DE LOS LIBROS Y LAS CONVICCIONES

Al hablar cita a Federico Nietzsche o a José Ortega y Gasset. No se apresura a contestar con la primera frase que se le ocurre, medita sus palabras como si estuviera en el eterno ejercicio de la enseñanza. Es meticuloso y maniático con la lectura y el conocimiento. Pedro Beroes, periodista, fundador del diario Últimas Noticias, profesor universitario, intelectual y activo personaje de la vida nacional, transforma su pausado verbo en filosas dagas cuando se le atraviesa la palabra “gobierno”

 

María Angelina Castillo Borgo

No. No teníamos intenciones de realizar la entrevista en su casa, pero allí estábamos. Relajado sobre una silla, en la inmensa biblioteca, con unos pantalones oscuros y una camisa gris, Pedro Beroes juega con unas ligas que ha sacado de una gaveta. Las estira y vuelve a encoger como si les hablara sobre la última disertación que se le ha ocurrido acerca de la política. Sobre el escritorio, se mezclan, en un particular orden, los ejemplares de literatura norteamericana contemporánea que ha comenzado a leer.

Se muestra concentrado en su accionar de manos, con rostro pensativo. Para llamar su atención, le hablo sobre un artículo que publicó a principios de los años cincuenta, cuando trabajaba como colaborador para el diario El Nacional.

─¿Cree en el suicidio como “revancha contra la vida”?

Pedro Beroes deja tranquilas las ligas y camina hacia su estante, desde el que se leen títulos como La mano junto al muro, de Guillermo Meneses, cuyo prólogo escribió cuando era asesor cultural en el Concejo Municipal, cargo del que fue destituido hace catorce años. Corren los días de marzo de 1993.

─El realidad, el hombre tiene ciertos derechos sobre su vida ─dice dándome la espalda─, ¿pero, hasta qué punto podrá identificarse la vida humana con una propiedad de la cual su dueño está en capacidad de disponer libremente hasta el extremo de acabar con ella?

Su verbo es pausado, meticuloso. Construye frases con la perfección de quien conoce de memoria el cuestionario y ha tenido tiempo para reflexionar sobre sus respuestas; como un gladiador que llega preparado a la arena, y con su mirada fija en la bestia le dice que enfile sus colmillos, confiado de que se ganará su libertad.

Toma del estante un libro, y en la pared resalta un cuadro gigante del poeta español Antonio Machado, junto con otras obras de arte y más libros. Vuelve a sentarse y me observa como para interrogarme si vamos a hablar sólo de la muerte. No apura la conversación, pero tampoco le gusta esperar.

 ***

Conchita de Beroes, su esposa, ha entrado a la sala para avisar que saldrá de compras y nos consulta sobre si necesitamos que nos lleve a algún lugar. Pedro Beroes no maneja; tampoco utiliza chófer. Accedemos a acompañarla para que nos deje en algún lugar de Caracas donde podamos contemplar el resto del día. El silencio de la casa comienza a pesar en la conversación. Dejamos su residencia en Santa Fe rumbo al bullicio. Él va en el asiento de atrás, a mi lado, y observa por la ventana como si se encontrara en un permanente estado de reflexión. Por las calles vemos pasar un grupo de liceístas. Son las cinco de la tarde y comienza a pegar el calor.

─Una de sus grandes preocupaciones ha sido siempre la enseñanza, ¿cree que en la actualidad hay vocación en las escuelas?

─La enseñanza vocacional es fundamental para lograr el desarrollo de las capacidades de los jóvenes, tanto en lo público como en lo privado, pero tal cosa no existe en Venezuela.

─¿Tan pesimista?

─Realista.

***

Caracas se desnuda inmensa. Desde el asiento del copiloto, se asoma un ejemplar Últimas Noticias, diario del que fue fundador en el año 1941, cuando Isaías Medina Angarita ─gobierno que considera más democrático─ legalizaba los partidos políticos. En el proceso participaron también los periodistas Víctor Simone D’Lima, Vaughan Salas Lozada y Francisco José “Kotepa” Delgado. Muchos afines a las ideas comunistas.

─Ha sido siempre un acérrimo defensor de la libertad de expresión, ¿pero qué significa eso en la vida real?

─En efecto, la consagro como un principio inalienable, y para comenzar a responderte utilizo la frase de Renato Descartes “pienso luego existo”. Así concebido, el hombre debía garantizarse en la práctica la libre expresión de su pensamiento. Pero la historia demuestra que no por el perfeccionamiento de los medios de comunicación, ni por la aparente seguridad que las constituciones brindan a la función humana de pensar, la libre expresión del pensamiento ha estado menos expuesta a las asechanzas del poder.

─¿Habla de manipulación?

─¿Quién puede imaginar que los conductores de la humanidad desean de veras un mundo poblado por hombres que se han elevado a una considerable altura por el sólo hecho de pensar? Por eso se cultiva la ignorancia de las masas, porque mientras menos piensen estarán siempre más sujetos a la voluntad de los conductores.

─¿Cuál es el fin último de esa farsa?

