En apariencia es mujer y, al conocerla, no queda duda alguna de su feminidad. Pero Giannina Cadenas es categorizada como transexual, una condición que ha traído a su vida tanto éxitos como vicisitudes: una carrera en los medios, amoríos diversos y la necesidad de defender los derechos de quienes comparten con ella su estilo de vida. Estas son las experiencias de una persona que, a pesar de haber sufrido por ser diferente, encuentra regocijo negándose a ser normal
Nicolle Yapur
Rayas y manchas. La tapicería de los muebles vintage, las cortinas abiertas de par en par y la alfombra que decora el centro de la salita lucen en sus telas el diseño que la naturaleza le dio a la piel de los tigres y los leopardos. Es el gusto de quien busca camuflarse, tal como estos salvajes felinos lo hacen entre la maleza, dentro de un género al que no pertenece; por lo menos, no de nacimiento.
Giannina Cadenas es sinónimo de transformación. Ha pasado gran parte de su vida haciéndolo, ante la expresa discriminación de una sociedad que no la entiende. Hoy por hoy, manifiesta plena conformidad con su apariencia física, cosa que cualquier mujer que, como ella, haya cultivado una cintura estrecha, un abdomen plano y definido, y una piel tersa y bronceada, podría demostrar. A sus treinta años, luce su cuerpo sin timidez, con la confianza de quien ha invertido en él diez años de disciplina.
—¿Cree que está completa su transformación física?
—Me siento muy a gusto, lo que tengo es que mantenerme. Yo creo que las personas transgénero, caemos en el tema de la perfección, quizás por haber sido tan carentes desde niños o niñas de esa sexualidad que fuera cónsona con nuestro espíritu. Uno busca refinar cualquier detalle, pero yo me siento muy bien conmigo misma porque la ropa me queda como quiero y todo indica que soy perfectamente una mujer al verme al espejo. No creo que haga cambios, sino retoques.
—¿Retoques como cuáles?
—Como cualquier cosa, ya los años vienen y de repente uno se quiere hacer un lifting, se quiere cambiar las prótesis, o se quiere subir las cejas, suavizar la nariz. Pero no es tanto mi caso, yo no estoy centrada en hacer cambios radicales porque ya los hice.
—¿Y operaciones como el cambio de sexo?
—En este momento no es una prioridad para mí, o no lo ha sido desde hace un tiempo porque he descubierto que definitivamente el amor va mucho más allá de la genitalidad. Mis parejas me han valorado por lo que soy a nivel sentimental y emocional, y eso se ha sobrepuesto ante la parte física. Pero siempre he dicho que algún día me voy a operar, así tenga cincuenta años. Mientras tanto, soy transgénero y me siento identificada con el término, porque sencillamente vivo en la sociedad como una mujer pero tengo un pene.
—¿Cuál es la diferencia entre un transgénero y un transexual?
—Si entendemos que el sexo, la vagina y el pene, es lo que define el género, y el género es lo que determina el rol social, podemos comprender que la transexualidad ocurre cuando una persona tiene problemas de identidad sexual, es decir, con su sexo, el cual rechaza o repudia porque psicológicamente pertenece al opuesto; el transgenerismo es cuando el problema es de género, es decir, con lo que la persona representa ante la sociedad.
Sin rencores
Giannina sirve café y hace una pausa para prender un cigarrillo, admitiendo que tiene planteado dejarlo. El bullicio proveniente de la avenida Solano se escucha perfectamente desde la ventana de su apartamento, distinguiéndose, a pesar de la lejanía, los acordes de una canción de Michael Jackson. «Ahí está el imitador», señaló riendo al hombre que los fines de semana viste guantes y medias blancas, una chaqueta roja y se postra en una esquina a bailar copiando los movimientos de la fallecida leyenda musical. El lugar le sienta bien. La céntrica ubicación de su apartamento le permitió llegar caminando desde la Fundación Reflejos de Venezuela minutos antes de la entrevista. En esta oportunidad, venía de una reunión en apoyo a la postulación de Tamara Adrián — abogada transexual — para el Tribunal Supremo de Justicia.
—¿Colabora también en otras asociaciones del colectivo GLBT — gays, lesbianas, bisexuales, transexuales?
—Sí, con todas meto la mano. No hago bandera con una asociación, porque no me gusta que me encasillen. A mí me parece que la bandera gay, multicolor, la deberíamos de levantar todos, pero al parecer cada quien levanta un color y pelea por sus propios intereses. Entonces, a la hora de ejercer la lucha, estoy con todas, voy a las marchas, participo en todas las actividades que se puedan hacer, doy mi imagen, soy abridora de foros, de mesas de debate, pero no estoy con una asociación como tal.
