Iván Diéguez es el factótum detrás de la organización del Tercer Festival de la Lectura que se realiza en la plaza Altamira entre el 19 y el 29 de mayo. Las cifras son buenas en esta ciudad de números en rojo: ha aumentado la cantidad de expositores, desde el año pasado a éste, en 52%. Y de los 96 expositores, 82 son editoriales
¡Cómo se puede ser tan prolífico en la vida y llenar la mitad de una caseta de regulares dimensiones con una sola autora!
Ni Harold Robbins ni Paulo Coelho emulan a la venezolana Araceli Egea, seguidora de Conny Méndez y en contacto permanente con los Maestros Ascendidos, quienes le dictan pauta desde otra dimensión. Así cualquiera. Egea ha escrito, además, 150 canciones de contenido esotérico.
Egea tiene rivales en la plaza Altamira por estos días: Luz Stella Rozo, que no en balde lleva ese nombre, atrae la curiosidad desde un afiche pues ella es, ténganlo presente, la dama de la angeología. Carlos Andrés Pérez le hace competencia a ambas pues está en todas partes donde sus fieles quieran buscarlo, luego de que Mirtha Rivero lo puso de moda con La rebelión de los náufragos. Se exhiben aquí y allá reediciones de la entrevista que le hicieron los periodistas Giusti/Hernández así como el muy zolano título Yo sigo acusando, de Agustín Blanco Muñoz.
En esta tercera edición del festival de repente están hablando Manuel Felipe Sierra y Simón Alberto Consalvi a las 11:00 de la mañana de un domingo caluroso en el salón de los foros y los coloquios −sobre Pérez Jiménez, poder, petróleo y del puente sobre el lago de Maracaibo que Betancourt construyó en año y medio−, y al rato está allí mismo un doctor en programación neuro lingüística, PNL, que vende libros como papas fritas. Así es el Festival de la Lectura: para orgullo de Iván Diéguez, presidente de Cavelibro, la Meca del eclecticismo. Diéguez es administrador de profesión y se mueve como pez en el agua en medio del batiburrillo de gente, libros y corrientes de pensamiento que, en otros ámbitos, estarían dispuestas a repelerse con fruición. Aquí puedes comprar los libros de El Perro y la Rana o tomos de la Biblioteca Ayacucho (excelentes precios) y un poco más allá lo último de Vargas Llosa, un autor prácticamente proscrito durante la feria que no hace tanto organizó el Gobierno en el Parque del Este. Aunque lo podías encontrar, después de todo: escaso y medio escondido.
El engranaje funciona: los esfuerzos de la Alcaldía de Chacao más la buena voluntad de la embajada de España y el profesionalismo de Álvaro Sotillo con su equipo de diseñadores –es un acierto el logo del festival− junto a la gente de la propia Cámara y varias empresas convocadas que apoyan en prensa y otros aspectos. Buena vibra, gente paseando, un esposo perdido clamando en la tarima norte por su mujer, niños gritando en su pabellón, bocinazos alrededor. Es inevitable.
A continuación, extractos de una conversación con Diéguez.
−¿Cree en eso que se dice acerca del boom del libro en Venezuela? ¿Qué dice el mercado?
−El año pasado la Gran Caracas tuvo siete eventos en torno al libro; eso denota, primero, que hay un crecimiento en el número de lectores. Pero también se están creando espacios de ciudadanía, espacios de encuentro y eso colabora a la difusión del libro y de la lectura. Lo ves también en las editoriales venezolanas que han tenido un crecimiento significativo.
−Sin embargo, hay librerías que han cerrado.
−Creo que hay que ser serios cuando se hace una declaración en torno al tema de las librerías. Si bien es cierto que han cerrado cinco, también lo es que han abierto otras cinco. Y hay que saber por qué cerraron estas librerías. En un caso fue porque se les aumentó el arrendamiento; en el caso de Divulgación fue porque falleció el librero Sergio Moreira y no hubo continuidad…
Diéguez explica que quiere hacer un encuentro entre libreros, distribuidores y editores para revisar la situación. No maneja cifras de ventas porque no es la tarea de la Cámara, pero se hizo un estudio en 2007 que arrojó la existencia de mil 396 librerías en Venezuela, de las cuales 47% son también papelerías.
−Siempre invitamos a las empresas a dar sus cifras –agrega− porque es una forma de dar la real medida del mercado, y también estamos muy interesados en que se instaure un mecanismo de encuesta sobre hábitos de lectura y consumo del libro.
−¿Y usted qué opina? ¿El venezolano está leyendo o lo que le interesa es la autoayuda?
−No, está leyendo. Las editoriales de autoayuda tienen un nicho y tienen su espacio en los festivales y ferias de lectura, pero aquí se está ofreciendo de todo: ensayo, narrativa, cómic, infantil… En Venezuela hay público para todo. El año pasado, más de cincuenta por ciento de los expositores manifestó con cifras que había vendido más de quince mil ejemplares durante el evento.
Un eslogan de los años cincuenta pregonaba las fiestas o convites en el hotel Ávila de esta guisa, En el Ávila es la cosa. Era otra ciudad, otro clima incluso. Quizás Diéguez y demás protagonistas de estos acontecimientos del mercadeo −pero también de la convivencia urbana− estén escribiendo, en la segunda década del siglo XXI, el primer capítulo de una ciudad que desea volver a ser amable./SN
En la foto de arriba: Iván Diéguez con Claudia Furiatti, coordinadora de Prensa del festival de la Lectura.
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