El agudo sonido de la justicia

Observaba a quien nadie veía, admiraba a quien todos mostraban desprecio, amaba a quien todos odiaban. Juan Ernesto Soto era solo un niño cuando iba a ver a su abuelo pitar los partidos de fútbol de veteranos del Club Ítalo-Venezolano. He aquí una entrevista perfil

 

Gustavo Pizzi

En ese momento, cuando el muchacho observaba a su abuelo, no imaginó que abuelo y silbato iban a marcar el resto de su vida, dándole la posibilidad de ser el mejor árbitro internacional del país y el segundo venezolano en participar en una Copa del Mundo.
***
 “Me voy camino a Garcita / donde están los comederos / donde la palma y el río / aumentan mi desespero”, se escucha en el pequeño camerino del cuerpo arbitral.
“Río crecido, río crecido / rebaja tu tempestad / que los chinchorros de noche / se mueren de soledad”, canta alguien mientras termina de ponerse un uniforme.
“Fruta ’e palma, fruta ’e palma / acompáñame al andar / que contigo y mis sudores / es más  bonito llegar”, recita Juan Ernesto Soto mientras transita un túnel que lo expulsará ante 49 mil 850 espectadores en el estadio de Guadalajara.
No es una vaca, pero su destino siempre puede ser un matadero. Conciente de ello, antes de salir a pitar cada partido de fútbol internacional Juan Soto se canta a sí mismo esta tonada de Simón Díaz como rutina para relajarse. La Copa América, la Copa Libertadores y las eliminatorias mundialistas de la CONMEBOL han sido audiencia de sus rezos y cantares.
 
FAMILIA DE JUICIO
Hace 35 años nació en Caracas. Criado por sus padres y abuelos paternos, ahora es alto, flaco y recto ¿Y cómo no iba a serlo si se alimentaba a la gallega? Almorzar significó siempre plantarse frente a una mesa ni tan grande que sostenía una abundante porción de fauna marina. Además, sentarse derecho y no abandonar el puesto hasta terminar el último grano escamoso de paella era la regla inflexible que nunca olvidará.
Su abuelo, que se llamó Juan Soto primero que él, se lo llevaba a todos sus partidos de fútbol. En el camino, encendían la radio para prestarle entera atención al Celta de Vigo, el equipo de sus amores. Al llegar, ¡a la acción! Juan viejo vestía su traje negro y autorizaba el comienzo del partido, mientras que Juan nieto aprendía de fútbol desde una perspectiva bastante peculiar, no seguía de vista la pelota sino a un objeto mucho más abstracto y ruidoso: el pito.
La disciplina siempre fue un ejemplo familiar. En tiempos anteriores, Juan abuelo pitaba partidos de su hijo Juan padre, a quien tuvo que expulsar en numerosas ocasiones por comportamientos agresivos, sin importar el nexo familiar. La honestidad y la justicia eran valores perseguidos y comprendidos por los Soto.
Estos ingredientes filosóficos despertaron una curiosidad en Juan Ernesto a los 11 años. Tras asistir a la graduación de su primo en el Buque Escuela de Maracay, decidió que él también deseaba ser militar. Aplicó y exitosamente ingresó a la unidad educativa que le concedería una formación militar durante cinco años. Ese día de su graduación, se murió su abuelo, su ídolo, su guía, su “todo”.
 
LEGADO GALLEGO
Juan Eduardo Soto es considerado uno de los mejores árbitros principales de Venezuela. Actualmente solo hay seis internacionales y él es uno de lo más prestigiosos. Mientras se suena los huesos de los dedos, cuenta que jamás se imaginó que esto iba a suceder. “Me gustaba el fútbol pero ser árbitro no me llamaba la atención. Fue en la Central donde todo cambió”.
En busca de aires opuestos a la educación militar, Juan Soto emprendió la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Central de Venezuela. Un romance universitario lo motivó a buscar un trabajo para contar con un poco más de dinero. Como jugaba fútbol en los torneos internos, encontrar un trabajo como delegado de equipo no le costó mucho. Fue allí donde comenzó a tener contacto con árbitros, que después lo incitarían a considerar el arbitraje como seria actividad.
Una noche me animé a ir al Brígido Iriarte donde se dictaban los cursos para ser árbitro a partir de las siete. Había un viejito con una pinta de gallego impresionante que me hizo una barbaridad de preguntas sobre por qué estaba interesado en ser árbitro. Le respondí varias cosas, pero apenas le mencioné que Juan Soto era mi abuelo, bueno pues, le salió una sonrisota y hasta me dio un abrazo.
Su nombre es Manuel Santana, y hoy en día sigue estando a la misma hora en el Brígido esperando a nuevos aspirantes con la misma cara reacia. Manolo, como lo conocen en su ámbito laboral, es el presidente del Colegio de Árbitros del Distrito Capital.
La aprobación inmediata de Santana le ha servido de mucha ayuda a Soto, puesto que ha cuidado su trayectoria como árbitro desde que tenía 19 años. Sin embargo, él no fue el único personaje influyente en la vida de Soto que estuvo presente esa noche. Gustavo Brandt, que se encuentra retirado, era el árbitro internacional más activo para entonces. Se encargó de enseñarle todo lo que sabía y arroparlo bajo su tutoría.
Juan representa el éxito del arbitraje venezolano. Cada quien ha aportado su grano de arena para limpiar las manchas del pasado. A pesar de su juventud, a Juan se le nota su honestidad y seriedad, por eso es la persona idónea para representar este logro.
Eso dice Brandt, quien actualmente es miembro del Colegio Nacional de Árbitros y trabaja como representante de ventas.
 
