Francisco Salazar Martínez nació el 17 de diciembre de 1924 en Aragua de Barcelona, estado Anzoátegui. Es poeta, periodista, abogado y fue agregado cultural y cónsul de Venezuela en Cuba y México. También fue embajador de Venezuela en Argelia, Senegal, Bolivia y Costa Rica. Como poeta ha publicado los libros La guitarra ministra (1954), El mendigo del sol (1956), Como quien va llorando (1958), Plenitud del llanto (1963), Poesía de Francisco Salazar Martínez (1969), Vieja y nueva guitarra (1977), Gallo de nieve (1978), Viento sin piel (1986), Palabra entre volcanes (1992) y Antología poética (2010). Como periodista ha laborado en los diarios venezolanos El País, El Heraldo, El Globo, Últimas Noticias, Panorama, El Nacional, Meridiano, 2001 y ha publicado los libros Rostros de perfil (1983) y La patria y más allá (1989). Aunado a esto, es autor de los libros de historia Tiempos de compadres (1972), Venezuela, historias civiles e inciviles (1973) e Historia de bolsillo (1971). Esta entrevista a medio camino entre lo imaginado y lo real –Salazar Martínez vive en Margarita actualmente− tiene la intención de rescatar su genio y su figura en este país olvidadizo
Juan Andrés Soto
Con 86 años de edad el poeta, periodista y ex diplomático Francisco Salazar Martínez no ha dejado de escribir versos ni publicar en prensa. A pesar de que ha dado a luz más de quince libros sobre poesía, historia y periodismo todavía está gestando su obra poética más valiosa.
Es bajito y camina pausadamente. Usa zapatos negros, traje azul oscuro, camisa blanca y corbata prieta. Tiene cejas y bigotes canosos y muy poblados. Detrás de unos lentes gruesos de pasta lóbrega se hallan los ojos achinados con una mirada que vislumbra la agudeza de su rima.
Francisco Salazar Martínez vive con su esposa Lelys Anaiz Machado en Margarita. El estudio de su casa huele a madera húmeda, libros y salitre. Sobre su escritorio conserva una foto con sus antiguos amigos. El poeta Luis Pastori. El escritor y periodista Miguel Otero Silva. El gran poeta de la revolución cubana, Nicolás Guillén, y uno de los líricos más conocidos en la Venezuela contemporánea, Vicente Gerbasi. Salvo por los años, sigue siendo el mismo Pancho −como lo llaman sus amigos− que formaba parte del grupo de intelectuales conocido como la República del Este: serio, cordial y dicharachero.
−Durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez estuvo preso en las cárceles Obispo, Modelo y la Seguridad Nacional (SN) por disentir políticamente. ¿Qué ocurrió en sus detenciones?
−Fui torturado bárbaramente por los esbirros de la Seguridad Nacional, la policía del general Marcos Pérez Jiménez. Me sometieron a una tortura llamada el rin. Le sacaban filo a los rines de un carro y me hicieron caminar sobre ellos por horas. También me quemaron las partes pudientes con cigarrillos y me acostaron sobre una gran panela de hielo. Todo esto mientras estaba desnudo y esposado −desembucha y su cara denota rechazo y repulsión.
−¿Letanías del encarcelado fue el único poema que escribió en los sótanos de la SN?
−Ajá. Ese fue el primer poema revolucionario contra la dictadura de Pérez Jiménez. Ayer me trajeron preso/ y hoy me van a fusilar/ porque como dicen ellos/ en el mundo estoy demás. Ya verán cómo me cobro/ ya verán −recita de memoria con cierta entonación−. Eso fue recopilado por mi amigo José Agustín Catalá conjuntamente con el poema Carta al general Juan Vicente Gómez que escribí en México.
−¿Por qué dedicó la carta a Gómez si ya había muerto?
−Escogí como símil a Gómez para referirme indirectamente a Pérez Jiménez. Le llevé la carta a Agustín Catalá, quien se entusiasmó con el poema y decidió publicarlo en forma de plaquette. Por escribir eso los esbirros me trasladaron a la cárcel del Obispo, donde se encontraban Miguel Otero Silva y varios periodistas de El Nacional. Cuando me llevaban a la celda Otero Silva me gritó desde el patio:
−Pancho, ¿como que te contestó el general Gómez?
Francisco Salazar mantuvo una gran amistad con el poeta y líder del partido Acción Democrática (AD), Antonio Pinto Salinas, conocido entre camaradas como El negro. Una noche del fatídico y autoritario año 1952, mientras Pancho trabajaba en la secretaría de redacción de un diario cercano al Panteón Nacional, Simón Alberto Consalvi le dijo: “Te traje a El negro que viene buscando concha [escondite]”.
Para entonces los verdugos de la SN buscaban a Pinto Salinas. Tras un largo recorrido por el centro de Caracas mientras hablaban de poesía Consalvi, Pinto Salinas y Salazar se despidieron en la clandestinidad. El 11 de junio de 1953, Pinto Salinas fue asesinado por los esbirros de la SN.
−La muerte de Pinto Salinas enlutó mi espíritu para siempre −señala con pesadumbre Salazar.