— ¿Cree que esta lucha de aceptación tenga frutos en Venezuela?
— Soy una persona muy optimista, pero una cosa es querer creer que la gente nos acepte en su totalidad y otra muy distinta es lo que realmente ocurre. Lamentablemente, la sociedad está muy concentrada en seguir siendo heterosexista, en seguir aceptando de la boca para afuera, viviendo de la comidilla, de lo que hace el otro y no de lo que hace uno mismo. No hay zona de tolerancia, no es expreso el artículo del cambio de identidad legal. El derecho al trabajo no lo podemos ejercer, estamos destinadas a ser peluqueras, animadoras en locales nocturnos, o bien dedicarnos al trabajo sexual.
—¿Ha sido discriminada?
—Una transexual o transgénero que te diga que no ha sufrido de discriminación está mintiendo —su voz de pronto se tornó más amarga y hablaba con la dureza de quien no quiere mirar atrás, pero tampoco se avergüenza de hacerlo—. Depende de ti. Yo, por supuesto, he sido víctima de algunos acosos verbales, pero eso fue hace mucho tiempo, ya hoy por hoy no pasa nada. Más bien lo que hacen es pedirme el teléfono. Lo más lamentable de la discriminación, que afecta a todo el colectivo, es que no es usual que se vean transexuales siendo directoras de recursos humanos o gerentes del Banco Mercantil.
—¿Y usted quisiera ser gerente del Banco Mercantil?
—No —sonríe de medio lado, con cierta picardía—, pero quizás yo hubiera querido tener algún lugar de trabajo como cualquier otra persona, reconociendo que es muy fuerte porque los mismos heterosexuales tienen cualquier cantidad de problemas con sus compañeros de trabajo. Lo que se quiere es jugar a ser uno más.
Sin embargo, no se puede negar que Giannina tiene vocación para los medios, a pesar de no contar con el respectivo título universitario. Conduce un programa en la emisora Radio Rumbos, llamado Sine qua non, sexo sin condición, y se desempeñó como presentadora de televisión en Ávila TV. También agrega a su lista de ocupaciones el modelaje y el teatro. De hacer la pregunta correspondiente, dirá que se define como una transexual exitosa.
Nada que lamentar
Prefiere hablar de sus triunfos, más que de sus dificultades. No le gusta que la victimicen, y se altera cuando recuerda comentarios lastimosos de otras personas. «Ser transexual no me ha impedido nada, es cuestión de actitud» fue la frase que reforzó con su expresión elocuente y su negativa a darle importancia al tema de la discriminación. Sin embargo, se desconcentró al tocar el tema del amor: su actual novio había interrumpido el discurso entrando en la habitación a servirse un vaso de agua. Con una mueca de complicidad, recuperó el hilo de lo que decía y se extendió sobre el asunto.
—¿Se ha enamorado?
—Por supuesto. Soy muy sensible para enamorarme. Pero en esta etapa de mi vida yo ya comprendí que eso del enamoramiento es una llama, es una mechita que se prende y que no es muy duradera. Es una situación por la que pasas, la vives, la disfrutas un rato, pero después lo que queda es, en caso de que llegues a vivir con esa persona y llegues a consolidar la relación, todo el tema de la convivencia. Esto hace que la pasión y la ilusión se acuesten a dormir un poco. Me enamoro pero con un poco más de previsión y racionalidad. Es un proceso muy lindo de nuestra vida, pero hay que saberlo manejar.
Confesó que ha tenido suerte con las parejas. Una de sus metas es, precisamente, lograr estabilidad emocional con un hombre. Sin embargo, no quiere casarse, ni en este país ni en ninguno.
—Todo es tan relativo que depende del drama que uno le ponga al asunto. Mi separación con mi ex fue porque él quería tener hijos, y yo dije: «Váyase y búsquese otra mujer porque aquí lo que hay es perrito». Pero he conocido gente joven que no quiere tener hijos, y aún así me dicen: «Pobrecita esta muchacha que tiene ese problema», pero ¿cuál problema? Si ella tampoco quiere parir, yo soy igualita. Yo no nací con esa condición de que quiero tener hijos y no puedo, simplemente lo he asumido. Es lo mismo. No hago activismo para que la gente de mi colectivo se regodee de una desgracia que no existe o que es tan igual a la de cualquiera. Ojalá algún día aprueben muchas cosas en nuestro país para podamos llevar una vida normal. Pero, aún así, como transexual, he tenido mucha suerte.
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