Su prestigio no viene de gratis. El periodista Omar Lugo −respetado por Chávez, despedido por Maduro− es un hombre de mediana estatura que hoy lleva chaqueta negra, jeans desgastados y barba de un día. Conoce bien el precio de vivir a la carrera. Fue corresponsal de Reuters, director del portal web Invertia de Terra, corresponsal de EFE en Brasil y director de El Mundo Economía y Negocios. Siempre lo ha acompañado una reputación de ser fiel a los datos y de lograr profundidad interpretativa. Después de quedarse sin trabajo, ahora es un cazador solitario de noticias para una revista brasileña
Andrea Hernández
En una mesa del café Provenzal en la Plaza de Los Palos Grandes, Omar Lugo –48 años– recuerda su primer encuentro con el régimen que más adelante pidió su cabeza. Cuenta que es una historia curiosa que tiene que ver más con la memoria de Chávez, que con cualquier otra cosa. Lo conoció en un encuentro que pautaron cuando era candidato. Fueron a la sede de Seguros Nuevo Mundo en Los Cortijos con Luis Miquilena, Tobías Carrero (dueño de Seguros Nuevo Mundo y uno de los empresarios que apoyaba al aspirante) y la fotógrafa de Reuters, Kimberly White. El almuerzo era tipo llanero, comieron sopa de rabo o cola de vaca. Cuando el mesonero le ofreció jugo, refresco o cerveza, Lugo respondió: “Prefiero la cerveza, pero no voy a tomar solo”, y Chávez lo animó: “¡Te voy a acompañar, Lugo!”. Se tomaron esas cervezas en la campaña electoral de 1998.
En su primera rueda de prensa como presidente explicó lo que supuestamente iba a ser su plan económico. Subrayó la austeridad como una medida necesaria, incitó a los venezolanos a que en lugar de comprar tres cajas de cerveza compraran una y ejemplificó el caso: “Ahí hay un ahorro, ¿no es así, Lugo? Tú que tomas cerveza, ¿cuánto es que está costando una ahorita?”.
La cadena logró el 98% de sintonía. Gracias a ese comentario, Lugo obtuvo la fama de que se echaba palos con el presidente. Quince años después, el sucesor y heredero de Hugo Chávez exigió el despido del periodista, luego de que El Mundo Economía y Negocios (EMEN) titulara en primera plana: “¡Rebajas! Llegan a las reservas del Banco Central”, edición del 15 de noviembre de 2013.
El recurso interpretativo de la ironía que se empleó en la portada fue malinterpretado, según el director del Centro de Investigación de la Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Carlos Delgado. El colega de Lugo opina sobre la ética laboral del periodista: “Se parece a lo que describe Kapuscinski que debería ser un periodista”. En Los cínicos no sirven para este oficio explica:
Para ejercer el periodismo, ante todo hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos.
Lugo tuvo una visión. Llevó a cabo un plan para posicionar al periódico EMEN como referencia obligada para entender lo que más afecta directamente la cotidianidad del venezolano: la economía. Entendió que el rotativo no podía quedarse solo en el papel, que podía hacer más bulla en Internet:
El periodismo no puede prescindir de los canales multimedia porque eso lo determina la audiencia. Tiene que ver con las tendencias de la comunicación, con las necesidades del público.
Actualmente estas necesidades se satisfacen con una plataforma multimediática.
No obedeció a la petición del presidente Maduro de “portarse mejor” porque es periodista. “Yo no soy empleado de Nicolás Maduro. El periodismo económico es riguroso y no hay espacio para la mentira y la propaganda. Para eso está AVN”. Considera que la reputación de un periodista es su marca personal y que aunque se logren cargos directivos siempre se es periodista.
Ser jefe es agotador y no lo extraña para nada. Lo que sí le hace falta es el trabajo en equipo. “Ser corresponsal es ser un cazador solitario”, comenta con una sonrisa derrotada. “La soledad tiene que ver con el acto de creación, el miedo a la página en blanco”, comenta y bebe un sorbo de café marrón con un poco de canela.
