Esto es un extracto del trabajo exigido en clases de Entrevista Periodística para rescatar la memoria de El Diario de Caracas en sus primeros tiempos. Tres alumnos que acudieron a la opinión del periodista y analista político Armando Durán, quien a principios de los 80 estuvo colaborando, y luego dirigiendo, El Diario
Jesús Abreu / Jonathan De Carvalho / Gabriela López Escalante
El Diario de Caracas surge como una propuesta editorial en el escenario del periodismo venezolano del año 1979. La iniciativa fue promovida por un grupo de argentinos entre los que figuraban el escritor Tomás Eloy Martínez y el periodista Rodolfo Terragno —exiliado en Venezuela desde 1976 del gobierno militar de Jorge Rafael Videla—. Armando Durán aportó el enfoque político nacional a esta fórmula extranjera para trabajar en lo que él mismo describe como un periodismo de análisis, que rompía con la estructura “amarillista” de otros diarios del país, y cita el caso de Últimas Noticias. “Había una pretensión de calidad, cosa que no existía en otros periódicos”, señaló.
Durán se ensambló en la estructura como director de la sección de política entre 1979 y finales de 1980. Para el momento, no existía la figura del jefe de redacción; aun así, el periodista ejercía esta función aunada a la de jefe de información y editor de los trabajos que eran publicados en este espacio. A continuación, se rescatarán varias entrevistas que fueron realizadas en el período de Armando Durán como director y también de la fuente de cultura, de la que el escritor rescata su importancia como parte clave de la identidad de El Diario de Caracas: “Era un periódico «culturoso»”, dijo.
Morales Bermúdez no será candidato presidencial
El 29 de mayo de 1979 la contraportada de El Diario de Caracas exhibió una entrevista exclusiva realizada por Manuel Felipe Sierra —como enviado especial— al presidente de Perú, Francisco Morales Bermúdez. De acuerdo con Armando Durán, Sierra fue un talento adicionado a la sección de política que en un principio el diario no podía costear, por lo que la oferta de trabajo que le hizo el director fue bajo la figura de pasante [sic] ganando 3.000 bolívares.
En esta entrega de Sierra, la entrevista se presenta en una modalidad más informativa. Frente a las elecciones convocadas en Perú para mayo de 1980, Francisco Morales Bermúdez, presidente de facto desde 1975, anuncia que no postulará su candidatura para los comicios presidenciales previstos para el año siguiente. El país suramericano entonces queda a la espera de una transición presionada por el paro nacional que había contado con el apoyo masivo en julio de 1977. Con la nostalgia militar predominante en el continente, la palestra pública estaba a la espera de conocer las intenciones que tendría Morales Bermúdez de extender o no lo que se conoció como la segunda fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. El gancho de actualidad de esta entrevista se hacía evidente, entonces, en la oportunidad de conversar con la figura que estaba pronta a entregar el poder luego de haber participado en dos levantamientos militares que lo llevarían al poder.
“Hoy la vida peruana depende de los partidos políticos”, declaró el general a Manuel Felipe Sierra como una de las razones que le hacía renunciar a la oportunidad de postular su candidatura. Agregó que su compromiso era “exclusivamente con las Fuerzas Armadas”.
En una situación política e internacional como esta, resulta más conveniente estructurar una entrevista informativa que permita rescatar la opinión del entrevistado; o dicho en palabras de Gonzalo Martín Vivaldi: ¨La entrevista como fuente de información”, en la que es más relevante el “qué” antes del “cómo”. Así pues, en este trabajo, Manuel Felipe Sierra se pasea por las proyecciones e impresiones que tiene Morales Bermúdez acerca de su propio gobierno (próximo a culminar en esa fecha), la crisis con los diarios cerrados durante el tiempo de Velasco Alvarado en 1963, el futuro del proceso peruano y la colaboración entre el gobierno de su país y el venezolano.
Ramón Guillermo Aveledo: “A Luis Herrera cuesta mucho hacerlo enojar”
Como en la mayoría de las entrevistas elaboradas por Elizabeth Baralt, existe en esta una atención cuidadosa a los detalles sobre el personaje. En este caso, la periodista rescata, más que detalles físicos sobre Ramón Guillermo Aveledo, sus expresiones al hablar y la descripción de las actividades en las que se desenvuelve este personaje. Con esto construye una imagen del entorno en el que se desenvuelve.
Esta entrevista responde al modelo de entrevista aderezada en la cual Baralt intercala preguntas e intervenciones propias, en las que respalda o contrasta alguna de las ideas expuestas por el entrevistado. Por ejemplo, ante la interrogante de si Ramón Guillermo Aveledo aceptaría el cargo de secretario del presidente nuevamente, el entrevistado responde: “Muy difícil”. Elizabeth Baralt entonces agrega: “Sin embargo, más adelante —cuando se le preguntó si no se desesperaba al pensar que todavía quedaban cuatro años de gobierno— afirmó: «Yo podría estar aquí cien años…»”.
El tema central del trabajo responde a un gancho de actualidad: el cargo de Ramón Guillermo Aveledo. Apenas ha transcurrido un año de la presidencia de Luis Herrera Campíns. Sobre todo, es un tema que llama la atención del lector porque es entrar a la vida laboral de la Secretaría Privada de la Presidencia y con ello la oportunidad de lograr un acceso a detalles más íntimos y cercanos del presidente. El titular de la entrevista reza: “A Luis Herrera cuesta mucho hacerlo enojar”.
