Gabo: ¡que viva la noticia demorada!

garcia_marquez1En estos días en que uno se ha puesto a recapitular sobre la obra literaria y el significado de su trabajo como periodista, Gabriel García Márquez  y sus manías reabren múltiples puertas

Sebastián de la Nuez

Su impronta está vigente. El alcance de sus percepciones sobre la narración de lo noticioso seguirá burbujeando más allá de la abundante hagiografía y de los amigos insospechados que ahora le salen a la luz. Las enseñanzas del Gabo están en los textos que no necesitan de la multimedia para decirlo todo.

Lo que hizo, aquello por lo cual le han seguido con fervor miles de escritores y reporteros −en Iberoamérica pero también en el resto del mundo−, contradice abiertamente la escritura desasida, la fragmentación de las ideas, la superficialidad y el frenesí informativo tan común hoy en portales de la web.

García Márquez es, ante todo, aliento y entusiasmo para quienes todavía confían en la profesión del periodismo. El rigor sigue siendo un valor. Contar historias dramáticas, vívidas, cercanas, conmovedoras y significativas (o sea, largas y demoradas) tiene sentido.

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Para celebrar ese con sentido, he aquí diez puentes entre el trabajo del Gabo como escritor de novelas y el desarrollo de su vena periodística, oficio primigenio y recurrente en su vida. Son aprendizajes mutuos, trucos ambidextros, trazos comunes entre literatura y periodismo:

  1. Construcción de un ambiente al que el lector se sentirá transportado, donde le aguarda la emoción de lo inesperado.
  2. Enriquecimiento del mundo al cual se refiere la nota –el reportaje, la crónica− mediante determinadas asociaciones de ideas y el uso de símiles.
  3. La abundancia de cifras respaldando afirmaciones da verosimilitud a lo narrado y autoridad al autor. La vaguedad, el uso de “etcéteras” y “varios”, resta.
  4. Las imágenes son una herramienta poderosa. De hecho, de alguna imagen que ha fascinado a GGM parten muchas de sus historias. Juan Gustavo Cobo-Borda lo pone así: La hojarasca parte de la imagen de un niño sentado en una silla; El coronel no tiene quien le escriba, de un hombre que espera en un muelle de Barranquilla; El otoño del patriarca, de un anciano que deambula por un palacio lleno de vacas. Esto, la imagen visual como punto de partida, lo anota también el biógrafo Gerald Martin luego de repasar la estancia del Gabo en Italia a mediados de los cincuenta, cuando se le reveló el neorrealismo en  el cine de Francesco Rosi y Cesare Zavattini. Para el escritor, las películas italianas de la época eran una especie de “reportaje reconstituido” con una “adherencia natural a la actualidad”.
  5. Detección de hechos que se repiten en torno a un mismo tema, lo cual puede manejarse como leit motiv –lo que no deja de ser un elemento cinematográfico, por su parte− en una pieza redactada como una historia que abre y cierra sobre sí misma, en perfecto círculo cerrado: los líderes mundiales que asisten a una conferencia de la ONU pueden diferir en sus posiciones políticas, pero sus esposas siempre procederán de manera semejante mientras sus maridos discuten en las grandes conferencias.
  6. “Las cosas tienen vida propia”, dice Melquíades en Cien años de soledad. En un reportaje, las descripciones objetivas de aquello que rodea a los personajes, o sea, objetos inanimados, cosas, muchas veces revelan enigmas sobre esos personajes. 
  7. El perfecto círculo mencionado más arriba se compone con sentido del ritmo y del suspenso. Abre con una entradilla relevante y ganchuda –«El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana…»− y cierra con sentido totalizador de la historia («¡Mierda!») o, a veces, si hay elementos para el apunte, con una profecía.
  8.  Todo buen artículo encierra musicalidad. Un periodista puede no saber bailar, pero el oído musical es imprescindible para las buenas crónicas. Lo cual no quiere decir que el redactor tenga dotes de compositor musical. Sin ir más lejos, a García Márquez le hubiese gustado componer vallenatos pero jamás pudo. Eso sí, los cantaba, reconocía en el género tan colombiano como la cumbia su capacidad para decir. Alguna vez quiso editar un long play –lo confiesa en una entrevista al arquitecto y periodista Marco Antonio Contreras− de boleros junto a Armando Manzanero; uno pondría la música, y el otro, la letra. Encontró, sin embargo, que no le era posible contar una historia en frases tan apretadas, en líneas tan finitas.
  9. En los buenos textos periodísticos hay temple, mesura y fuerza de contención, palabras con las cuales Claudio Guillén, hijo del poeta Jorge Guillén y buen conocedor de la obra de García Márquez, define la escritura de Cien años de soledad (cosa que no tiene nada que ver con la desmesura de lo narrado).

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Una observación: ninguna de estos puntos de encuentro entre literatura de ficción y periodismo deberá entenderse como una licencia para fabular lo que el periodista no pueda contar mediante datos constatados o hechos verificables. Como el mismo Gabo dijo en alguna entrevista, en la novela puedes partir de un solo hecho cierto para contar toda una historia; en periodismo, un solo hecho incierto te echa a perder todo el trabajo.