NADA EXTRAORDINARIO, SÓLO MAGIA

El Gran Henry, el mago más famoso de la televisión venezolana, continúa desempeñando el mismo oficio que hace cincuenta años. Hoy en día es dueño de la Casa Mágica y le va muy bien en su negocio. Su hijo Enrique y su nieto Reinaldo lo ayudan y se dedican igualmente al oficio del ilusionismo. Son tres generaciones que han compartido el talento y guardarán secretos para que el misterio se prolongue durante siglos, como es de rigor

Corina Briceño B.

Reconocimientos y fotografías recubren la pared de  la entrada. Sobre el escritorio, pequeñas bolas rojas, monedas y cartas. Una niña rubia posa con cara de asombro en un portarretrato. Se ha llevado las manos a las mejillas y su boca está inmensamente abierta, al igual que sus ojos que completan una dulce expresión de incredulidad.

−Esa fue la cara de mi nieta cuando le enseñé por primera vez uno de mis trucos. Me dijo: «¡Abuelo, ¿tú puedes hacer eso?»

Cualquier niño desearía tener un abuelo mago, pero es la pequeña Nicole la que goza de semejante privilegio. El Gran Henry la entretiene con toda clase de juegos de ilusionismo. De eso se trata, dice Enrique Gutiérrez sentado en su despacho: los magos son creadores de ilusiones, divierten al público con efectos ópticos.

No hacemos milagros y tampoco tenemos poderes extraordinarios, como algunos creen. Somos personas normales.

Originario de un pueblo llamado Puertollano en La Mancha, España, el mago Henry quedó cautivado desde pequeño con los circos y teatros ambulantes que recorrían el viejo continente. Entre charlatanes y astutos vendedores informales que mostraban sus habilidades en los juegos de manos, aprendió un fácil truco para desaparecer unas cuantas almendras ante los ojos de quienes lo observaban. Así reunió dinero para no perderse los espectáculos circenses y presenciar los trucos de uno de los magos más famosos de la época, Florences. A partir de ese momento decidió pertenecer al sorprendente mundo de la magia.

−Siempre quise ser mago y a lo largo de mi vida me he ocupado de no romper la ilusión de lo que soy.

Son 55 años de carrera artística haciendo magia blanca para entretener a niños y adultos. Enrique Gutiérrez llegó al país en 1958 de la mano de Víctor Saume para debutar en su programa El Gran Show de las 12 y quedó encantado con el clima y las muchachas venezolanas.

Desde los 23 años participó en los mejores programas de la televisión junto a los animadores más reconocidos, con el nombre de El Gran Henry. Entre ellos Show de shows, en el canal 4; Su majestad el niño, con Cayito Aponte en Radio Caracas Televisión; Renny presenta con Renny Ottolina; La gran revista del jueves, con Alfonso Álvarez Gallardo; y Súper sábado sensacional con Amador Bendayán y Gilberto Correa. Sus últimas apariciones fueron en RCTV junto a su nieto y su hijo, pero decidió no continuar.

Estuve en la época dorada de la televisión, fue la mejor en la historia venezolana antes de volverse absolutamente comercial. Ahora me están ofreciendo mucho dinero para aparecer en TVES, pero no pienso aceptarlo.

Además de haber asistido a innumerables congresos y convenciones sobre ilusionismo y prestidigitación, fundar el Círculo de Ilusionistas de Venezuela en 1963 y pertenecer a la Sociedad Americana de Magos, entre otras organizaciones, el Gran Henry fue el primer mago occidental en aparecer en la televisión oficial de la República Popular China. Un grupo circense oriental que vino a Venezuela le ofreció un contrato y con ellos practicó el número de la mujer introducida en un ataúd y picada en pedazos. No sólo apareció en la televisión realizando este truco, sino que viajó por las seis provincias de una China socialista, mostrando su talento a los asiáticos.

También ha recibido premios internacionales en España, Portugal, Miami y placas de reconocimiento por su labor ininterrumpida. Luego de tantos años practicando el oficio de la magia, insiste en que no dejará de divertir a su público porque es lo que más ha disfrutado a lo largo de su trayectoria.

 

SECRETOS MÁGICOS

Para el Gran Henry la magia está en todas partes: en el universo, en el mar, en las estrellas. Relata que ha existido desde la época de los faraones. El ilusionista egipcio Dedi logró torcer el pescuezo de un pato para luego darle de nuevo la vida, frente al faraón Keops. Los griegos e hindúes y los indios del Nuevo Mundo la practicaron igualmente, hasta llegar a Harry Houdini, Howard Thurston y los más conocidos hoy en día.

Son los mismos trucos viejos que han permanecido a lo largo de los siglos, pero con la diferencia de que ahora han sido perfeccionados y han evolucionado. Yo practico la magia blanca, que es aquella que entretiene e ilusiona de forma honesta, sin hacerle creer a los demás que se tienen poderes sobrenaturales o existen pactos con espíritus o con el mismo diablo, como solía pensarse antiguamente.

A pesar de eso, a él han recurrido varias figuras practicantes de la magia negra y astrólogos latinoamericanos reconocidos, que le consultan sobre los supuestos poderes mágicos que posee. Como la sacerdotisa Beatriz Veit-tane, quien rinde culto a la diosa de Sorte, María Lionza, desde hace cincuenta años. Dice el Gran Henry que ha presenciado ritos satánicos y sacrificios a los que lo han invitado. «He ido porque me gusta investigar y observar de qué se trata, pero no creo en ellos y no practico esos ritos. Creo en lo que yo puedo hacer».

El Gran Henry comenta que para ser mago hace falta astucia y habilidad, además de otras características importantes tales como buena presencia y sentido del humor. Hay que ser audaz a la hora de captar la atención del público mientras se realiza un truco sigilosamente.

Como he dicho antes, no tengo poderes extraordinarios. Todo está en la mente. Simplemente hay que repetir una frase: yo soy, yo quiero, yo puedo y hacer uso del ingenio que nos caracteriza como ilusionistas. El mago no nace, se hace.

Hoy en día es dueño de la Casa Mágica. Cuando llegó a Venezuela la visitó por primera vez en el centro de Caracas y allí presentaba sus trucos a los clientes, hasta que el dueño del local le ofreció quedarse con la tienda. Desde 1964 es propietario de ella y tiene su oficina en la sede del boulevard de Sabana Grande. El tercer local queda en el centro comercial Santa Fe.

Me siento realizado. He practicado la magia para entretener y para que descubran lo fascinante que es. Hago reír a los demás porque para estar sano, la risa es indispensable. He cumplido mi misión, a mi hijo y a mi nieto les tocará continuar cuando a mi me toque entregar la carta.