Un corto de largas miras

«Siempre estoy orgulloso cuando logro las metas, la verdad; y esta fue una meta difícil. Era un reto juntar a toda la gente que intervino», dice Braulio Rodríguez, autor de Hoy no se hace pastel de chucho, el cortometraje medio gocho, medio ñero que comparte cartelera y espectadores con el último capítulo de la saga X-Men, taquilla garantizada. Braulio es un tipo nervioso que sabe a dónde va: a Cannes. De hecho, ya fue

Hace unos días presentó en sociedad criolla el corto con el padrinazgo de su amigo Marcel Rásquin (Hermano). Es gocho pero el norte de su trabajo cinematográfico es la playa, el sol, la isla de Margarita; las montañas de basura que desde chico le llamaron la atención allí en medio de Juan Griego o playa El Agua, según contó en Cines Unidos de Sambil, y que lo movieron, años después, a invertir su dinero, su saber y su futuro en la construcción de estos cinco minutos de animación que marcan un camino para el género en Venezuela. Seguramente no se había producido algo tan importante desde El cuatro de hojalata.

Braulio Rodríguez pintó Hoy no se hace pastel de chucho antes de hacerla: un story board completo, escena por escena, con puesta de cámara y todo. Lo entregó a los animadores. Después corrigió. Temía que, al no estar montado en la máquina, el proceso se diluyera. No es lo mismo que estar tras la cámara, ver en la moviola o en el monitor lo que acabas de grabar o filmar. Es animación cuadro por cuadro.

Los animadores se formaron en una escuela que se llama Totuma; él los rescató de la vena comercial o publicitaria ganándoselos para esta idea. Hoy en día el director técnico se encuentra en Nueva Zelanda; varios de quienes trabajaron con él ya han nutrido el anaquel fuga de talento.

DIME CON QUIÉN ANDUVO

Se formó en la escuela de cine de Mérida y tuvo como profesores a David Suárez, Sergio Curiel y Antonio Llerandi, gente que le dejó su huella.

Venía del área de post producción de San Cristóbal pues trabajó en la televisión regional. Después de estudiar en Mérida se vino a Caracas. Comienza el presente: entre Mérida y Caracas se especializa en post producción y edición. Ya en la capital, en la empresa Post House el emprendedor Francisco Pocaterra reúne a los mejores en el ramo de efectos especiales y post producción. Allí está Braulio. Logran una medalla en el Nueva York Film Festival con un comercial de Cherokee. Trabajan, por otro lado, para el film Golpes a mi puerta. Luego, de la mano de Emelio Fariñas –otro fugado: ahora vive en Barcelona, España− crea su casa productora. Más comerciales. Emelio se va y Braulio funda Prahka Producciones, nombrada así en homenaje a su admirado director brasileño Glauber Rocha.

Mientras Venezuela se viene al suelo pedacito a pedacito, Braulio se hace director con una fortaleza importante: efectos especiales. Crea junto al cineasta Tuki Jencquel otra productora, en esta ocasión expresamente concebida para realizar sus sueños. Hay dos hijos ya: un documental en torno a la relación entre Bernard Chappard y su hija Daniela (ver detalles aquí), fallecida por complicaciones del Sida en 1996. En este mediometraje, Braulio produce y Tuki dirige.

Con este segundo hijo, Hoy no se hace pastel de chucho, de un solo envión llega a Cannes este año. Ahora el corto va aparejado, en las salas de exhibición venezolanas, de una película con garantía de taquilla. Fue a su socio Tuki a quien se le ocurrió enviarlo al Festival de Cannes, fuera de concurso pero allí, en el propio centro avant-garde de la cinematografía mundial: se metieron en la página web –estaban en algún evento tecnológico en medio de Estados Unidos− y encontraron que apenas tenían tres días para poderla enviar. Cannes contestó: es positivo el procedimiento.

El Cenac apoyó el viaje. Fue Braulio a la costa francesa, estuvo con otros dos venezolanos –son historia conocida− y quedó bastante asombrado con toda esa lumbre desparramada por las estrellas.

Sabe que renta económica, lo que se dice renta económica derivada de la exhibición del corto, nanay. No habrá ni pastel de chucho ni plata, aunque todo el paquete de producción costó unos 300 millones de bolívares fuertes. Lo ayudó el CNAC (Centro Macional Autónomo de Cinematografía). EPA, la enorme ferretería, al parecer también le dio plata.

Pero a él lo que le importa es construir carrera, no la plata. Ahora quiere hacer un corto de ficción con el personaje Félix, el mismo pescador que aparece en Hoy no se hace pastel de chucho. La historia es de desarraigo y nostalgia: en la isla Los Testigos, Félix, que es llanero de origen, mantiene una yegua que le recuerda el llano; pero un día se le muere y allí cambia su vida.

En dos años, Braulio quiere estar haciendo su ópera prima en la gran pantalla con un largometraje. En eso está: pensando en el guión.

Pero ¿cómo un gocho se mete tanto con el tema de la playa y las islas? «Porque soy hijo de margariteños», contesta. «Mi papá desde chico me está llevando al mar porque mi abuela vive en Juan Griego».

 

SUS PELÍCULAS VENEZOLANAS PREFERIDAS

  • Araya. «Una película que sigue a la vanguardia a pesar de los años transcurridos».
  • Orinoko. «Me gusta su apuesta».
  • Cheila, una casa para Maíta. «Me gustó mucho el guión de Elio Palencia. Sueño con hacer un remake».
  • Hermano. «Me gusta la madurez con que Marcel enfrentó la historia».

 

LOS GRANDES DIRECTORES, SEGÚN BRAULIO

  • El coreano Yan Jimou.
  • El mexicano Alejandro González Iñárritu.
  • La inglesa Andrea Arnold (le gustó mucho Fish tank).
  • El norteamericano Terrence Malick.

 

SN