En la Universidad Católica, los del Noveno Semestre de Comunicación Social mención Periodismo –no les falta sino un añito− ven géneros como la entrevista y la crónica. A ellos les conviene, en especial, leer esto. Aquí se recogen algunas frases más o menos felices que periodistas y escritores han dejado por ahí, en un papel, en un libro, en un cuestionario respondido o en una carta. Tienen que ver con la actitud frente al oficio; compromiso y lenguaje
- Lo que aconseja Leila Guerriero a quienes entrevistan
Sean invisibles: escuchen lo que la gente tiene para decir. Y no interrumpan. Frente a una taza de té o un vaso de agua, sientan la incomodidad atragantada del silencio. Y respeten.
- Lo que le decía Rilke a un joven poeta
Que se cerciorase bien de su deseo de ser o convertirse en poeta. Que se preguntara en la hora más serena de la noche si debía escribir. Y que, si su respuesta era «debo», entonces construyera su vida según tal necesidad. «Su vida tiene que ser, hasta en su hora más indiferente e insignificante, un signo y testimonio de este impulso», le escribió Rilke, y luego lo animó de este modo: «Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe; cúlpese usted (…). Para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre; y aun cuando usted estuviese en una prisión cuyas paredes no dejasen llegar hasta sus sentidos ninguno de los rumores del mundo, ¿no le quedaría siempre su infancia, esa riqueza preciosa, imperial, esa arca de los recuerdos? Vuelva usted a ella su atención. Procure hacer emerger las hundidas sensaciones de aquel vasto pasado (…)».
Esto que aconseja Rilke es aplicable al periodista que haga crónica, perfil, entrevista de creación: muchas de las historias o anécdotas que nos cuentan nuestros entrevistados conectan con cosas que vivimos, disfrutamos, padecimos o temimos en nuestra infancia. Eso es empatía. Por cierto, gente del Noveno: ¿se han preguntado, en la hora más serena de su noche, si realmente deben ser periodistas?
- La advertencia de Ryszard Kapuscinski
Dice el gran Kapu que no hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos. «En nuestra profesión es imprescindible tener nociones de psicología; hay que saber cómo dirigirse a los demás, cómo tratar con ellos y comprenderlos», escribió en Los cínicos no sirven para este oficio (Anagrama, 2003). Y ello enlaza con algo que dice Dominique Wolton:
El otro, ayer lejano, diferente, objeto de estereotipos, está hoy omnipresente gracias a los medios de comunicación y los viajes. Ya no hay más exterioridad. Todo el mundo está en el mundo. Pero la visibilidad no crea necesariamente una mayor comprensión. La visibilidad no es comunicación.
En otras palabras, los géneros periodísticos que indagan en los hechos y los desmenuzan, así como se acercan –o al menos tratan− de indagar en las motivaciones del alma humana y sus inquietudes, se encuentran hoy más vigentes que nunca.
- La preocupación del poeta Rafael Cadenas
Es por el empobrecimiento de la lengua española. «El lenguaje va quedando reducido actualmente a una de sus funciones, a la más rudimentaria, la instrumental para el intercambio más ligero», escribe el poeta.
Y eso que, cuando Cadenas escribió el libro que contiene esa frase (En torno al lenguaje) no habían aparecido en escena ni los sms ni Twitter. Agrega que la función expresiva de la lengua, precisamente la que tiene que ver con el alma, sufre por desuso «una atrofia alarmante». Pero aclara que su queja no es clamor por el purismo. Para él, el bien hablar se sitúa absolutamente fuera de la pedantería, el engolamiento, la afectación o el adorno. «Al contrario, la sencillez constituye uno de los rasgos del bien hablar, tal vez el principal».
Así que olvídense en clase de utilizar la palabra inmarcesible, por si a alguien se le ocurriera. Y jamás, por favor, tengan por buen ejemplo la frondosa lírica hueca de Ricardo Arjona.
EN LA FOTO: la periodista Leila Guerriero, de Gatopardo.
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