─El convencimiento de las masas sobre la aparente necesidad que de los conductores tienen. La historia del hombre se resume a la dramática pugna del pensamiento por alcanzar su libre y plena expresión. Y a veces parece erguirse por encima de las tinieblas que rodean a las clases en el poder.

─¿Cuál es, entonces, la función del periodismo?

─Contribuir con la extinción de la ignorancia. Pero eso no sucede. Es que por encima de su misión puramente informativa, los periódicos desempeñan una función de orientación de la opinión política de la ciudadanía. El hombre corriente de izquierda lee preferentemente los periódicos de izquierda, porque reflejan más o menos fielmente sus propias opiniones.

Sus observaciones se salpican constantemente con los tintes de la política. No puede evitar sus ideas filosas, tampoco parece querer hacerlo. Rechaza todo lo que venga de la verborrea de los políticos, por eso ha rechazado condecoraciones como la Banda de Honor Andrés Bello, que intentara otorgarle el presidente Luis Herrera Campíns.

***

Pedro Beroes es tímido, de gesto amable y les tiene miedo a los aviones. Es también un infinito lector, un “tragalibros”. Investiga y reflexiona más intensamente que con la velocidad con que critica a los políticos nacionales. Sus amigos lo describen como un hombre sencillo, bondadoso; que no escribe por escribir, sino porque tiene una idea que decir. Para él, el conocimiento es un arte supremo.

─Mención de Honor del Premio “Henrique Vizcarrondo” en 1980 por su artículo Don Andrés Bello. Su figura y su tiempo… ¿por qué la elección de un intelectual de ese tamaño?

─La patética contradicción entre el hombre y su circunstancia, para emplear el lenguaje de Don José Ortega y Gasset, da la medida exacta de la personalidad humana de Andrés Bello. Si algo difícil hay para el hombre es dar cumplimiento a la divisa de Federico Nietzsche: “Llega a ser el que eres”. Y su valor intelectual, imposible de negar, radica en haber llegado a ser quien era, a pesar de las circunstancias de su tiempo.

─¿Cuáles fueron esas circunstancias… o contradicciones?

─Por su sensibilidad y su formación intelectual, era un hombre de razón que pertenecía al siglo XVIII, pero le tocó vivir la mayor parte de su tiempo en el siglo XIX, fecha que hace de la pasión uno de sus grandes mitos: las guerras.

***

Mendigos, tráfico. La ciudad se nos presenta indefensa y sucia tras los intentos de golpe contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que, en su segundo mandato, atraviesa un juicio por peculado y malversación. Dominado por sus venas comunistas, Pedro Beroes despotrica contra la política. Asume ese tema con precisión y dureza, para que sus ideas no queden en medias tintas. Cree que las razones para dar un golpe de Estado son evidentes en una época como ésta: “Los gobiernos han llevado a la gente a la desesperación”.  

A la distancia, una propaganda electoral aún permanece amarrada a un poste de luz. Sonríe el rostro de Eduardo Fernández, candidato por Copei que llegó en segundo lugar en 1988. Pedro Beroes lo observa. Su rostro se ensombrece y sentencia:

─Venezuela vive el drama de que sus políticos se han quedado anquilosados. Durante estos treinta y cuatro años de régimen llamado democrático, se han ido perdiendo los valores intelectuales y humanos fundamentales. Creo que ningún gobierno ha hecho nada ni ha servido para nada, porque gobernar significa implementar políticas que satisfagan las necesidades de los venezolanos, y ninguno ha hecho eso.

─¿Y la política que se ha desarrollado durante la democracia?

─Aquí no se hace política, sino politiquería barata: pleitos por un carguito, la distribución del presupuesto y pleitos entre los partidos.

─¿Guarda resentimiento por su destitución del Concejo Municipal?

─Lo que me resulta es desagradable el motivo canalla con que me sacaron: que yo no hacía nada. Yo cumplía las labores correspondientes a un asesor cultural. Si se trata de eliminar un cargo, pueden hacerlo. Pero que por lo menos digan las verdaderas razones: que la señora Adela de Calvani tiene su propia concepción de la cultura. Yo creo que en el fondo el propósito era aprovechar para hacer propaganda copeyana; y conmigo no podían contar para eso.

─¿Cree que a los políticos no les interesa la cultura?

─No les interesa. Porque es una inversión que no les rinde beneficios económicos.

La conversación se vuelve filosa y su esposa mira constantemente por el retrovisor como estudiante atenta. Llegamos al café y nos bajamos del carro. Caminamos hacia unas mesas donde nos esperan para atendernos. Pedro Beroes no se detiene a pesar del esfuerzo que ha implicado este proceso.

─A finales de los años setenta usted llegó a decir que le veía al país un mañana incierto y mediocre, ¿sigue pensando de la misma manera?

─Es muy difícil esperar algo bueno. La política venezolana sigue siendo tan caudillesca como lo era en tiempos pasados. Sólo que ya no son caudillos de montoneras, sino civiles que hasta han pasado por universidades. Y el presidente Pérez es un señor que no ve, no oye, no atiende. Por lo menos algo se está haciendo ahora en las salas de la justicia.