Los años veinte lo vieron nacer. Pudo ser policía, decidió ser fotoperiodista y durante cuarenta años Venezuela disfrutó de sus fotos. Sobre su cobertura de los conflictos y tragedias en Latinoamérica dice en esta entrevista imaginaria: «Sentimos un miedo terrible al principio del suceso pero después ya no, todo pasa, y uno se siente como embriagado»
Cindy La Rotta D.
Ahí viene, siempre sonriendo y saludando a todos. Con esa forma peculiar de caminar. Su pierna izquierda parece ir más lenta que la derecha. Con su infaltable tabaco, que ya parece una extensión de su boca. ¿Quién viene? Es Francisco Edmundo Pérez, “ciento treinta kilos de audacia y agilidad”, como dicen sus colegas.
El gordo Pérez, como era conocido este personaje, es uno de los fotógrafos venezolanos que marcó el fotoperiodismo en este país. Fue parte del equipo fundador del diario El Nacional como jefe de fotografía. Además de fotoperiodista, Edmundo Pérez estudió técnicas de laboratorio policial porque sentía gran afición por los sucesos y la investigación, cualidades fundamentales para lo que escogió como profesión.
−¿Cómo comenzaste en la fotografía?
−Fue por ahí en 1934, yo era un muchacho y era una especia de asistente de Luis Noguera, jefe de fotografía de El Universal. Pero ahí solo tenía muchas inquietudes. Luis se molestaba porque le preguntaba demasiado. Luego fui asistente de Juan Agustín Avilán en el semanario Ahora, lo considero mi mentor, aprendí muchísimo con él.
−¿Por qué te interesó el fotoperiodismo?
−Porque la fotografía es la mejor forma de hacer historia. El documento fotográfico no miente, no engaña, es objetivo y serio. Yo afirmo que la fotografía tiene una misión invalorable, por eso lo que yo he recogido en mis cámaras es lo que, por alguna razón, merece pasar a la historia.
−¿Cámaras? ¿Cuántas tienes?
−Sí, cámaras. Tengo diez y son como mis hijos. Todas son buenas y obedientes. Distribuyo mis viajes entre mis cámaras, así las puedo usar todas. También tengo varios lentes, sobre todo teleobjetivos porque son los que más uso.
El gordo Pérez es considerado el fotógrafo que introdujo el uso del teleobjetivo en el fotoperiodismo venezolano. Se convirtió en un experto para usar este lente debido a las limitaciones físicas que tenía. Por su peso, Pérez no podía ubicarse en lugares que fueran muy complicados, así que buscaba un buen lugar para él, que tuviera una cierta distancia. Con el tiempo sus colegas se dieron cuenta de las ventajas que traía el uso de este tipo de lente y los efectos que se podían lograr.
−¿Recuerdas tus primero trabajos?
−Dios mío. Bueno, eso fue hace cuarenta años ya, pero lo recuerdo. Mis primeros trabajos fueron todos los hechos que acontecieron alrededor de la muerte de Juan Vicente Gómez, pero en aquella época los diarios no dedicaban tanto espacio a las fotografías.
−¿Cuáles son tus normas esenciales a la hora de tomar las fotos?
−Especialmente son dos. Primero, si uno está en un suceso hay que ver no con los ojos de uno sino con los ojos del público; y segundo, hay que ver con los ojos del lente porque lo mejor de los hechos ocurre muy rápido y solo nos da una fracción de segundo para captarlo.
Su hobby, los radiotransmisores. El gordo fue un fanático de estos aparatos, uno de los fundadores de Radio Club de Venezuela. Como radioaficionado tenía contactos en varias partes del mundo y así podía enterarse de los acontecimientos importantes antes que los demás. Es catalogado como un fotógrafo de sucesos, pero en verdad cubría de todo.
Su personalidad cordial le abrió las puertas a grandes personalidades. Estaba en todo. Conocía a los militares de alto rango, policías, políticos y a los hombres más importantes de la época. Además cubrió los eventos de América Latina durante su carrera profesional.
Todo esto lo llevó a ver, con sus propios ojos y el lente de sus cámaras, situaciones de conflicto y riesgo pero, según él, eran lo que más le gustaba. Cubría la fuente de sucesos y policial porque tenia experiencia por sus estudios en la Comandancia General de la Policía de Caracas.
