En el nombre del Padre

Esto es una versión de la página Libros, periodismo, medios publicada hoy en el diario Tal Cual. Trata sobre las apariciones del presidente Chávez en las que ha querido sembrar la idea de una cierta comunión con lo Eterno a partir de su estado físico actual

 

Sebastián de la Nuez

En el laureado péplum de Willian Wyler, Ben Hur, el héroe interpretado por Charlton Heston  es llevado a latigazo limpio por un tortuoso y polvoriento camino hacia las ergástulas de la esclavitud flotante del imperio romano. Una escena, como varias de esta película, que se me quedó pegada desde aquellos 12 años inocentes: en un recodo del camino, exhausto bajo el palpitante sol y la tortura de caminar encadenado a otros reos mientras los centuriones andan a caballo, cae exánime Judá Ben Hur, ya sin fuerzas, abandonado a su suerte. Hay gente de alguna aldea en los alrededores, y un hombre a quien no se le ve el rostro se acerca y le apura, con cuidado, un cántaro de agua que poco a poco le devuelve la vida; pero he aquí que uno de los soldados se acerca, iracundo, dispuesto a sacudirle un tortazo al atrevido que osa llevar alivio al condenado… Sin embargo detiene su brazo en el aire. Lo ha visto a Él y no es capaz, incluso en medio de su ferocidad, de descargar la fuerza para el castigo inclemente. Aborta el latigazo. Algo más imponente que cualquier orden pretoriano lo ha paralizado. Y se devuelve, vencido: no puede su crueldad contra la resuelta gloria de la Compasión hecha carne y acción.

 

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No sé si el Episcopado criollo estará cansado de advertir sobre las obscenidades del Gobierno como quien ara en el mar pero esta vez, una vez más, debería decir algo. La cúpula eclesial, o al menos un cura de pueblo en algún rincón, debe hablar desde el alma sobre este sainete que parte de una telenovela y se dirige al cielo. Los sacerdotes son quienes llevan la palabra de Cristo todos los días a algún lugar del país, y resulta que la palabra de Cristo es lo primero que se prostituye cuando Chávez predica su propia comunión con el Espíritu Santo –y con quien se tercie− ante crucifijos desplegados en un escenario montado para su lucimiento mediático. No sé por qué los chavistas se llenan tanto la boca hablando de las iniquidades del mercado como Diablo que disgrega a la familia mientras ellos mismos enconan y humillan a los miembros de la vasta y solidaria familia cristiana. La élite bolivariana es capaz de empeñar el misal y el rosario, si alguna vez ha sabido lo que es eso, para obtener unas semanas más de regodeo en el poder.
¿Sabrá que en tierras de Coro se celebró la primera misa en la antigua provincia de Venezuela, que tuvo por templo la sombra de un cují –lo relata Jesús Hernández Chapellín− y que tal misa fue dada por un seguidor de San Francisco de Asís?
Por cierto, eso fue en los años del mil quinientos. ¿No es una relación muy antigua, muy asentada y muy amasada con fe y sufrimiento, entre el pueblo y su Dios, para que venga ahora un militar golpista a tratar de prostituirla?
Una escena inolvidable, la de Ben Hur, de las que te marcan para siempre. La he recordado al ver la Cruz del Ávila encendida por amor a Chávez, y también al entender que intenta manipular la fe religiosa del pueblo venezolano para sus fines de perpetuarse en el poder a como dé lugar.