A través de cualquier medio a su alcance, los periodistas deben hacer crónica para registrar el horror que en estos días aparece, como por generación espontánea, en cualquier esquina venezolana. En este artículo se reivindica una máxima de Ryszard Kapuscinski pues es muy cierta: los cínicos no sirven para el oficio periodístico (de modo que hacen bien refugiándose en la cadena estatal Venezolana de Televisión)
Sebastián de la Nuez
Ryszard Kapuscinski lo dijo durante una charla transcrita en el libro Los cínicos no sirven para este oficio. Se refirió a la carga psicológica que todo periodista maneja a la hora de enfrentar al otro. La empatía es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Para el periodista es una fortaleza, una actitud, vía a la interioridad del prójimo. Nuestra fuente, lo recalca Kapuscinski, son los otros, además de la documentación más lo que llama imponderabilia la cual se traduce en colores, temperaturas, atmósferas, climas.
En Venezuela, el periodismo corre peligro. El poder lo tiene contra la pared. O, incluso, el poder destruya la propia pared solo para amedrentarlo, como ocurrió con el apartamento de la periodista de 2001 en el edificio For You. Llegar a casa y encontrar que tu puerta MultiLock ha sido desmontada y robada por un piquete de guardias nacionales, y que tu apartamento está prácticamente destruido: esas son las consecuencias de ser periodista en Caracas por estos días.
LA CRÓNICA
Con motivo de los 75 años de la Feria del Libro de Madrid se reunieron en Casa de América, en junio de 2008, varias estrellas del periodismo y el ensayo, entre ellas el viejo Carlos Monsiváis y el joven Martín Caparrós. Hablaron de la crónica. Monsiváis celebraba a los cronistas de Indias que alguna vez asombraron a Hernán Cortés, Fray Bartolomé de Las Casas y Bernal Díaz del Castillo. Comentó: «Solo hasta ahora se está consolidando en América un género que mezcla la crónica con el thriller, como una necesidad de impulsar la secularización». Secularizar es autorizar a un religioso para que pueda vivir fuera de clausura, según el diccionario. A partir de allí cabe suponer que Monsiváis alababa la renovación del género con sello latinoamericano, pues se aireaba tomando particularidades, por ejemplo, del cine. En el thriller el suspense juega papel preponderante. Se habló en Casa de América de la camada de nuevos talentos que intentan no exactamente informar sobre la realidad, sino recrearla. Caparrós dijo: «Mientras la información pretende saciar la curiosidad del lector y así tranquilizarle, la crónica intenta despertar su interés e inquietarlo».
Tomás Eloy Martínez, al prologar el libro de Caparrós, Larga distancia, dice que es el género central de la literatura argentina: desde Martín Fierro hasta Historia universal de la infamia. Para quien desee indagar en los orígenes, la venezolana Susana Rotker escribió La invención de la crónica. Rotker resalta como antecedentes a los latinoamericanos José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío, quienes establecieron durante el modernismo (finales del siglo XIX y principios del XX) a la crónica «como un género en sí mismo, hermano de sangre de la poesía y de la ficción».
Pero es peligrosa la cercanía de la crónica periodística con la literatura que deja el campo abierto a la disquisición. Los excesos de libertad no son recomendables. Pueden dar lugar a un campo minado de licencias en donde la ausencia de datos concretos se sustituye por fantasía. El colombiano Javier Darío Restrepo, ex defensor del lector de El Espectador, ha anotado la influencia de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano como más bien negativa. En una reunión con profesores de la Universidad Católica Andrés Bello (junio de 2009) narró que tiempo atrás se había realizado un estudio sobre el destino de los participantes en cursos de la Fundación y resultó que muchos de ellos se dedicaron a la literatura; en otras palabras, el instrumento se convirtió en fin. Restrepo lo puso de este modo: la crónica es un género abierto para que el periodista disponga los hechos o elementos de la información con una intencionalidad determinada. La vasta teoría sobre la objetividad ha impulsado hacia una zona gris estas características propias del periodismo inteligente que es el que siempre tiene una intención. «Todo lo que nos libere de lo mecánico y nos lleve a privilegiar nuestros propios valores, nuestra propia iniciativa, dignifica la profesión y la convierte en un instrumento eficaz de cambio social. No hay cambio social desde un periodismo mecanizado», dijo.
La actual realidad que vive Venezuela no puede abarcarse con el lead, cuerpo y cola. Hay que retratar el horror de un país que sufre una guerra civil asimétrica: de un lado, la violencia representada en el Gobierno. Del otro, una juventud valiente, atomizada e ingenua que se ha expuesto hasta la saciedad ante el terrorismo estatal. El periodista de talento se identificará mental y afectivamente; su crónica dará testimonio, en el futuro, del desespero, de la inequidad.
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