Ahora que el diario Tal Cual está en peligro conviene reflexionar sobre los haberes de un diario que le ha llevado el pulso al proceso de retroceso que ha significado el régimen bolivariano, denunciado sin tregua ni descanso. Tal Cual es una referencia nacional e internacional de valentía en el periodismo
Sebastián de la Nuez
Ha habido dos periódicos en los que he trabajado, dos en especial, que me han dejado lecciones bien precisas. El Diario de Caracas y Tal Cual. De los demás, nada. Cero. Los dos que señalo han sido tabloides. El primero marcó mi etapa de despegue como reportero por la libre, sin ataduras a ninguna fuente. Fue la etapa en que el accionista más influyente, o el que se ocupaba más directamente del periódico, era Diego Arria; luego, en manos de RCTV, fue decayendo poco a poco pero, aun así, todavía valía la pena trabajar allí. En su Libro de Usos, Modos y Estilo quedó grabada una frase que todo periodista debe tener presente ayer, hoy y siempre:
El lenguaje del redactor debe ser claro, ameno, fluido, fácilmente comprensible para el lector. Cuando escribe, el redactor debe poner especial atención al hecho de que está narrando algo, contando una historia que debe retener todo el tiempo la atención del lector.
De El Diario de Caracas aprendí a enfocar el objeto del reportaje, nota o crónica. Fue el día en que me enviaron al botadero de basura de Caracas.
En Tal Cual aprendí a desbaratar un poco lo que había aprendido hasta entonces, para recomponerlo a mi modo pues, en realidad, allí la guía era uno mismo.
Entré en 2001 para dirigir una sección, Nación: política y otros menesteres. Estuve más o menos un año trabajando con gente nueva muy valiosa. Nunca hubo las roscas ni las zancadillas que, se sabía, caracterizaban el ambiente de redacciones más viejas y más grandes. Tal Cual era eso, una pequeña quincalla comandada por un zorro de la política que en realidad jamás ha sabido nada de periodismo (corrijo, sabe o tiene dos cosas fundamentales: intuición de lo noticioso y una escritura de lenguaje claro y fluido, como postulaba El Diario de Caracas).
Tampoco ha tenido ni la menor idea de gerencia, y el periódico, a pesar de todas sus vicisitudes, se ha mantenido por quince años o más.
Todos en el periódico sabían que contaban con total libertad para hacer y deshacer. Así, también se cometieron ciertas tropelías pues, para utilizar la libertad a plenitud, hay que tener criterio afinado y buen conocimiento del contexto. Si no, el periodista, sobre todo el novato, puede meter la pata a profundidad. Yo dejé colar una de esas metidas de pata por no revisar a conciencia. Tenía relación con una de las varias reformulaciones del COPP −Código Orgánico Procesal Penal− aunque no me acuerdo realmente cuál era el punto. Pero en todo caso el resultado fue una información sesgada, y con el sesgo apuntando para el lado que no era.
Cuando un periódico tiene éxito, y Tal Cual siempre lo ha tenido en ciertos círculos, sus reporteros ganan un prestigio que los hace apetecibles como elemento a contratar. De modo que muchas veces son requeridos con ofertas salariales que una empresa modesta –como lo sigue siendo La Mosca Analfabeta, editora− no puede equiparar. Así sucedió no solo con redactores sino con columnistas.
Tal Cual fue escuela, probablemente lo sigue siendo. Allí se forjaron quienes después harían carrera en otros medios, dentro o fuera del país: Valentina Lares, Maye Primera y Laura Weffer en Nación-Política; Jeanne Liendo (Economía), Pedro Pablo Peñaloza (comenzaba en Internacionales), Marcos Salas (aunque este ya venía con experiencia). Eran 32 páginas gordas de información y opinión, tan eclécticas que estaba por una parte el legendario Ramón Darío Castillo con sus sociales y, por otra, Oswaldo Barreto, reliquia de la izquierda más izquierdosa de los sesenta.
También traía, los viernes, un suplemento llamado Sábado & Domingo, dirigido por Edmundo Bracho, quien hoy en día vive en Londres. Además de ecléctico, era un diario heterodoxo marcado por la impronta de Teodoro Petkoff y nadie veía la contradicción. No tenía por qué verla. Como jefes de redacción o información por allí pasaron Javier Conde, Roger Santodomingo y Juan Carlos Zapata. Luego han ejercido tales funciones Alejandro Botía y Xabier Coscojuela.
