Toto Aguerrevere es el autor del libro Cuentos de sobremesa, agotado en todo el país a un mes de su publicación. Su humor le ha ganado al menos 600 visitas diarias en el blog donde narra la vida de un caraqueño sifrino
Mariana Bernárdez S.
Toto Aguerrevere se toma un día a la vez: un día fumó su primera colilla; un día se enamoró; un día se graduó de su segunda carrera; un día se desenamoró; un día decidió ganarse la vida haciendo gala de sus conocimientos en inglés y su título de abogado y fundó una compañía de traducciones legales; un día perdió la cuenta de cuántas veces había sido padrino de bodas; un día se afligió porque los demás tenían la vida que él quería vivir; un día encendió uno de tantos cigarrillos y se dio cuenta de que a sus 31 años estaba haciendo exactamente lo que quería hacer; un día, Toto Aguerrevere abrió las puertas de su casa, acompañó una hamburguesa con una Coca Cola y comenzó a contar cómo un bloguero llegó a ser noticia de literatura.
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A sus treinta años no tenía una carrera exitosa, no se había casado, no había dejado una huella imborrable en el mundo: no había conseguido lo que pensó que tendría al llegar a la tercera década, pero el Toto de ahora y el Toto de antes —como denomina a sus aspiraciones pasadas y actuales— se diferencian en dos cosas: felicidad plena y agotamiento puro. “Estoy más relajado con quien soy, y más contento imposible. En el pasado mi diatriba con llevar un curso de vida alternativo y no seguir los cánones de mis amigos me trajo todas las inseguridades del mundo. Hoy sé que puedo ser quien sea”. La seguridad de sus palabras engaña a quien pueda pensar que semejante hombre, menudo y abstraído, tenga poco que contar.
Lo que ves es lo que te toca
Entre bocanadas de Astor relata el último mes: desde el bautizo de su libro Cuentos de sobremesa el pasado 8 de noviembre ha abandonado su rutina y sacrificado el sueño para hacer promoción al compendio que empezó a escribir sin saberlo hace dos años.
Una entrada en inglés titulada El río de la libertad, publicada el 30 de junio del año 2008 en su blog, Conversations overheard at the madhatter’s tea party (Conversaciones oídas por casualidad en la fiesta de té del sombrerero loco), marcó el inicio de un ejercicio de constancia que resultó en lo que hoy es Cuentos de sobremesa. “Inicialmente la idea de abrir un blog era ver si tenía la persistencia para escribir todos los días. Los dos Toto, el de antes y el de ahora, querían escribir un libro. Lo que no sabía el Toto de antes es que al abrir el blog ya estaba escribiendo el libro del cual se vanagloria el Toto del presente”. Su primera publicación impresa —fuera de una revista— es una recopilación editada de algunas de sus entradas.
Toto relata sus días, pensamientos y conversaciones con la certidumbre de que en la cotidianidad suceden acontecimientos y se escuchan historias que vale la pena repetir. Diariamente al menos seiscientas personas están de acuerdo con él, porque se convierten en los “Yo te leo” a quienes ha dedicado más de un texto y muchos agradecimientos. A pesar de reconocer la difusión que ofrece el medio digital, no desestima la trascendencia del medio impreso: “Lograr seguidores en un blog es difícil, pero no imposible si se es constante y se actualiza periódicamente, porque la gente espera por más. Con el libro, es el punto final. Lo que ves es lo que te toca. Lo físico juega un papel importante, porque ver un libro en tu biblioteca para mí es la mejor sensación del mundo”.
La biblioteca está en su cuarto, al lado de una colección de soldaditos de plomo y un collage de fotografías de gente saltando. “Eso es el antídoto contra el mal humor”. Cuando se acercaba a las tres décadas, Toto pidió a sus amigos que se tomaran una fotografía saltando, tratando no sólo de descubrir más sobre sus personalidades, como lo hizo el fotógrafo Phillipe Halsman con Dalí, Marilyn Monroe o Albert Einstein en su serie Jumpology, sino también como método para luchar contra el mal humor: si conseguía que cien personas olvidaran sus responsabilidades y paranoia producto de la inseguridad caraqueña por cinco minutos y retrataran ese momento para enviárselo, tendría cien regalos de cumpleaños. En vez de cien fotografías, recibió trescientas cincuenta y cinco desde quince países además de Venezuela.
El lomo amarillo de la obra de su autoría no figura entre los libros de Derecho, las novelas, los almanaques mundiales o las revistas de National Geographic. Sobre la mesa de noche, Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell. “Cada vez que la leo me doy cuenta de que los arquetipos de los cuatro personajes principales pueden relacionarse al contexto político de nuestra actualidad venezolana. El tema no es el amor, es la supervivencia. ¿Qué hace que las personas pasen por una misma situación y sobrevivan de una manera tan distinta? Esa es la maravilla de esta novela”.
