El gran crítico de Caracas

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El arquitecto es capaz de identificar fallas en el sistema de la ciudad, en las decisiones del gobierno, en los ciudadanos; pero también ventajas excepcionales de la capital. Lleva en su cuerpo el gusanillo del urbanismo y la planificación. Cree que la capital tiene salvación

Andrea Miliani

Marco Negrón trabaja como asesor del Instituto Metropolitano de Urbanismo Taller Caracas. Tiene una oficina en el piso 25 de la torre del Centro Financiero Latino en la avenida Urdaneta donde los trabajadores se refieren a él como «El Profesor». Es la fuente principal de muchos medios de comunicación caraqueños para discutir temas de ciudad.

Está al tanto de lo que pasa. Lee noticias nacionales e internacionales. Lo demuestra al hablar. Hace referencias a la ola de calor en Australia y al último reportaje sobre la suciedad en el centro, publicado en El Universal. Siente una necesidad de expresar su opinión y sus conocimientos para «por lo menos contar lo que se debería hacer». Por eso publica artículos cada semana en El Universal, en el diario Tal Cual y en el portal web Prodavinci. Usa Facebook y Twitter con frecuencia. En Youtube aparece como entrevistador de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa en un programa para la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana.

Tiene cejas pobladas, párpados caídos, la parte de arriba de su cuero cabelludo visible y una nariz prominente que heredó su hijo Alberto. Su jubilación y su edad –76 años– no detienen su interés por investigar, aprender y conseguir soluciones para su ciudad natal: Caracas. Es otra de las herencias de Alberto: «Somos un poco workaholics los dos».

Con su familia también  recorrió la ciudad: paseos por Sabana Grande, montar bicicleta en el parque Los Caobos y ver Chaplin en la Cinemateca. Pero su amor por lo urbano lo dejó para él. Nunca incitó a sus hijos a seguir su carrera: la hija, Nina, es periodista; y el hijo, cineasta.

 

EL GUSANILLO URBANO

No sabe si el urbanismo es una pasión, pero le queda claro que le importa mucho. Estudió arquitectura por la relación con las artes plásticas, que era lo que le gustaba desde muy joven. Se graduó en 1961. Considera que durante sus años de estudio se produjo «un cambio no solo político sino de visión del mundo» en Venezuela, producto de la caída de Marcos Pérez Jiménez.

Mientras se preparaba en la Universidad Central de Venezuela tuvo una suerte excepcional –como él mismo dice– pues recibió clases de urbanismo de Carlos Raúl Villanueva cuando éste proyectaba la Ciudad Universitaria. Despertó su interés. También, tuvo la oportunidad de hacerse amigo de Julián Ferris, decano de la facultad que promovió la creación del Cendes (Centro de Estudios del Desarrollo). En ese proyecto, se abre un seminario dictado por su primer director, Jorge Ahumada, y el arquitecto peruano Eduardo Neira.

Influenciado por Ferris, Negrón decide participar: «En ese seminario me entró el gusanillo del urbanismo y la planificación». Estas clases las cataloga El Profesor como una experiencia extraordinariamente estimulante en una publicación en la que rinde homenaje a uno de sus profesores: Eduardo Neira y la segunda fase de la modernización de Venezuela.

A partir de ese momento el currículo de Negrón como urbanista empieza a engordar: estudios de postgrado en Planificación del Desarrollo Regional y Urbano, doctorado en Urbanismo del Instituto de Urbanismo, profesor de la cátedra Teorías Urbanas, editor de la revista Urbana, decano de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV (1990-1996).

A pesar de que la mayoría de sus proyectos han quedado en papel, sus publicaciones, investigaciones, esfuerzos en planificación y compromiso con Caracas son para Guillermo Barrios –actual decano de la facultad– un modelo. Barrios se sintió orgulloso al nombrarlo honoris causa de la UCV durante su gestión en 2009.

 

CONTROVERSIAL

Para El Profesor el centro de Caracas huele a basura. Se queja constantemente del descuido de la ciudad. Ariana Tahran, directora de Planificación y Gestión Metropolitana del Imutc, siempre lee sus artículos porque son «contundentes, no se anda con medias tintas». También señala que tiene una «visión clara de lo que ocurre».

Esa misma contundencia y visión las plasmó en un artículo publicado en Tal Cual, «Los que aman la ciudad», en el que criticó la gestión y las acciones del alcalde del municipio Libertador, Jorge Rodríguez, justo antes de las elecciones municipales del 8 de diciembre. Rodríguez lo denunció en rueda de prensa –a Negrón y a Teodoro Petkoff– por haber hecho un «llamado al homicidio» y mostró ante las cámaras la caricatura en la que dos flechas atravesaban el pecho del funcionario dibujado.