Una de sus fotos más impactantes fue la del asesinato del general Carlos Delgado Chalbaud en 1950 y que fue confiscada por la Seguridad Nacional. También tiene fotografías del atentado a Rómulo Betancourt. En 79 viajes fuera de Venezuela cubrió todas las revoluciones, golpes de Estado, asesinatos a gobernantes, desastres naturales, etcétera, durante los cuarenta años de carrera.
−Se sabe que los periodistas no debemos involucrarnos con la historia que estamos viviendo, pero ¿qué hecho de los que cubriste te ha causado más impacto?
−De lo que he cubierto en América Latina, el Bogotazo que ocurrió el 9 de abril de 1948 en Bogotá, Colombia. El terremoto de Ambatos, Perú, ese mismo año. Panoramas impactantes, pero en realidad he estado en muchas situaciones difíciles.
−¿Cuál fue la primera situación de riesgo que te tocó cubrir?
−El alzamiento del Cuartel San Carlos el 18 de octubre de 1945. Cuando me enteré de lo que ocurría me fui directo para allá. Me abrí paso entre la balacera, conseguí un buen lugar y, bueno, hice lo que tenía que hacer, tomar las fotos. Un pedazo de nuestra historia.
Afirma que ama su trabajo y que la fotografía es la razón de su vida, pero también cuenta que varios de los hechos cubiertos por su cámara han causado algún efecto en él ya que es un ser humano como cualquier otro. Recuerda que en algunos de los fusilamientos que presenció, hubo uno “en donde observé cómo el cuerpo del condenado, ante el impacto de las balas, se contorsionaba como si fuera un pelele a uno y otro lado por el viento”.
−¿Alguna vez has sentido miedo cubriendo estos sucesos? ¿Cómo lo manejas?
−Siempre. Pero ocurre una cosa curiosa, sentimos un miedo terrible al principio del suceso pero después ya no, todo pasa, y uno se siente como embriagado.
−¿Como una especia de droga? ¿Así consideras tu trabajo?
−Me encanta mi trabajo, pero no digo que sea como una droga porque las drogas te envenenan y en el periodismo he encontrado la forma más saludable de sacar lo mejor y más noble de mi mismo.
Con respecto al miedo tiene varias opiniones, asegura que el periodista tiene que estar preparado y si cubre este tipo de eventos debe sacar el valor necesario para hacer su trabajo. “El reportero gráfico debe dejar los nervios en su casa y meterse el miedo en los bolsillos”. De lo contrario será imposible ejercer su labor.
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Sus colegas y compañeros de trabajo aseguran que tenía una gran personalidad, de esos que saludan a todo el mundo y no escatiman una sonrisa a nadie. Su simpatía era proporcional a su peso corporal. José Sardá, quien fue jefe de fotografía de El Nacional luego de Pérez, afirma que Edmundo era muy talentoso y que reunía un sinfín de cualidades que lo distinguían del resto de los reporteros gráficos.
−El periodismo, ciertamente, no es para hacerse millonario. ¿Incursionaste en la televisión para ganar dinero extra?
−Gracias a Dios yo no trabajaba para vivir. Mi papá fue comerciante y me dejó una cantidad considerable de dinero como herencia. Trabajé como fotoperiodista por convicción y porque realmente me gustaba. La oportunidad en Televisa fue eso, una oportunidad. Y bueno, Venezolana de Televisión fue un gran proyecto, lástima lo que es ahora.
−¿Qué diferencias consideras que hay entre la televisión y los periódicos?
−La televisión da un mensaje transitorio, el periódico lo da ampliado y permanente. La televisión pasa, el periódico queda. Los dos medios se complementan, no son antagónicos.
Ciertamente tiene mérito la labor que realizó el gordo Pérez en el fotoperiodismo venezolano. Siempre buscó la manera de innovar y traer las nuevas técnicas al país, no en vano estaba suscrito a las mejores revistas de fotografía del extranjero. Uno de los primeros corresponsales de Venezuela fuera de las fronteras y parte del comité fundador de varias importantes organizaciones de este país. Sin duda, todo un personaje.