Entre el intelecto y la lucha diaria

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Fernando Rodríguez se considera una persona tímida a la que no le agrada aparecer en televisión, pero es de aquellos que, con su voz temblorosa producto de la edad y tal vez de los nervios, tiene una historia por contar. Es un eslabón clave dentro de la producción del diario TalCual, hoy amenazado de desaparición

 

Luana Cabrera de León

El día en que se declara al araguaney como árbol nacional de Venezuela, nace Fernando Rodríguez, un personaje que se define a sí mismo como un verdadero patriota de este país caribeño, por ser descendiente directo de Simón Bolívar. Sus últimos años vividos los ha dedicado a prolongar la vida del periódico TalCual, que hoy está sometido a todo tipo de agresiones por parte del gobierno venezolano.

Siempre con su camisa dentro del pantalón y con una chaqueta que doblada sobre su brazo nunca olvida cuando sale a la calle, Fernando es el último en llegar al diario por la mañana y el primero en irse a la mitad del día. Sus pasos cortos y apresurados, su espalda medio encorvada y el cabello plateado que rodea solo los costados de su cabeza, denotan las experiencias e historias que el director adjunto de TalCual tiene por contar.

Hablar con Fernando Rodríguez es incursionar y profundizar tanto en la filosofía como en la cultura y la política. Enriquece el pensamiento de todo aquel que se interese en sus intereses. No le agrada que le hagan muchas preguntas sobre su vida; los espacios de silencio que deja entre una pregunta y su respuesta son comunes e incómodos para quien lo entreviste.

De una familia muy “confusa, contradictoria, intelectual y grande”, madre aristócrata convencional en decadencia y padre provinciano de la Venezuela ascendente, borracho, jugador y parrandero. Han sido, por cierto, los principales generadores de preguntas en la vida de Fernando.

Desde pequeño se interesó en los misterios de la vida y la muerte y el estudio de la Filosofía en la Universidad Central de Venezuela dio respuesta a sus angustias.

La Universidad de Nanterre en París fue su segunda casa de estudio, lugar donde empezó a interesarse en la política y donde su añoranza por esa familia confusa, contradictoria y amplia no le permitió quedarse más allá de sus años de estudio.

 

POESÍA Y POLÍTICA

Filósofo, politólogo y hombre muy culto. Nunca quiso ser político, no soporta el hecho de convencer a personas extrañas que no están en sintonía con lo que él piensa. Sin embargo, toda su vida ha estado de alguna forma vinculada a ella.

Hace más de 25 años, Fernando Rodríguez se convirtió en uno de los pocos amigos del político, excandidato presidencial y director del diario TalCual, Teodoro Petkoff. Más recientemente Petkoff le dio la posibilidad de colaborar en los editoriales y otras responsabilidades del periódico. Trabajó ad honoren por siete años. Hoy cobra salario mínimo

El amor a la poesía lo retomó tardíamente; no al hacerse cargo del suplemento dominical Literales del diario, sino con su reciente obra poética publicada en 2010, titulada Opera Prima de Fernando Rodríguez. Influenciado por su conocimiento filosófico, esta obra surgió de la recopilación de varios poemas que construyó en el transcurso de su vida y de las ansias que siempre tuvo, desde joven, de escribir un libro. “Lo que no pude hacer en la filosofía lo hice con la poesía”.

Opinar sobre la situación política cotidiana en su columna y el editorial de Tal Cual, es lo único que lo motiva e inspira. Para Fernando trabajar en la parte de cultura con personas demasiado “intelectuales y sublimes” y leer a “filósofos que intentan demostrar algo inservible para la humanidad” es agotador y lo “asquea”.

 

PADRE Y ABUELO

Ha sido presidente de la Cinemateca Nacional de Venezuela, director y profesor jubilado de la escuela de Filosofía de la UCV, miembro de la directiva del partido político Izquierda Democrática, director adjunto del diario Tal Cual, padre, abuelo, divorciado y viudo.

Sentado en su escritorio rodeado de estanterías repletas de libros y fotografías junto a Pompeyo Márquez y otras amistades, afirma sin pizca de remordimiento que le enorgullece ser pobre desde la casa de los padres de su difunta esposa, donde vive desde hace 13 años cuando nació su hijo Federico.

Dirigir el diario cuando Teodoro se ausenta y mantenerse enterado del acontecer noticioso del país, son solo problemas secundarios cuando llegar a su casa significa pasar la tarde estudiando con su hijo para resolver problemas de matemática, sociales, ciencias y lenguaje.

Para Fernando ser un padre viudo, no es un trabajo sencillo. Tampoco lo es salir a la calle y que las personas lo confundan como el abuelo de su hijo. “La verdad es que ya me cansé de darle explicaciones a la gente, mi hijo sabe quién soy y eso es lo que más me importa”.

Tal vez por no haber aprovechado mejor las oportunidades que en el camino se le presentaron, y por no poder compensar sus penas con dulces por ser diabético, su tercera copa de vino y primer trago de ron puro en las rocas envuelven la conversación de esta entrevista.

 

EL PODER DEL OLVIDO

Como buen ateo, el tema de la existencia abarca la mayoría de las conversaciones con el filósofo que en lo cotidiano ejerce el rol de periodista. Ser recordado ahora y no después de su muerte por los aportes que le ha hecho al país es su principal problema:

Qué diablos me importa a mí que me lean dentro de tres o cuatro generaciones si no voy a estar ahí.

Refiriéndose a algún personaje de renombre, como en todo el transcurso de la conversación, describe la profesión periodística como una “actividad demoledora”. “Nietzsche siempre dijo que los periodistas escriben para el olvido”.

La entrañable relación con Teodoro Petkoff y las tareas junto a él, compensan la angustia del desconocimiento futuro de su obra. Es el único con el que mantiene una estrecha relación, con el que comparte su vida y con el que juntos tratan de sacar adelante el diario que hoy está amenazado por la carencia de papel inducida desde el poder.

El pesimismo tanto en la situación política de Venezuela como en la vida humana se refleja en las palabras de Fernando. La novena sinfonía, el avance científico-tecnológico y Picasso son los únicos elementos que según él salvan a este mundo de la decadencia.

Pero no todo es desolación para Fernando. Levantarse de madrugada, como hace todos los días, para enterarse de las noticias del día y ver el diario que maneja publicados en varias partes de la red es lo que lo motiva a seguir adelante. Su hijo y sus dos hijas mayores de otro matrimonio, su novia Raquel con la que vive felizmente en casas separadas, su poesía y sus amistades esbozan una sonrisa en el rostro de este personaje que, con un poco de timidez, se asoma por detrás de su labor como periodista y padre.