Además, Aveledo comenta sobre si el presidente ha cambiado en su año de gobierno y otros detalles sobre su carácter. Precisa también elementos que tienen que ver con su percepción sobre el cargo que ocupa: lo desagradable que le resulta la falta de privacidad y las pocas aspiraciones que tiene de que la posición sirva de trampolín para escalar a un grado presidencial.
Baralt por medio de los intertítulos seleccionados, aporta una visión sobre el personaje que resume parte de lo que encontró en la investigación que definiera a Aveledo: “Espectador y no actor”, “Un «copeyano unitario»”. Cierra la periodista con una reflexión que hace Ramón Guillermo Aveledo sobre su papel en el gobierno de Luis Herrera Campíns a quien señala como la única figura política a la que debe responder y agrega que no debe sobrevalorar su posición y ampliar el panorama para “no correr riesgo”. La fotoleyenda dice: “Ramón Guillermo Aveledo: una visión panorámica del gobierno desde un palco privilegiado”.
Lo que se puede contar no se debe escribir
Se trata de una entrevista de Miyó Vestrini a Oswaldo Trejo.
Hace poco se han celebrado los cincuenta años de la publicación Comunicación y cultura de masas, de Antonio Pasquali. La primera edición de ese texto capital en los estudios de la comunicación estuvo a cargo de Monteávila Editores, sello creado por el Estado a finales de la década de los sesenta, tal y como fueron creadas tantas otras instituciones dedicadas a la cultura, el pensamiento y las ideas. ¿Puede haber algo mejor que una conversación entre una periodista y un escritor en torno a una institución como Monteávila? Sí, que la periodista sea Miyó Vestrini y que el escritor sea Oswaldo Trejo.
Hay dos elementos fundamentales que caracterizaron a El Diario de Caracas, y que son recordados con cierta añoranza por quienes tuvieron en sus manos algunos de los ejemplares de aquel diario caraqueño de finales de la década de los setenta y principio de los ochenta, periodo de mayor esplendor. Los elementos aludidos quedan sintetizados en el tratamiento de la información: el estilo redaccional, la identidad, la diagramación y todo lo que tiene que ver con la presentación del medio.
El otro elemento era la propia información: se observan singularidades sobre todo en lo que fue la información cultural y de ciudad; y en el análisis político que presentaba El Diario de Caracas en cada edición.
Un ejemplo claro de lo que era la fortaleza estilística, por un lado, e informativa al mismo tiempo, es el testimonio en el que se transformó, con el paso de los años, cada entrevista de la sección de cultura. Y es que se fue convirtiendo poco a poco en una especie de mito; y cómo no, si estaba a la cabeza Tomas Eloy Martínez acompañado por firmas como Susana Rotker y la propia Miyó Vestrini.
Vestrini —poeta y periodista— entrevista a Oswaldo Trejo, escritor y por entonces recién nombrado director literario del sello Monteávila. Data de 1982 y a simple vista posee una estructura sencilla de pregunta y respuesta. Sin embargo, el estilo de Vestrini hace que, por su condición de escritora además de entrevistadora, cada pregunta esté enriquecida de un modo especial sin descuidar el tono periodístico. Hay en cada planteamiento hecho por Vestrini la curiosidad de la periodista y la reflexión de la escritora-lectora, y el resultado es un trabajo que no puede pasar inadvertido; sobre todo ahora que hay una sombra sobre lo que fue y representa el pasado y sus figuras, en especial figuras civiles. Es, en el fondo, el testimonio de un país olvidado. Una evidencia del equilibrio entre la forma y el fondo.
Ser judío en Venezuela: una guía para perplejos
Llevaba el antetítulo Conversación en tres movimientos con el rabino Pynchas Brener. Firma Tomás Eloy Martínez.
El periodismo, frase repetida hasta el cansancio, es un servicio público. Y es un servicio público que implica el descubrimiento constante de historias, de hombres y mujeres, de situaciones y de lugares, de preguntas y respuestas. Y periodismo también es un servicio que implica creación. Tomás Eloy Martínez, al igual que otros grandes periodistas, tenía una clara idea de las implicaciones creativas que son inherentes al periodismo.
Cuando se unen las ambiciones creativas y narrativas con la labor de investigación propia del periodismo, el resultado puede ser un artefacto literario que se nutre de diversos géneros como la crónica, el perfil, el reportaje y la noticia. Y era esa la intención de Martínez cuando encaraba cada publicación, no importa que se tratase de la fuente de cultura o de sociales, sus fuentes habituales, en El Diario de Caracas. Era ese el objetivo de la investigación firmada por Martínez el día 11 de marzo de 1980, y que lleva como título el encabezado de este mismo texto.
Se nota en este trabajo de Martínez el cuidado expresivo y el tratamiento narrativo, combinado con los elementos propios del periodismo, es decir, con los datos propios del personaje (el rabino Pynchas Brener). Es un texto con las características propias de un reportaje, pero con los matices que cada género periodístico puede proporcionar. De crónica: “La voz del rabino avanza como una rapsodia mientras Henny, su esposa, entra con una taza de té”. De perfil: “¿Pasión? No parece haber palabra que coincida menos con este hombre para quien todo conocimiento está fundado sobre la razón y en quien la responsabilidad o el deber serían capaces, tal vez, de oscurecer el sol de los afectos”. También la estructura de la entrevista está presente en el texto y las dimensiones propias de un reportaje que tiene como objetivo principal abordar diversas facetas de la vida del personaje y entrevistado.
***
Cuando se realizaron estas entrevistas, los Navegantes del Magallanes habían ganado la Serie del Caribe, Luis Herrera Campíns era presidente de la República y Maritza Sayalero miss universo 1979.