Política con bongó

Diego Bautista Urbaneja −abogado, escritor y amante de la música latina− invita a rescatar la tolerancia y la solidez ideológica que se perdieron antes de la llegada de Chávez

 

Juan Andrés Soto

Rostro ovalado y relleno, entradas muy profundas y poco cabello canoso, cejas grisáceas, ojos pequeños con bolsas, nariz perfilada y labios delgados. A diferencia de la mayoría de los caraqueños, no interrumpe a quien le habla y escucha con respeto. Usa un jeans azul, camisa azul clara con mangas largas arremangadas tres veces, reloj dorado y zapatos marrones un poco desgastados. Le cuesta hablar sobre sí mismo, pero en su intelecto las palabras se fusionan como percusiones de Ray Barreto o el Hot timbales de Tito Puente.

Urbaneja es abogado, escritor, columnista y lleva 11 años dirigiendo el programa radial La linterna en Radio Caracas Radio. Suelen etiquetarlo como político e historiador, debido a sus publicaciones sobre historia y labores para las organizaciones políticas; pero durante 26 años fue profesor e investigador en la Universidad Central de Venezuela, donde estuvo enseñando al estilo del profesor Mark Thackeray, personaje de la película Al maestro con cariño.

En oposición al profesor Thackeray, interpretado por el actor Sidney Poitier, Urbaneja tiene la piel blanca y por sus venas corre sangre mantuana, porque es pariente del eminente Diego Bautista Urbaneja Sturdy. La familia Urbaneja tiene una larga y reconocida trayectoria en la diplomacia y la política venezolana.  El Diego Urbaneja actual se parece mucho a sus antepasados por su interés en la jurisprudencia, la lectura y la política; pero se diferencia por sus aficiones vehementes a la música latina, los Navegantes del Magallanes y jugar futbol.

Urbaneja considera que la política venezolana se ha tornado polarizada y maniquea. «Hay que recuperar la política de tolerancia, matices y solidez ideológica, que se perdió antes de la llegada de Chávez».

 

EN SU ALMA MÁTER

Allí estaba, un día del reformista año 1968, en el bastión de los estudiantes de izquierda, el antiguo cafetín de Economía de la Universidad Central de Venezuela (UCV). El tímido y casi solitario estudiante acostumbraba reunirse un grupo de compañeros de humanidades y economía, era una especie de tertulia intelectual entre la humareda de los cigarrillos Continental y el olor a uvas fermentadas. El gustillo del papel dulce y la picadura se mezclaban con el tinto chileno para dar paso a las discusiones sobre literatura y el futuro de la izquierda en Venezuela.

Urbaneja había egresado del colegio San Ignacio de Loyola, donde el fútbol se transformó en una de sus pasiones y estableció una gran amistad con el maestrillo —supervisor de clase— Luis Ugalde.

En noviembre de 1969, el presidente Rafael Caldera se propuso eliminar unos focos de guerrilla marxista-leninista que operaban desde la UCV y por ello ordenó a la Fuerza Armada Nacional allanar la universidad. Este hecho desestabilizó la autonomía universitaria y la renovación académica que se planteaba. «No me gustaban las cosas que estaban pasando con Caldera, pero no formaba parte de ninguna organización política. Preferí ver cómo se desarrollaban los hechos», comenta Urbaneja con la tranquilidad que lo caracteriza.

En sus primeros años como estudiante de Derecho tuvo cierta atracción hacia los pensadores político-cristianos como Gabriel Marcel, después leyó a Unamuno, Ortega y Gasset, Malraux y, al finalizar su carrera, se interesó por los marxistas: Gramsci y Althusser. «Fue una época donde estuve más cerca del marxismo y donde evolucionó mi entendimiento. Cosa que duró bastante porque en los años 70 comencé a militar en el Movimiento al Socialismo», arguye con cierta seriedad mientras agarra el café por la parte superior del vaso, como si se fuera a quemar.

 

INVESTIGADOR Y PROFESOR

Además de militar en el MAS, Diego Urbaneja ingresó al recién fundado Instituto de Estudios Políticos de la UCV. El profesor Juan Carlos Rey se encargó de examinar a los jóvenes licenciados Andrés Stambouli, Ricardo Combellas  y Diego Urbaneja. El profesor Rey llegó a manifestar que para la época él era un profesor como cualquier otro, pero el jurista y politólogo Manuel García Pelayo los encargaba de hacer las pruebas de admisión a los nuevos integrantes. Al instituto ingresaron abogados, economistas, internacionalistas y sociólogos con la finalidad de prepararse en distintas áreas de las Ciencias políticas. Agrega Urbaneja:

«Mi área era la Historia de las Ideas Políticas. Ninguno era politólogo, porque no existía la carrera y nos tocaba crearla. Tuvimos el privilegio de haber sido preparados por ese gran maestro que fue García Pelayo».

El profesor Arturo Sosa, hoy rector de la Universidad Católica del Táchira, sostiene que Urbaneja, él  y otros contemporáneos recibieron de Luis Castro Leiva la herencia metodológica de la historia de las ideas de Quentin Skinner en la Universidad de Cambridge.

La teoría de los académicos de la historia, la política y la filosofía Quentin Skinner, J.G.A. Pocock y John Dunne expone que una obra no es más que una serie de respuestas dadas a preguntas propuestas por distintos interlocutores que no están presentes en el texto, sino en el contexto histórico. Entonces es necesario adentrarse en un diálogo complejo en el que coexisten una serie de convenciones, ideologías y prácticas políticas.

Desde entonces Urbaneja no solo se adscribió al método en la Universidad de Cambridge, sino que lo implementó en sus investigaciones y en las clases de Historia de las Ideas Políticas que empezó a impartir en la Escuela de Estudios Políticos creada en 1973.