Él no se considera un sobreviviente en Venezuela. Muchas veces le han preguntado por qué no se va del país. Siempre responde: “¿Por qué sí?”.
Irreverencia de un sifrino de cepa
Estudió en el Colegio Jefferson y pasa sus vacaciones viajando por el mundo. En la entrada de su casa en Los Palos Grandes nunca falta una invitación para algún matrimonio en la quinta La Esmeralda, o en la Monteverde o en alguno de los clubes más exclusivos de Caracas. No mezcla el whisky con Coca Cola porque lo considera un insulto a la bebida. Ha pasado más jueves por la noche en Le Club, local ubicado en el centro comercial San Ignacio, de los que puede recordar. Toto admite cumplir con todas las características de un sifrino de cepa, de esos que nacieron en la comodidad de una familia acaudalada con trayectoria en las esferas sociales más elitistas del país, pero se considera el sifrino peor vestido de la ciudad. “¿Qué si soy sifrino? Sí. La gente lo ve como algo despectivo, yo no lo veo así. Tengo todas las cualidades para ser un sifrino insoportable y me da fastidio. Debe ser por eso que caigo bien”.
Se burla de quienes salen sonrientes en las páginas de Sociales de los periódicos venezolanos, se burla de quienes se preocupan por el qué dirán, se burla de quienes traen los Tylenol de Miami y se burla de quienes marchan por las calles de Caracas con camisas nuevas marca Columbia que acaban de comprar en su última visita a Nueva York: Toto se burla de donde viene y se burla de sí mismo, porque piensa que la vida es una montaña rusa espectacular donde solo queda alzar los brazos y disfrutar el paseo.
Más que una línea en el currículo
“Juan José Aguerrevere Sánchez” dice el encabezado de su historia de vida profesional. Pocas personas lo conocen con ese nombre. “Abogado de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), Licenciado en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana con tesis Mención Publicación, líder de la única delegación venezolana que ha ganado el máximo reconocimiento en el Modelo de Naciones Unidas de la Universidad de Harvard, trabajo en la Cámara de Comercio e Industria Venezolano-americana (Venamcham), consultor en la trasnacional Accenture”, etcétera.
Sin duda, Toto, quien se apoda así desde que en la infancia su hermano menor balbuceó esas dos sílabas refiriéndose a él, cuenta con una formación académica y profesional extensa. Aun así, prefiere verse como alguien que hace lo que le gusta:
Me gusta escribir. Desde correos electrónicos hasta mis columnas en las revistas y las entradas en el blog. Me fascina que todo comience con una idea, una frase o un acontecimiento y de ahí arranco, procurando matizar el escrito con un humor negro que me dé risa. Escribo cosas que me gustaría leer a mí si me las mandaran.
Ha pasado por muchas facetas pero niega que esto, escribir, sea sólo una faceta. “Esta vida hay que gozarla, y yo gozo escribiendo. Para mí no es sólo una línea en el currículo”.
Esté redactando su columna de solteros para la revista Urbe Bikini, sus crónicas de la vida de un caraqueño para la revista Clímax o curiosidades para la revista Entresocios del Caracas Country Club, un cigarrillo y su blog siempre lo acompañan.
Abrir mi blog fue lo mejor que me ha podido haber pasado. Todo lo que estoy haciendo en este momento y los proyectos a futuro, incluidas esas tres columnas, se dieron porque puse alguna inquietud o artículo de humor allí.
Hoy fue la última entrevista de radio. A partir de mañana Toto volverá a su rutina: despertarse a las ocho de la mañana, devorar el periódico con el desayuno, hacer traducciones, caminar para hacer diligencias, pasear a sus perras, escribir, y pasar la noche “gozando, investigando, escribiendo e interviniendo fotos para el blog”.
Convencido de que el mundo confabula para que las personas consigan su camino y hagan lo que les gusta, solo tiene un consejo de vida para cualquiera que se interese en pedírselo: “Siempre hay un cigarrillo de más y un whisky de sobra, pero no te olvides de gozar la fiesta”.
Toto Aguerrevere es el hombre que devolvió la esperanza en su género:casi todas las venezolanas hemos repetido que aquí los venezolanos buenos se acabaron y él es la muestra viviente y fumante, de que dicha afirmación no es verdad, todavía… Gracias por dejarnos saber que existes…voy a misa sola desde los 11años y estoy aprendiendo francés porque lo demás «te lo tengo».jajaja. Cuídate.