Cuando le mencionan esa reacción del alcalde de Libertador se ríe y lo califica de «idiota». Explica que él no tiene nada que ver con la caricatura que hizo el ilustrador de Tal Cual, y que lo que dijo en su artículo es cierto. «Es un tipo que está perturbado. Un paranoico no puede ser el alcalde de una ciudad; pero además, el problema no está allí solamente: Jorge Rodríguez ignora totalmente la existencia de la Alcaldía Metropolitana y hace cosas por su cuenta por cuestiones políticas», reclama.

Negrón hace un gran énfasis en las consecuencias de la poca coordinación entre municipios y alcaldías. Es lo que más recrimina del gobierno actual y lo acusa de conspirar contra el buen desarrollo de la ciudad:

Había problemas antes y se han agravado, sobre todo porque este es un gobierno autoritario y centralista; y hoy en día todo el mundo tiene plena consciencia de que los conflictos de las ciudades no se pueden resolver con el centralismo.

 

CARACAS EN MARCO

Negrón conoce muy bien la capital: su historia, sus calles, sus instituciones, sus monumentos, su arquitectura, sus problemas. Le gusta pensar que hay una solución al tráfico, a la inseguridad, a las malas políticas urbanas. Tiene además una relación personal con gran parte de la ciudad.

Si le mencionan El Paraíso su mente hace un recorrido: la zona de altos ingresos y del poder caraqueño de fines del siglo XIX, sus días en un colegio de La Paz donde solía jugar fútbol cuando cursaba primaria, las visitas a sus amigos de la urbanización Washington. También recuerda un trabajo que hizo junto a sus estudiantes de la facultad sobre la zona en los años setenta –del que quedó una publicación multigrafiada–, y el actual deterioro porque, según él, la zona ha sido manejada abusivamente.

Igual ocurre con El Hatillo: sus cultivos de piña, un sitio tan remoto que cuando estudiaba bachillerato para molestar a un compañero «muy bruto» le decían que iba a la universidad de Baruta. Ahora el chiste no da risa, ya existe la Universidad Simón Bolívar. Recuerda que cuando trabajaba en la alcaldía del municipio Sucre  hizo un trabajo sobre la remodelación de la plaza de El Hatillo. En el Concejo Municipal se quejaban de que los burros se metían en la plaza. Ese proyecto de remodelación es uno de los que agradece que nunca se hizo: «Hubiera arruinado todo. Está mucho mejor como era y se mantiene ahora».

La Ciudad Universitaria es uno de los lugares que más aprecia, recuerda cuando un colega, profesor italiano de la Universidad de Pisa le preguntó mientras caminaban por el campus: «¿Ustedes tienen conciencia del espacio excepcional en el que trabajan?». Negrón sí la tiene.

Su refugio en Caracas es el Trasnocho Cultural. Considera que es un espacio con mucha vida, un sótano que supieron aprovechar: «Tuvieron la idea notable de meterle espejos al techo, porque el espacio te asfixia, lo vieron muy bien. Ahí da gusto estar». Puede disfrutar de otros placeres: el teatro, el cine, la literatura. Ahora ya no va con tanta frecuencia, asegura que el tráfico, la inseguridad y el deterioro han convertido a la ciudad en un área «volcada contra peatones y que se niega al disfrute».

No siempre ha vivido en Caracas. Un tiempo luego de graduarse se fue a vivir a Italia. Pasó algunos años en Roma y luego dos en Venecia, junto a su familia. Esa última experiencia fue para el arquitecto una de sus mejores inversiones. Fue antes del viernes negro, época en la que asegura éramos ricos y felices. Uno de esos años lo tomó como sabático para apreciar ese fenómeno italiano del cual hablaba siempre Villanueva. Sin preocuparse por el tráfico ni dónde estacionar el carro, hacía sus diligencias y aún tenía tiempo de sentarse en un café a leer con calma el periódico junto a un aperitivo. De ver pasar las góndolas.

No olvida una tarde de lluvia cerca de la plaza San Marco a una señora gritando y quejándose por no tener carro. Ahora, en Caracas, se ríe ante la ironía. Asegura que el regreso a su ciudad natal puede relacionarse con “defectos de fabricación”.

 

FOTO: NELSON CASTRO