La periodista Carmen Teresa Valdez, de El Diario de Caracas, tuvo el privilegio de charlar en 1989 con Joaquín Soler Serrano, recientemente fallecido. Vivía, durante esa etapa en Venezuela, de manera permanente en el hotel Caracas Hilton. Aquí, las impresiones de Valdez 21 años después de ese encuentro, y después, la entrevista propiamente dicha producto de tal encuentro
Cuando Sebastián me pidió que escribiera un comentario sobre Joaquín Soler Serrano, no conseguí, enseguida, ubicar en mi memoria un recuerdo concreto que lo trajera al presente, en algo de su cuerpo y de su habla, capaz de permitirme esbozar alguna nota.
Pero comenzó, de pronto, un retroceso a aquella mañana de octubre, cuando entrevisté a Soler en 1989. Apareció ante mí locuaz, agitado, conjugando la palabra ocupadísimo como pauta de vida. De aquella conversación surgió una entrevista que leída a más de 20 años de escrita —en la prisa del diarismo, al compás del ruido de máquinas de escribir y humareda de garito que a nadie molestaba entonces— muestra con certeza que sigue siendo pauta del quehacer periodístico.
Conocido como entrevistador agudo y minucioso, Soler dibujó el oficio abriendo su particular caja de herramientas frente a una reportera con escaso kilometraje y mucho de inseguridad y complejos, frente a una experiencia de años y años, con tantos y tantos personajes entrevistados que podía contarlos de cien en cien.
Aquellos años 80 seguían marcados por la moda de la entrevista como ritual de disección implacable. El entrevistado terminaba como víctima, sin más derecho a pataleo que un desmentido carente de lectores. De esta forma de inquisición Soler se apartó. Quiso asumir como oficiante de un encuentro centrado en el interés hacia lo humano que hay en todos y cada uno, no importa si para mal o para bien. No importa si para lo rastrero o lo divino.
Me entero que la bruma sin recuerdos de los últimos años ocupó el espacio que a lo largo de una jornada de 91 años estuvo atiborrada de las inquietudes que motorizaron su hacer periodístico. No cumplió el deseo de entrevistar a Cristóbal Colon y, seguramente, el anciano Soler, olvidado de todo, se salvó de conocer la condena inútil que la vendetta revolucionaria decretó a estas alturas para el descubridor.
Quedó sin concretar el encuentro con Fray Bartolomé de Las Casas. Igual no le alcanzó la vida para una buena conversada con Diego de Losada, hoy igualmente proscrito en este país tan lejano en el tiempo al que Soler escogió para vivir buena parte de su vida.
CTV
Carmen Teresa dice que en 1989 era una periodista con escaso kilometraje, pero ya en ese entonces CTV era una periodista reconocida, era una pluma con peso, que no es lo mismo que un peso pluma. La entrevista de hace veinte años y el texto de ahora, lo refrendan.
Gracias, Mirtha.
Qué maravilla encontrase al azar, aunque yo sea de los del lado de la «vendetta», que para mi paladar es más bien redención ¿Importa eso? La letra de Carmen Teresa es lo que era entonces: concisa, serena y lúcida, admirable. Y aquella redacción de El Diario de Caracas, abierta y ruidosa, viv en mi memoria como lo mejor de lo mejor.
Un abrazo grande.