EL PITO MODERNO
Debido a que el arbitraje es una profesión bastante inestable, la gran mayoría de los árbitros en el mundo tienen un trabajo paralelo. Esto se debe a que no cuentan con un salario fijo y que a los 45 años de edad los árbitros internacionales se ven obligados a colgar el silbato por reglamento de la FIFA.
Juan Ernesto Soto no es una excepción, da igual importancia a su trabajo como árbitro que a su trabajo como director de su empresa constructora. Le ha costado muchísimo formar un grupo de trabajo confiable, pero haberlo consolidado es lo único que le permite viajar tranquilamente por América cada vez que le asignan un partido para pitar.
Entre sus rutinas de vida está entrenar fuerte y constantemente. Junto a sus compañeros del Colegio de Árbitros del Distrito Capital, Soto se reúne de lunes a jueves con un entrenador físico por las noches para mantener sus condiciones atléticas. Estos entrenamientos no son obligatorios, son iniciativas de los propios árbitros que buscan prepararse para las pruebas periódicas nacionales e internacionales.
La CONMEBOL ha estado complacida con el desempeño de Juan Soto, pues ha venido superando constantemente los tiempos que cada vez se tornan más exigentes por la FIFA. Justo la semana pasada la convocatoria obligatoria fue en Paraguay, donde asistieron 22 árbitros de la confederación de Suramérica cuyos países se disputarán las plazas para participar en el Mundial Brasil 2014, entre ellos, el árbitro venezolano.
Tener 35 años y ser considerado como uno de los árbitros con mayor experiencia en Venezuela, es un orgullo para Soto, pero sabe que esto también tiene connotaciones negativas.
Con la evolución del fútbol, el arbitraje también ha cambiado mucho, ha tenido la necesidad de adaptarse. El fútbol de ahora es un fútbol mucho más rápido, de toques. Se juega mucho de contragolpe y estar cerca de la jugada es cada vez más difícil. Por eso las pruebas físicas se han vuelto cada vez más y más exigentes. Algunos árbitros experimentados que eran muy buenos se han quedado rezagados por la incapacidad de superar estos nuevos tiempos límites que impone la FIFA.
Ese es el panorama arbitral venezolano, donde árbitros como Candelario Andarcía, Mayker Gómez, Marlon Escalante y yo, que no llegamos a los 40 años, somos los referentes de mayor experiencia. Nada que ver con otros países donde árbitros experimentados ya tocan los 45 años.
Si hay una profesión difícil, el arbitraje es una de ellas. Es un trabajo que jamás se premia y solo se castiga, que nunca se felicita y siempre se critica. Donde no solo se tiene a un adversario apoyado por miles de personas sino a dos. Es un trabajo condenado a las humillaciones en el cual las alegrías y victorias personales deben mantenerse en secreto.
“Los errores son lo único seguro en esta carrera tan dura. No se puede asegurar que un partido va a terminar siendo justo, pero lo que sí se puede hacer es exigir disciplina, siendo honesto y rígido a la vez”, expresa Soto. Agrega con una media sonrisa:
Los árbitros no debemos participar en el espectáculo, las estrellas, si las hay, son los jugadores. Nosotros debemos limitarnos a agradecer que somos el espectador más cercano a ellos, y que además, tenemos en nuestras manos la posibilidad de hacer que ese juego tan bello fluya y sea lo más justo y limpio posible.
 

Entrevista realizada el 08- 02- 2012