La calle no se detiene

OLYMPUS DIGITAL CAMERALa calle no se detiene. La gente salió desde las 11:00 am aproximadamente en caravanas de carros agitando la bandera venezolana y repartiendo cornetazos a lo largo y ancho de avenidas y autopistas. Ya a las dos de la tarde, una de las esquinas calientes de Altamira Sur se había convertido en una playa. El Presidente decretó un Carnaval divertido, puso música en Miraflores –aun cuando el país debería estar de luto, razones hay− y llamó a luchar y rumbear (¿al mismo tiempo?). Impuso dos días de asueto adicional.

Sin embargo, la gente no le hizo caso. A Nicolás Maduro no le fue bien decretando la diversión a la fuerza en vísperas del Carnaval. Condimentó sus arengas con su ilusión personal de disfrazarse de hombre araña: ¿creativo intento de acercarse a las masas en clave de divertimento jocoso?

Pero no. Los ciudadanos siguen muy molestos, sobre todo en algunas zonas de Caracas y en ciudades del interior. Y se burlan, sobre todo las damas parecen estar inventado cosas como esta de “Bienvenidos a Playa Altamira”, con toldos y bellas vacacionistas bronceándose allí mismito, frente a la bomba de La Floresta y sin necesidad de hacer un largo viaje a Tucacas, que a esta hora debe estar por cierto bastante desierta.

El sociólogo Fernando Mires comparó las revueltas de Ucrania −que acaban de terminar o al menos eso parece− y Venezuela, que según su propio criterio apenas comienzan. Habló de gobernantes parecidos: Yanukóvich y Maduro. No son lo mismo ni sus apellidos se escriben igual pero a su buen entender son una muestra de un nuevo tipo de dictador. Escribió:

Lo importante en todo caso es que ambos gobernantes pueden ser situados dentro del marco tipológico de las llamadas dictaduras y/o autocracias electoralistas que hoy infectan al planeta desde Zimbawe en África, pasando por Rusia y Bielorusia en Eurasia, Hungría en Europa Central, hasta llegar a Venezuela en América del Sur.

Vaya, vaya. Las cosas que suceden en Venezuela son equiparables a las que suceden en países allende las fronteras, allende los mares. Cada país tendrá su propia forma, entonces, de superar estas situaciones. El venezolano tiene la suya. No parece tenerla muy clara, pero allí anda, en la búsqueda. A veces surgen un par de políticos con ambiciones desmedidas y precipitan las cosas por el lado inútil de la historia. En fin, todo forma parte de la decantación. Y en ocasiones el humor, la ironía y el desparpajo se convierten en arma arrojadiza, como una piedra, asunto también muy propio de la idiosincrasia criolla; allí quizás radica esa capacidad de alzarse desde la tragedia para revertir el curso de los acontecimientos ante un Gobierno que ni tiene humor ni sabe escuchar.

En la foto de abajo, una expresión de lo que está pasando por la cabeza de los estudiantes, un factor clave en estas revueltas. /SN

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