Crónica de Madrid sin churros

Madrid es huella mudéjar, Puerta de Alcalá, parque del Retiro color malva, tapa o montadito a mediodía y gentío en cada bendito lugar; por estos días, es adaptación masiva a la prohibición de fumar en bares y restaurantes. Madrid es también el novedoso Matadero, sitio de artes múltiple que antes fue, por si cabía duda, lugar donde se beneficiaban reses. En esta ciudad los niños se entretienen en el Metro cuando sus padres les leen un pasaje de Miguel Delibes adosado a sus paneles, El matacán del majuelo. Es, Madrid, consumo desaforado de roscones, peregrinaje masivo al Corte Inglés y hegemonía de la ropa con marca. Madrid es entusiasmo multicultural , tortilla de patatas y vital creación. La cultura iberoamericana tiene un lugar especial en Casa de América

Sebastián de la Nuez

Al venezolano Boris Izaguirre, que sigue siendo un figurón en los entresijos de la prensa rosa, le preguntan en cualquier programa de televisión cuál es la pregunta más tonta que le han hecho y no sabe qué responder. A la mañana siguiente, día de los Reyes Magos, es pascua militar y aparece en Televisión Española una señora rubia, emperifollada en su conjunto tweed como quien está a punto de protagonizar una telenovela venezolana. Se llama Carme Chacón, es ministra de la Defensa –posición antes reservada a generales muy compuestos y muy franquistas− y da su discurso mientras todos los demás en el suntuoso salón de La Zarzuela permanecen de pie, incluyendo rey y reina. Habla esta versión de Pierina España −sin comerse ni una ese y abundando en zetas− sobre lo que considera el mejor aporte del estamento militar a la actual sociedad española: hacerse querer bajo dos principios, valor y generosidad. Alude a los 46 mil militares españoles que han pasado por Bosnia-Herzegovina desde que esa zona balcánica fue noticia triste por primera vez en esta era. Alude a los militares destinados a Afganistán y al Líbano, así como a quienes fueron a ayudar a Haití tras la tragedia del año pasado y allí se quedaron hasta el sol de hoy. Chacón es, pues, rubia, civil, gentil, moderna, echadapalante y liberal.

Luego, el rey habla, pero habla durante diez minutos y calla. Se acabó el acto, no cadena. Nada de churros verbales.

A OTRA COSA

Sales a la calle y hace un frío de cinco grados en el Paseo del Prado y sus alrededores. Ese día los museos están cerrados pero hay cientos de italianos –también japoneses con sus rostros fujifilm− merodeando de aquí para allá, buscando dónde aparcar su curiosidad. Bordean el Museo del Prado, pasan delante de la gigantografía que anuncia la exposición de Peter Paul Rubens, esa cabeza de caballo melenudo que es el símbolo del poder y que ocupa dos pisos de la fachada lateral del Museo. Más allá, el busto de Goya y una camioneta de la Policía que permanece allí todo el tiempo. El Museo está al lado del Ritz, que cumple cien años celebrados con su propia exposición: grandes fotos de las personalidades que han pasado bajo sus arañas, entre ellas, torpe y cabezón, Mr. Bean.

En las vidrieras de las buenas librerías de Madrid –porque las hay malas− se anuncian las Entrevistas a Andy Warhol, la biografía de Patricia Highsmith, las memorias de Keith Richards, la última novela de Almudena Grandes −también entra en la vena de la revisión histórica del franquismo− y ese tipo de pseudoreportaje siempre en boga que anida en la periferia del escándalo: Traficantes de información, con el subtítulo que hace salivar a los incautos: La historia oculta de los grupos de comunicación españoles.

EN EL PRADO

Al día siguiente continúa en su sitio el busto de Goya, pero esta vez hay un gentío en cola. El gentío lo evitas entrando por la puerta contraria a la plaza Cibeles y comprando un boleto para ver sólo las colecciones permanentes. Una vez adentro puedes irte a las exposiciones no permanentes. En la sala 66 están los sucesos del 2 y 3 de mayo en vivo y directo puesto que Francisco de Goya y Lucientes así ha de quererlo por los siglos de los siglos. Por algo es considerado el primer cronista de guerra en la historia. Estamos hablando de 1808, cuando Bonaparte invadía a España con ayuda de los mamelucos.

En la sala 66 están los alzados de la España que se resistía a la invasión cayéndoles a pedradas a los invasores. Se llama «La lucha contra los mamelucos». El otro es el más conocido, con el rebelde de comisión blanco −la cara descompuesta prendida en rojo ante el resplandor de las antorchas− a punto de ser fusilado, los ojos en ascuas. Es el 3 de mayo en Madrid tal como se lo cuenta a la posteridad el sordo aragonés nacido en el pueblo de Fuendetodos.

Hay dos cuadros más en la sala 66: un retrato del general Palafox montado sobre su caballo, y otro de Fernando VII.

En otra sala está doña Juana, pero no se parece en nada a la de los paquetes de harina precocida. Es Juana I de Castilla y se dispone a levantar de su sepulcro a su extinto marido Felipe El Hermoso, pues padece de mal de amores y no acepta, en su condición de reina, los designios de la Divina Providencia. Su querido marido no puede seguir muerto. La retrata Lorenzo Vallés. El arte en la historia de España está marcado por la religión, la monarquía, las guerras y también por la locura.