El padre Arturo Sosa sostiene que el libro de Diego Urbaneja publicado en el año 2004 por la Fundación para la Cultura Urbana, titulado Bolívar, el pueblo y el poder, es la mejor muestra del uso del método en Venezuela.

Varios ex alumnos consideran que Urbaneja como profesor siempre fue una persona muy serena que trataba de explicar todo a través de grandes esquemas y evitaba las lagunas. Usaba varios pantalones de distintos colores de pana y camisas blancas arremangadas. Andaba de los salones al instituto, cargando un casco de motorizado de un lado y varios libros del otro.

En las clases era un profesor muy tímido y evitaba los chistes. Eso sí, en las distancias cortas tiene un gran sentido del humor. «Diego sabe más de libros de de gente. Es impresionante su capacidad para leer. Poca gente sabe escuchar como él», comenta su ex alumna, amiga y profesora actual de la cátedra Historia de las Ideas Políticas Modernas en la UCV,  Magaly Pérez.

A pesar de que no era común verlo con su pipa, Urbaneja fumaba en el cubículo de instituto. Todavía se siente el aroma de la picadura con esencia de vainilla. A pocos metros de su oficina, en el mismo instituto, conoció a la investigadora del área Movimientos Sociales, Haydée Farías, con quien compuso una familia.

Urbaneja ha sido un profesor de poco carisma pero siempre se enfocaba en el estudio de los grandes clásicos para dar lo mejor de sus conocimientos en cada clase. Algunos grupos pasaron debajo de la mesa, pero hubo otros con los que estableció cierta simpatía. Recuerda con mucha añoranza que el día de un examen final encontró sobre el gran mesón del salón de clase una manzana con un papelito que decía: «Al maestro con cariño». La semejanza entre Urbaneja y el profesor Thackeray, en la película, es la dedicación a la enseñanza con inteligencia y constancia.

 

LAS DESILUSIONES EN LA POLÍTICA

Desde el año 1970 Urbaneja militó en el MAS. Sin embargo, sus actividades como político las mantuvo fuera de la universidad. El MAS atrajo en la segunda etapa de la década de los años 70 a muchos jóvenes intelectuales, pero en las elecciones celebradas en 1983 el movimiento demostró que no tenía nada que buscar. Los resultados de las elecciones presidenciales para el candidato del MAS, Teodoro Petkoff, arrojaron solo 278.216 papeletas, que equivalía al 4,17 por ciento del total de votos.

«Ya para el año 83 cavilé que ese proyecto político no tenía viabilidad, que había perdido su fuelle y su visión. Como movimiento político pensé que el MAS estaba cancelado y me retiré del partido».

Poco a poco Urbaneja conformó un grupo de opinión integrado por académicos y en el año 1997 se transformó en el partido político Factor democrático, que apoyó la candidatura de Irene Sáez, ex alcaldesa de Chacao, frente a Hugo Chávez. «Con el triunfo de Hugo Chávez cambió la política para entonces. Si la candidatura de Irene Sáez hubiera sido exitosa, con un número importante de votos, Factor Democrático seguiría en pie», explica Urbaneja mientras mira su reloj redondo.

En el año 2003 Urbaneja es el coordinador del plan Consenso país de la Coordinadora Democrática, alianza de partidos políticos y asociaciones opositoras al presidente Hugo Chávez que se encargó de solicitar el referéndum revocatorio. Urbaneja se encargó de discutir con todas las organizaciones implicadas para crear una propuesta que pudiera servir de base programática a un gobierno de consenso nacional, si el Presidente dejaba el poder constitucionalmente. Pero en las urnas el presidente Hugo Chávez se llevó la victoria con el 59,06 por ciento del total de votantes, lo cual equivalía a más de 5.800.000 votos y la Coordinadora Democrática se diluyó.

A pesar de todo, Urbaneja continúa trabajando con los sectores de la oposición en búsqueda de la reconciliación nacional y sostiene que el presidente Hugo Chávez es un hombre con una gran capacidad de liderazgo, pero pésimamente formado.

 

MÚSICA LATINA, BÉISBOL Y FÚTBOL

No todo en la vida de Diego —como lo llaman sus amigos— ha sido la academia, los libros y artículos publicados, la carrera política y el programa de radio. Todo no es Cambridge. También dedica su tiempo a otra de sus pasiones: la música latina.

No se trata de cualquier música latina. Según Urbaneja, la música latina tuvo una época de oro entre los años 50 y los 70, con varias orquestas importantes y estrellas como Tito Puente, Tito Rodríguez, Machito y Bola de Nieve.

En su casa acostumbra tocar el bongó y está seguro de que puede impartir un seminario sobre jazz latino a su grupo de amigos cercanos. La cantidad de horas que le ha dedicado a la música es infinita a lo largo de su vida. Cuando habla de música latina se le olvida la timidez.

Todavía juega fútbol como si fuera un muchacho, pero dice que lo hace con cuidado. Defiende a capa y varita  al equipo los Navegantes del Magallanes. Lo más importante que Urbaneja ha logrado en su vida es tener a sus hijos Diego e  Inés.

Enciende su carro marca Fiat y comienza a andar. Poco a poco se va alejando el muchacho casi solitario del cafetín de Economía, el caraqueño que escucha atentamente, el tímido profesor Thackeray de la Escuela de Estudios Políticos de la UCV, el precursor del método de Cambridge en Venezuela, el antiguo ocupante del cubículo con olor a picadura de vainilla, el magallanero empedernido, el futbolista que no se retira y el mantuano que toca el bongó. Repentinamente se escucha la canción Acid de Ray Barreto y los dedos de Urbaneja repican sobre el volante.