Cercanía de Piglia en plaza Altamira

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Hoy es el cierre de Festilectura 2014, que no fue en abril como ha debido ser sino ahorita, en pleno noviembre*

Sebastián de la Nuez

Festilectura es una feria del libro que ya se ha vuelto costumbre en la plaza Altamira, o Francia, a cargo de la Fundación Chacao y entes colaboradores. Sin embargo, a pesar de esa costumbre, este año fue levantada fuera de tiempo, incluso fuera de país. Como una especie de platillo volador instalado allí alrededor del Obelisco. Como una irrealidad.

Y si usted se detiene en el mero centro de la plaza, las ruinas en que se ha convertido el resto de la ciudad se le harán visibles. Es solo una imagen. Una imagen que se le impone con fuerza si está atento a las miradas de los paseantes.

Si no es un espejismo en medio de una calamidad, un platillo volador rodeado de ruinas materiales y de las otras, ¿cómo se explica la presencia de Ricardo Piglia andando por allí? ¿O la de Virginia Wolf? O, sin ir tan lejos, ¿la de Batman o la de Tintín con su fiel Milú al lado?

Hoy es domingo de cierre. En esta semana ha circulado plaza arriba y plaza abajo, o se ha instalado en la tarima norte, gente entrañable y muy cercana como Alfredo Chacón, Federico Vegas, Inés Quintero, César Miguel Rondón, Francisco Suniaga, el impresor Xavier Aizpúrua, el librero Walter Rodríguez. Han estado el buscón sempiterno, la señora clasemedia tras algún cuento para sus nenes, el que solo va a ver si hay algo nuevo en materia de autoayuda (si busca solo eso es porque realmente lo necesita).

En fin, caraqueños.

Festilectura con su plaza y las fotos de las víctimas de los sucesos de este año despide claridad de alba aunque estos días andan nublados, y no es metáfora.

Sin embargo, sus visitantes solo quieren que una celebridad local les firme un libro, o nada más se acercan a husmear. Todos saben que afuera alguien imaginó una ciénaga y que al este y al oeste, en los suburbios que trepan los cerros, no tan lejos de este oasis, muere gente a diario y sin razón alguna.

Grandes compilaciones de Batman, diccionarios antropológicos, restos del almacén de editoriales que se han ido o están por irse, tesoros escondidos –como bajo el puente de las Fuerzas Armadas− en anaqueles endebles o en gavetas desordenadas desnudas sobre un mesón de tablas. Eso es Festilectura.

Hay un libro sobre las tertulias en el stand o toldo número 1. Las tertulias del país. Es un libro gordo en papel satinado, algo atiborrado. A ese libro le faltan las tertulias de la plaza Altamira en tiempos en que se pensaba que todo estaba perdido y no fue cierto. Una crónica de candente actualidad.

Albe Pérez, anfitriona por Cultura Chacao.

Albe Pérez, anfitriona por Cultura Chacao.

Hoy cierra Festilectura. Todavía está a tiempo de conseguir El último lector por la Editorial Anagrama, en donde precisamente Piglia esboza una teoría harto pertinente: todo lo que podemos imaginar siempre existe, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano, igual que en un sueño.

Esta semana plaza Altamira ha sido eso, un sueño nítido y un poco lejano. Luego de los bombazos y las amenazas de los colectivos, de las persecuciones en moto, de los insultos por televisión y del acoso a la mitad del país –nada menos que a la mitad del país− representada, entre otros sitios, en esta plaza Francia, ha llegado Festilectura por esta semana, bajo este mismo cielo, como una colcha tendida para que los ciudadanos puedan recorrerla y todos entandamos, como Piglia, que hay un universo saturado de libros donde todo está escrito. Como en el Eclesiastés.

 

* Como se sabe, Festilectura terminó de forma abrupta el domingo a mediodía cuando un grupo de estudiantes realizó una manifestación, aparentemente sin razón alguna (hay demasiadas razones para manifestar, pero ellos no fueron explícitos), cerrando el paso de vehículos en las avenidas Miranda y San Juan Bosco, en los alrededores de la plaza Altamira. La policía de Chacao ordenó, en previsión de represalias por parte de la GNB o PNB, que los quioscos de libros cerrasen. Algo que durante toda la semana había sido un oasis de encuentro se convirtió, de pronto, en la propia imagen del país polarizado, con parte de una ciudadanía haciéndole la vida imposible, el domingo imposible, a los demás.

Los escritores Rafael Arráiz Lucca y Hugo Prieto.

Los escritores Rafael Arraiz Lucca y Hugo Prieto, el domingo 16 por la tarde.