Fuera, bajo el cielo gris, está el camino amplio del Paseo que conduce bien hacia los restaurantes de la Gran Vía, bien hacia Atocha, bien hacia Correos, bien hacia Cibeles o bien hacia Casa de América, donde permanece con pocas visitas una muestra muy latinoamericana. Por supuesto está Eva Perón. Y están los bigotes de Lázaro Cárdenas junto a los bigotes de otros prohombres de estas tierras como Leopoldo Lugones, Oscar Ringo Bonavena, José Martí… El Che Guevara conduce al visitante por las escaleras hacia el primer piso con sus salas repletas de montajes sin pretensiones de arte conceptual. Es, más bien, crónica en montajes. Una gran flecha roja remata la alusión al legendario guerrillero, que termina en una fotografía del héroe junto al periodista argentino Jorge Ricardo Masetti. Pero algo rompe la armonía de la utopía imaginada y reporteada. En la flecha puede leerse el grafiti PATRIA O MU…

En otro mural se lee la frase «Periodismo es anagrama de es oprimido».

Pero de periodismo, y sobre todo de enfoques sobre una misma noticia, habla más propiamente aunque sin hablar el alemán Feldmann en el Museo Reina Sofía.

UNA SERIE DE PORTADAS

Sobre la idea de Atlas se despliega una muestra heterogénea y seductora en el Centro de Arte Reina Sofía abarcando postales, libros de Borges, series de fotografías de artistas del pop art… Esa idea de reconfigurar el orden natural de las cosas, compendiando la obra de los artistas como método de conocimiento transversal resulta una maravillosa perspectiva.

Por otra parte, por estos días (diciembre de 2010) sigue el homenaje al pensamiento filosófico de Walter Benjamin en el Círculo de Bellas Artes, un sitio con una cafetería al viejo estilo y una terraza desde la cual se ve la ciudad en su esplendor, sobre todo en días despejados. El CBA se abre al cine, al teatro y a todas las manifestaciones plásticas.

El recorrido vital de Dalí y García Lorca en la Residencia de Estudiantes se puede apreciar –fotos, pinturas, alusiones a su supuesta relación homosexual, revistas en que participaron, objetos diversos que marcan la época de los años veinte−  en Caixa Forum. Por cierto: allí mismo se despliega una preciosa colección de fotografías de Isabel Muñoz, quien se dedicó a retratar los rostros de los niños –y sus familiares más cercanos, cuando los tienen− en las regiones más desamparadas del mundo. La Caixa Forum, desde su misma fachada con jardín vertical, es una joya de la responsabilidad social empresarial: en cada piso hay un motivo para volver a creer en las inmensas posibilidades del genio creador humano.

Pero uno de los montajes más interesantes es la serie de portadas de periódicos de Hans-Peter Feldmann en el Museo Reina Sofía. Ciento cincuenta primeras páginas que este artista tuvo a bien coleccionar bajo un denominador común: todas llevan la fecha del 12 de septiembre de 2001. De modo que es una ventana abierta al tratamiento que le dieron los medios impresos al ataque a las Torres Gemelas, abarcando diarios de América, Asia y Europa. Hay periódicos árabes, por ejemplo. Uno no entiende, claro está. Sin embargo, el principal titular, en perfecto inglés, alude a una película precisamente norteamericana: Apocalypse now. Más nada.

Al parecer Feldmann es el artista más representativo del arte conceptual alemán.

La exposición en el Reina Sofía enfoca su trabajo en la imagen fotográfica. El hombre colecciona “obsesivamente” imágines. De modo que el resultado son series. Algunas tan conocidas como sus Time Series, en las que retrata, en las 36 imágenes de un carrete analógico, un hecho insignificante, como un barco que pasa o una mujer limpiando una ventana. Sus primeros trabajos fueron una serie de pequeños libritos impresos en offset titulados Bilders (Imágenes) en las que reproducía una o más imágenes de algún objeto cotidiano: herramientas, aviones, rodillas, etc.

Mirando las portadas de medios europeos y americanos que recolectó con motivo del 11-S, puede colegirse, por ejemplo, que los que más gastan palabras tratando de explicar algo más allá de lo sucedido son los españoles, en especial El País («El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush») y El Mundo, con titular a tres renglones. Los franceses, por el contrario, son meramente interpretativos o dejan el peso sobre la foto: Le Figaro dice «La nouvelle guerre» en tipografía de alto octanaje; Liberation, igualmente sobre la gran foto de las torres a punto de derrumbarse, simplemente la fecha, «11 septiembre 2001», como quien anuncia desde ya que esto quedará para la Historia. Y L’Humanité resuelve con sólo una palabra: «Effroyable» («Espantoso»).

Varios diarios alemanes titulan de idéntica forma: «Krieg gegen Amerika» («Guerra contra América»). Un matutino turco y el Financial Times recurren a una referencia histórica: Pearl Harbor.

Los periódicos latinoamericanos y portugueses son los peor titulados. Hay uno chino en el que es imposible distinguir qué les llamó la atención, pero en todo caso dejan escaso margen para las fotos, que pierden así buena parte de su impacto.

Los periódicos más modernos colocan la gran foto de las torres como un gran afiche. El inglés The Independent sigue esta norma poniendo el no va más bíblico «Doomsday America». Un periódico chileno recurre al lugar común: «Monstruoso ataque terrorista a EEUU» en letras rojas, mientras el Evening Standard echa mano a un principio periodístico: dentro de la tragedia, busca lo que sobrevive. Pone la foto de unos bomberos emergiendo entre los escombros y dice «Still alive» en letras gigantescas.

No hay periódicos venezolanos entre los recolectados por Feldmann, aunque sí alguno colombiano.