El verano 2011 ya tiene sello particular, con patente europea y licencia para romper moldes: el magnate Rupert Murdoch ya no es tan omnipotente como pensaba las tres cuartas partes del mundo (la parte restante nunca supo de él), ni Noruega es un eterno fiordo de serenidad y bienestar ajeno a los estremecimientos de la locura terrorista. He aquí dos opiniones muy calificadas, escritas a petición de este blog, en torno al cierre de News of the World y todo lo que hay detrás
- Javier Darío Restrepo, autoridad colombiana en ética periodística
¿Qué puede ser más dañino para la sociedad: un periódico que ve la realidad a través de una lente amarilla, como News of the world, o el que la recorta cohibido por el miedo como pretende hacerlo el presidente Correa de Ecuador? En los dos casos quien pierde es el ciudadano, pero puede ser más grave que un periódico haya corrompido el sentido ético y estético de la sociedad hasta el punto de que los lectores sientan necesidad de su dosis semanal de sordidez, como si se tratara de una droga adictiva. Fueron más de dos millones y medio cada semana. En el banquillo de los acusados está Murdoch; falta el banquillo para esa sociedad acostumbrtada a mirar por el ojo de la cerradura abierta por Murdoch.
- Ben-Amí Fihman, fundador de la revista Exceso
En Europa el verano es una estación calichosa. Este mes de julio ha sido una excepción. Masacre en Noruega, salvación del euro, muerte de Amy Winehouse, juicio por violación del director general del Fondo Monetario Internacional y, tras 168 años de plebiscito triunfal, cierre intempestivo de The News of the World. Una jugosa story de primera página: Citizen Kane reencarnando en Ruppert Murdoch. Flanqueado por una vistosísima villana pelirroja, Rebekah Brooks, un reportero muerto, implicado y denunciante, Sean Hoare, Scotland Yard sacudida y un joven primer ministro obligado a dar explicaciones. Muestra palpable de la vitalidad del periodismo inglés impreso: desde los tirajes de los tabloides, género al que pertenecía el semanario difunto, hasta el hecho de que haya sido un diario serio, The Guardian, quien destapara el caso. Una lección para los nostálgicos de la intervención del Estado en materia de libertad de expresión. Sal de la vida democrática.
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