PERIODISTA DE OFICIO
“La musa errante” fue el nombre de la columna donde FSM firmó con el seudónimo Florentino en el diario El Nacional durante nueve años, un espacio dedicado a la publicación de perfiles sobre personajes del acontecer político y literario venezolano. A pesar de sus labores como diplomático, también trabajó para innumerables publicaciones en Venezuela. Entre los periódicos más conocidos se encuentran El Universal, Últimas Noticias, Ahora, 2001, El Globo, Panorama y Meridiano. Salazar Martínez lleva 15 años publicando la columna titulada “El escorpión y la mariposa” en El Nuevo País.
−¿Por qué Florentino?
−Usé Florentino porque es uno de los personajes del libro Cantaclaro de Rómulo Gallegos −manifiesta mientras revisa unos de los libros que contiene una selección de perfiles publicados en el diario El Nacional, Rostros de perfil.
Entre Florentino Coronado y Francisco Salazar existen ciertas coincidencias. Que los dos tienen un amor desmedido por la libertad y un gran sentido social, que son juglares errantes de una Venezuela caótica. Es decir, intérpretes de cada vivencia colectiva a través de un vocablo poético.
En uno de tantos encuentros de la República del Este en el bar Vecchio mulino, Salazar Martínez dio cuenta de su infinita capacidad creativa con una pizca de jovialidad al dedicar varios versos al psiquiatra Raúl Ramos Calles:
Venga usted y alce su copa
con sus alumnos risueños
que en esta hermosa república
forman un hermoso pueblo.
Aquí, Raúl/ no hay abúlicos
ni fanáticos
ni asténicos
ni estrafalarios
ni uranios
obsesivos
psicasténicos
anancásticos
cicloides
inseguros
ni anestésicos.
Sino una pila de niños
organizados y serios
cuyo pensamiento viaja
entre las nubes y el sueño.
Aquella noche los amigos Adriano González León, Manuel Matute, Luis Salazar, César Bertoni, Pedro Juliac, Luis Camilo Manosalva y el cumpleañero Raúl Ramos se carcajearon ante las palabras de “Pancho” y alzaron sus vasos con güisqui o cervezas para brindar.
LA DÉCIMA DE PANCHO
Durante su estancia en Cuba, Francisco Salazar enlazó una gran amistad con el poeta Nicolás Guillén, quien le sugirió que hiciera algo experimental con la décima poética. Tan solo dos días después Salazar tenía las primeras 24 décimas que iban a integrar La guitarra ministra. El poeta español Vicente Aleixandre recibió un ejemplar y no dudo en escribirle al lírico anzoatiguense su apreciación: “Tensas y rasgueantes esas décimas de usted que resaltan inconfundibles. Ha troquelado, usted, en este molde una poesía suya que resulta perfectamente caracterizada”.
−¿Qué influencia tuvo Louis Aragon en su carrera como poeta?
−Aragon fue muy importante por la exaltación de las emociones. Al hablar de él se hace referencia directa al surrealismo francés, a la prosa capaz de construir imágenes oníricas. En uno de sus poemas dice: Habla un romance perdido/ del buen caballero herido/ de una rosa en la calzada/ y una túnica soltada/ de un castillo misterioso/ y albos cisnes en el foso/ y una pradera en que danza/ la novia sin esperanza.
−¿De todos sus poemas cuál es el más importante?
−Todavía no lo he publicado. Está en gestación. Usted sabe que los poetas somos como las mujeres: para parir necesitan estar en estado. Claro, en el caso del poeta sería un estado poético −comenta y dispara una corta carcajada.
En 1969, Francisco Salazar recibió el Premio Municipal de Poesía del Distrito Federal por una Antología poética que había publicado la Editorial Arte, dependiente del Instituto de Cultura y Bellas Artes.
−¿Qué fue lo que más añoró de Venezuela mientras estuvo como diplomático durante 14 años?
−Extrañé los paisajes venezolanos. Por su diversidad: mares, ríos, montañas y llanos. Son cosas que no se pueden borrar porque se graban conjuntamente con las vivencias. Se puede decir que la memoria es la máquina del tiempo.
−¿Qué opinión tiene acerca de la política venezolana?
−Que está llena de buen humor y, a veces, de trágico humor. Por ejemplo, Guzmán Blanco fue un patiquín caraqueño que logró meterse en el bolsillo, con inteligencia y valor, a todos los caudillos de su época; pero tenía un miedo terrible a los versitos que publicaban sus enemigos. Páez al principio de su vida fue sin lugar a dudas un bárbaro; fue educado y pulido por una mujer llamada Barbarita y un hombre tan “lechero” como Pérez Jiménez se vio obligado a huir en la Vaca sagrada. Ahora tenemos al Pan de azúcar, quien fue a esconderse en el Museo Militar de La Planicie, donde debiera estar convertido en muñeco de cera, para contemplación de los soldaditos a quienes se llevó al innecesario sacrificio que costó vidas y heridos en su frustrado golpe de Estado. Este hombre con botas físicas y mentales es el que hoy cierra medios de comunicación para que no le critiquen sus errores.
Excelente su entrevista a este personaje, extraordinario representante de las letras venezolanas.
Usted supo captar y transmitir esa personalidad inquieta, recta, siempre buscando la verdad de nuestra realidad como pais , plasmado en sus diferentes escritos.
Dejeme felicitarle por tan maravilloso escrito.