Tan marcado por la personalidad de Teodoro veía uno a Tal Cual que, en lo personal, pugnaba por enviar sus editoriales al interior, a la tripa, o sea, quitarlos de la primera página. Solo para obligar a los lectores a hojear el periódico: pensaba que la gente lo compraba por la portada y botaba el resto. Nunca se hizo un sondeo para ver cuán cierto era esto.
UN PAR DE ANÉCDOTAS
Una, un viaje sabatino en el Toyota Corolla de Teodoro a Los Caracas. Tenía una inmensa curiosidad por saber qué habría sido de la ciudad vacacional más emblemática del país, sobre todo el estado en que estaba luego de la tragedia de Vargas y de la amenaza de que pasara a manos de la Fundación del Niño, o algo parecido. El tercer hombre en el Toyota era el fotógrafo Felipe Amilibia, quien moriría en 2004. A Teodoro le encantaba salir de paseo a recorrer el país. Se buscaba cualquier excusa. Incluso, antaño, la de ser candidato a la presidencia de la República. Se me ha quedado pegado el verbo que utilizó cuando nos pasó a recoger, a Felipe y a mí: «Es que hace tiempo que no salgo a cambimbear por ahí». Y arrancó veloz sobre la autopista hacia La Guaira. ¿Puede uno imaginar verbo más potente y a la vez más criollo?
Cuando llegamos a Los Caracas vi una escena asombrosa: una casa de las que antes albergaban a los trabajadores afiliados al Incret flotaba mansamente en un río, de medio lado, medio hundida. Habían pasado por lo menos dos años desde el deslave monumental pero allí seguía.
Otro recuerdo es Teodoro sirviendo de intermediario para que Juan Carlos Zapata y yo fuéramos a entrevistar a Rafael Caldera, quien todavía despachaba, o al menos asistía, a pesar de su senectud, en su oficina de la avenida Urdaneta. Escuchar sus respuestas a nuestras preguntas fue toda una proeza porque su voz fue un hilo lejano y cavernoso. Lo que recuerdo con más exactitud es que habló con un rencor corrosivo acerca de personas que antes le habían sido leales pero que ya no lo eran, como Eduardo Fernández. Sobre Chávez alcanzó a decir un par de lugares comunes.
La experiencia en Tal Cual fue rica, interesante, multisápida, a veces estresante pues todas las redacciones lo son, en mayor o menor medida.
Atesoro viejos ejemplares. Allí están las nueve premisas o normas de un medio de comunicación que se precie de tal, consignadas por el español Juan Luis Cebrián en El pianista en el burdel. Una de ellas:
Debe servir como un vigilante independiente del poder.
Eso es. Uno sigue aprendiendo de esos viejos ejemplares color sepia pues son, vistos en la distancia, el retrato de un proceso. Así deben ser las hemerotecas: un diccionario múltiple de la historia que se va construyendo o deshaciendo por el mero paso del tiempo. Las cosas van adquiriendo dimensión, significados sucesivos como capas que van conformando el mosaico de la Historia con hache mayúscula.
Uno ve las portadas y percibe el registro del momento, acuciante, interrogador (¿qué consecuencias habrá de traer esto?)
Algunas noticias nunca mueren sino que reaparecen como fantasmas. Adquieren diferentes modalidades: se dilatan como un inmenso chicle o vuelven enmascaradas para que no las reconozcas; pero si te pones atento examinando periódicos viejos, hallarás muchos vientos con sus respectivos lodos de reciente estreno.
«TSJ mata la bicha» titulaba Tal Cual el 15 de junio de 2001. Se refería Teodoro, pues en ese tiempo absolutamente todos los editoriales los hacía él salvo rara excepción, a una resolución novedosa y sorprendente por entonces. Que el tribunal supremo de justicia (hacía constar que lo ponía adrede en minúsculas) «…decidió continuar rodeando con alambre de púas el ejercicio de la libertad de expresión». El magistrado Jesús Eduardo Cabrera había dictaminado que el activista de los derechos vecinales Elías Santana, aludido de manera artera por Chávez en una alocución, no tenía derecho a réplica en el mismo medio que había utilizado el presidente para vilipendiarlo puesto que, en su condición de comunicador social con un programa de radio propio, no le hacía falta ese derecho que consagra la Constitución en su artículo 58. El derecho a réplica.
Desde entonces para acá han transcurrido un montón de años y una montaña de abusos anticonstitucionales por parte de los poderes públicos. Ahora, después de todo este tiempo, también Tal Cual los está sufriendo en papel propio. No son solo abusos; hay artimañas y discriminaciones diversas que colaboran con sus púas en el cerco, que ya más bien a estas alturas es una Muralla China.
Deja una respuesta