córcega. El bisabuelo llegó a tener treinta mil hectáreas de cacao, luego vino un ciclón y se llevó todo.

—Señor Graziani, ¿cuándo descubre que quiere hacer radio?

—Siempre sentí pasión por la radio. Comencé a los 20 años haciendo adaptaciones de cuentos y libretos. Principalmente micros.

—¿En qué se diferencia Capital FM 104.5 de otras emisoras?

En Capital FM 104.5 hay gente de radio, no gente con programas de radio. Es un proyecto donde están los mejores locutores y productores. Aquí llevamos nuestra dinámica. No impongo el orden pero hay orden.

—¿Y cómo es la selección para tener a los mejores?

—Le puedo decir que no es una elección personal, es un casting porque cada uno es un personaje.

— Por eso el slogan “Presencia de radio”.

Con ese slogan se quiere decir que los locutores son importantes para el público y tienen presencia en el público.

Gran parte de la gente dice que sus programas están llenos de creatividad y de humor negro. Usted hace que las circunstancias sean más poderosas que los personajes.

El problema con nosotros es que somos seres trágicos y sólo sabemos manifestarnos de forma cómica.

A las 12 de la noche de cada 31 de diciembre algo distinto pasa en Capital 104.5 FM. Mientras todas las emisoras colocan cosas como Faltan cinco pa las doce, en Capital se escucha With a little help from my friends de Los Beatles. “¿Qué harías si cantara fuera de tono? ¿Te levantarías y me dejarías solo?”, interroga Ringo.

—¿Qué clase de hombre se considera?

—Uno que ha desarrollado tolerancia y soporta la brutalidad.

—Usted es un gran fanático de las computadoras, ¿qué es lo primero que hay que saber de computación?

Lo primero que tienes que saber es dónde está el software y dónde está el hardware.

—Cuénteme de su portal www.puroveinte.com.

Es un portal educativo que funciona como un directorio hacia las mejores páginas web con contenido educativo.

—¿Por qué precisamente un portal educativo?

Yo creo mucho en la web. Además, todo lo que se invierte en educación no es un gasto, es una ganancia.

—Le gusta enseñar.

Me agrada enseñarle a mis hijos. Cuando salían mal en el colegio el castigo era sentarme con ellos a estudiar.

Graziani tiene un silbido para su esposa y otro para sus tres hijos. No tiene mascotas porque “mi mujer no me deja”. Siempre tiene a Jorge Luis Borges en su mesita de noche y de Vargas Losa dice: “Se ve que tiene mucho oficio”.

Había un operador de radio que no hacía más que hablar y salir de la cabina. Un día, durante un programa al aire, el operador se fue al pasillo a comerse una empanada, Graziani cerró la puerta con llave y lo dejó afuera. La transmisión se cayó. Todos se alarmaron porque ¡la radio está caída! pero Graziani dijo: “No, lo que pasa es que el operador salió a comerse una empanada”. Luego lo despidió.