Para el periodista mantener un equilibrio entre la familia, el trabajo, los amigos y uno mismo siempre ha sido un estrés. “Son como redes. Si dejas que se distienda una, se pierde la armonía”, explica. “Tengo como tres divorcios. Bueno, formalmente un divorcio, pero varias relaciones estables que terminaron debido al trabajo”, confiesa. Ahora está casado con la brasileña Eliana, una atractiva mujer de 35 años, como revelan las fotos en su celular, desde hace 11 años. Tienen una hija de 10 años: Sofía. “Esta es la perrita de mi hija”, se ríe y muestra una foto en el celular de una niña con un schnauzer negro. Nació en Brasil cuando su padre trabajaba como corresponsal para EFE. La familia habla portugués en casa. “Eu falo português. ¿Voçê fala português?”, pregunta mientras muestra más fotos de Sofía bailando con un ula-ula en un vestido blanco.
Ahora tiene una familia pequeña, pero él viene de una grande: era el menor de cuatro hermanas y tres hermanos. Hoy quedan solo cinco porque sus dos hermanos murieron. El primero en un accidente con un arma de fuego en Amazonas y el segundo fue asesinado en un asalto yendo a su finca por San Juan de los Morros.
No cree que haya nada del otro lado: “La religión es un refugio del hombre porque se siente pequeño ante el universo. Estar solo duele”. Sí cree en la ciencia y estima que la vida es su función en sí misma y que hay que aprovecharla.
Lugo disfruta de la vida escuchando a la banda de rock Queen, comenta el investigador de la UCAB y experto en comunicación y democracia, Andrés Cañizález. “La primera vez que salimos socialmente fue en un viaje a Puerto La Cruz como corresponsales. Fuimos a un bar en el que ponían Queen. Se sabía todas las canciones y las cantaba intensamente”, cuenta el profesor Cañizález.
El otro escape del que goza Lugo queda en San Juan de los Morros, donde ve pastar a sus vacas y realiza trabajo de campo en su finca. Le gusta el ejercicio porque es un ritmo distinto al del trabajo intelectual. Ofrece un par de especímenes vacunos que exhibe en una fotografía: “Este becerro es de raza pura, dicen los vecinos”.
Pero la vida de campo queda relegada a los fines de semana libres. Ahora trabaja como corresponsal para la revista brasileña América Economía. Estos días está inmerso en una investigación sobre la infame Torre de David en San Bernardino. En su celular señala una foto de unas ventanas del edificio:
Eso es una historia. Uno cree que es un antro con delincuentes, pero tienen una organización social y su propio gobierno.
Considera que uno tiene que ir a ver con sus propios ojos qué es lo que está pasando y luego sacar conclusiones. “Antes, si había un evento, un corresponsal tenía que ir. Ahora solo se fusilan páginas de los periódicos locales”, reclama.
La crisis comunicacional lo preocupa porque sostiene que el mundo de las agencias de noticias ha cambiado y que la competencia ahora son blogueros y cualquiera que tenga un celular. “Eso no es periodismo. Yo no llamo médico a un curandero, ni profesional a un amateur”, protesta. Sin embargo, opina que Internet es el mundo ideal para la información porque la democratiza. “Lo que están haciendo [los directores de Wikileaks] me parece del carajo. Todos tienen derecho a saber que su gobierno los está espiando”.
Si bien él fue uno de los sacrificados en el holocausto mediático que padece Venezuela actualmente, no deja de soñar con la democratización de los medios, ni ha olvidado su deber de informar. Y sus colegas se lo reconocen. Ya finalizando la entrevista, se acerca Rafael Romero, jefe de Comunicaciones de McDonald’s en Venezuela. Lugo lo presenta: “Este es un colega”. “¿Colega? Más bien pupilo”, ríe Romero y le da un fuerte apretón de manos al eterno periodista.
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