Sobre la semblanza de grupo (I)

Uno de los géneros que se están abordando en las escuelas de Comunicación Social es la semblanza de grupo. Lo primero que el aspirante a licenciado debe tener en cuenta es que, si no le interesa de una manera particular ese grupo que ha escogido, por ejemplo, para desarrollar su tesis, probablemente su investigación no sirva para nada. Usted debe albergar en su fuero interno una opiníón preconcebida sobre ese grupo. Algunos llaman a eso prejuicio, pero en realidad es una hipótesis, o sea, un punto de partida prometedor

 

Sebastián de la Nuez

Según la definición de  Manuel Gayol Fernández en su Teoría literaria, «el ensayo es un tipo de composición, generalmente breve, en prosa literaria, que expone sin rigor sistemático, pero con hondura, madurez y emotividad peculiares, una interpretación personal sobre modalidades libremente seleccionadas en torno a temas científicos, filosóficos o artísticos»[1].

Podemos decir que ciencia, filosofía y arte no agotan las posibilidades pero, en todo caso, esa definición consolida al ensayo como género que desarrolla sus temas partiendo del planteamiento de una tesis. «Se ha dicho que el ensayo no necesita pruebas para demostrar su tesis. A nuestro criterio, necesita por lo menos argumentarla, pues al tratarse de un género polémico, dialogante, procurará el autor darle solidez a sus puntos de vista para que éstos puedan interesar al lector», dice el profesor de la UCV –hoy en día diputado del PSUV− Earle Herrera en El reportaje, el ensayo.

Herrera ha dado en el clavo con un concepto unido al de semblanza pues ésta implica, como el ensayo, carácter dialogante. Abre compuertas para fomentar la reflexión.

En sí misma, una semblanza de grupo parte de una perspectiva crítica y es una reflexión.

Como cualquier semblanza individual, la de grupo busca caracterizar a los personajes que la componen: su modo de pensar, sus fortalezas y debilidades, la cultura que los contextualiza; allí deben haber anécdotas y también datos biográficos.

En la semblanza de grupo deben atenderse los rasgos en común. Y detrás, o mejor dicho sobre la plaforma de esos rasgos, habrá siempre un tema. Un gran tema.

Si queremos retratar, por ejemplo, a los intelectuales que conformaron, a finales de la década de los setenta en Venezuela, ese grupo diletante, un poco al borde del derrumbe existencial, que fue la República del Este[2], debemos partir de una posición teórica. A menos que se trate de una imposición de algún jefe de Redacción o director de medios, la mirada previa (quizás no exenta de prejuicios) es determinante para encarar el trabajo con una actitud interpretativa. De eso se trata todo esto: estamos haciendo periodismo de interpretación.

No se puede abordar una semblanza de grupo desde la inercia, desde la inopia, desde la pereza intelectual. Hay que abordarla con ganas, con soltura de ideas y esa fuerza motora que es el entusiasmo. Pero las ideas deben bullir desde el arranque. Si no hay ideas, no hay valoración; por lo tanto no habrá vida.

 

PARTIR CON GANAS

La hipótesis o teoría determina el hilo conductor. Quien haga semblanza, que aprenda del ensayo. Y, por supuesto, también del reportaje.

Aquella cofradía de escritores, pintores, periodistas y profesionales diversos cultivada bajo el signo de la bohemia se dedicó a reunirse en ciertos lugares aledaños a Sabana Grande, zona de comercio tradicional en donde, a partir de los años sesenta, comenzaron a concentrarse ciudadanos de diferente condición y extracción. Era una calle con sus alrededores propicia para el encuentro y el esparcimiento con librerías que se hicieron míticas, bares, restaurantes, tiendas, billares y excelentes discotiendas. Un lugar donde algunos hallaron algo parecido al París idílico con sus cafés al aire libre y cierto ambiente cosmopolita. Era una ciudad en ebullición que comenzaba a explotar demográficamente, plena de inmigrantes, diversa y variopinta; zona y ciudad dentro de un país desperezándose de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) para ensayar una democracia muy conflictiva: nacían nuevos partidos políticos y la guerrilla se convertía en la vía redentora ante desigualdades endémicas. Soplaban vientos de utopía encarnada en socialismo, aunque, en verdad, las vastas clases obreras pensaran más bien en cosas menos sublimes, como un automóvil y un televisor.

Dentro de aquel grupo de intelectuales que conformaría algunos años después la República del Este –pues la verdadera, la que realmente detentaba el poder, tenía su sede en el oeste de la ciudad− había precisamente utopistas que regresaban del fracaso tras la aventura sediciosa, y muchos de sus amigos que desde las aulas universitarias, o aun desde la Europa adonde habían marchado a refugiarse, o a disfrutar de una beca estatal, alimentaron con fruición aquellos sueños igualitaristas.

La semblanza, se ha dicho, está amarrada a un tiempo y a un lugar. Desde aquella Sabana Grande, entonces, debía arrancar el retrato de la cofradía de personalidades algo frágiles, proclives al diálogo casi tanto como a la bebida y quizás a la demencia. Es aconsejable que el periodista tenga, de entrada, la idea tiempo/lugar bien internalizada cuando emprenda la semblanza: plano general a partir del cual se acercará al tema. Puede concluir aun antes de empezar su trabajo que aquel grupo de la República es el rostro festivo de una generación frustrada de venezolanos adelantados a su época. Aunque puede que, en el transcurso de su investigación, cambie su manera de mirar al grupo.

A lo largo del trabajo se corroborará la tesis o, por el contrario, se descartará. O puede que nada más se matice.

PASOS DE LA SEMBLANZA DE GRUPO

 

 

 

 



[1] Citado por Earle Herrera  en El reportaje, el ensayo. Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. Caracas, 1981. Pág. 89.

[2] Para el momento en que desarrollé este capítulo dos tesistas de la UCAB desarrollaban esta semblanza de grupo.