¿Qué leen los jóvenes? (2)

El paso de gente por el Cafetín de la UCAB nunca se detiene y mucho menos en las horas de almuerzo, cuando las mesas se llenan de estudiantes y profesores hambrientos. Siempre hay ruido y olor a aceite. Sería el último lugar que alguien escogería para sentarse y leer. No a todos les importa. Los lectores ignoran el movimiento frenético de pies y mandíbulas. Pero, ¿por qué no van a la biblioteca? “No tengo tiempo. Tengo que aprenderme esto ya”, dice con los ojos muy abiertos Astrid Sánchez, estudiante de Derecho. Al parecer el estudio es su móvil y la urgencia, sus gríngolas. La inminencia de los exámenes es la que atrae con más fuerza los ojos de los estudiantes a grandes tomos sin importar el sitio o las circunstancias. La lectura de placer se deja para tiempos de más calma, de esos que casi desaparecen luego de pasar la cuarta semana de clases. Así que, mientras tanto, lo que se ven son lecturas precipitadas, resaltadores secándose en las hojas y estudiantes apresurados.

 

Ayleen Cabas