Herminio Fuenmayor quiere ser diputado

Detalles en la sala de estar del general.

Detalles en la sala de estar del general.

Con una carrera militar de 30 años, el general y abogado Herminio Fuenmayor repasa momentos de la reciente historia de Venezuela, como el golpe de Chávez en 1992 y su rompimiento con Carlos Andrés Pérez. Carga con algunos lastres el general pero, a sus 76, quiere meterse en la carrera parlamentaria

Gabriela López Escalante

El verde oliva no luce como su uniforme hoy. Hace casi 24 años que dejó de hacerlo. A sus 76 años, Herminio Fuenmayor Pereira hace un recuento de su vida profesional: desde aspirante a médico hasta edecán del presidente Carlos Andrés Pérez. Cuenta cada experiencia con orgullo. No se exalta, no parece impresionado. No es víctima del conformismo ni de la arrogancia; sí lo es de la determinación. El general de brigada, abogado y crítico del gobierno chavista, revela con su voz saturada de serenidad y fuerza la cita que tiene pendiente en una carrera que parece interminable: postularse como diputado en las parlamentarias 2015:

Si Dios me dio estas credenciales  y toda esta experiencia, yo no puedo retirarme a los cuarteles de invierno de mi país.

Cada detalle del estudio de su casa en El Cafetal relata la historia de un amante de la disciplina, aprendiz de las leyes y obediente de la lectura. De las paredes cuelgan condecoraciones, títulos universitarios, reconocimientos militares nacionales e internacionales, retratos de Simón Bolívar y fotos de su mayor logro: su familia.

“Siempre ha mantenido separada su vida profesional de la personal y es algo que hemos heredado todos”, comenta su hijo Herminio Jesús Fuenmayor. Describe en la figura de Fuenmayor padre una ternura que en ocasiones le resulta empalagosa, una entrega que admira, una disposición a lograr un equilibrio entre deber y familia y un modelo de padre al que no reprocha un solo detalle. Como mayor herencia, Herminio rescata la disciplina como principio en su actuar y la pasión por la formación. “Nos dijo que no nos dejaría carros, casas, ni dinero; solo educación”. Siguiendo esa directriz, el menor de cuatro hermanos ostenta actualmente el título de Licenciado en Aeronáutica a pesar de que el deseo de su padre era que estudiara Medicina.

Tal interés en la sugerencia académica realizada por el general a su hijo revela el asunto pendiente de Herminio Fuenmayor Pereira con esta cátedra. Confiesa, con un ápice de recriminación, la vocación que sintió desde los 14 años por la investigación. En su natal Maracaibo, durante su tercer año de bachillerato, elaboró en torno a unas plantas saprófitas una teoría para estudiar el cáncer. “Cuando mis compañeros de quinto año vieron la seriedad de mis investigaciones, le dijeron a mi mamá que era peligroso y que me podía enfermar. Ella escondió todos mis apuntes”. No sería esta la única decisión de facto que el futuro general tendría que reconocer sin estar de acuerdo.

La intentona investigativa coincidi con invierno de mi pana, aprendidio. stigacie entonces decidipode de Herminio Fuenmayor Pereira con invierno de mi pana, aprendó con el fallecimiento de su padre. Los Fuenmayor constituían a la sazón una familia de escasos recursos. Y eran muchos los hijos: pocos ingresos para nueve hermanos. Herminio se decidió por la Academia Militar. Una coincidencia del destino reunió este nuevo proyecto de su vida con un encuentro. Durante alguna visita política de Carlos Andrés Pérez al Zulia, el líder adeco saludó y estrechó su mano con la viuda Fuenmayor, y ella aprovechó para explicar al tachirense su deseo de que Herminio pudiera asistir a la institución militar. Relata ahora el general:

CAP habló con uno de sus ayudantes y le dio cien bolívares o doscientos para cubrir mi cuota. Eso me marcó para toda la vida y vi en ese hombre las cualidades de alguien para ser un conductor político del país.

Guarda admiración inquebrantable hacia la figura que nombraría padrino de una de sus hijas, Yoleiva, y a quien además asistiría como su mano derecha.

 

Despegue intelectual

A casi un mes de cumplir 22 años, el 5 de julio de 1961 Herminio Fuenmayor  se graduó de oficial de la Fuerza Armada. Su apetito por el verde oliva del que ahora era parte no fue satisfecho al conseguir el primer lugar de su promoción. A partir de este día comenzó a construir un maletín de estudios, de países recorridos y de funciones desempeñadas que estructuraron una carrera militar de 30 años.

El Batallón Girardot en Coro fue su punto de partida y participó enfrentándose al inicio de las guerrillas que encaraba el gobierno de Rómulo Betancourt. El éxito en su reto inicial sumado a su actuación en El Porteñazo −junto a su primeras condecoraciones− significó el pase directo para trabajar en Caracas.

En adelante, alternaría su entrega al trabajo con su disciplina en los estudios: “Tuve la suerte de que me reuní con un grupito que era muy estudioso. En nosotros los posgrados eran un vicio”. Comenta con agrado que en los cuarteles era conocido por sus compañeros como el campeón de los sábados y domingos, a propósito de que pedía tener las guardias de los fines de semana para trabajar y estudiar Derecho, carrera que cursó mientras era teniente.

La rama de infantería y, posteriormente, la sección de inteligencia cautivaron su atención. “El análisis de inteligencia estratégica es una de las materias más difíciles que existe. Yo tenía la suerte de que siempre era uno de los primeros, tenía facilidad para esa materia”.

La predilección por esta especialidad permitiría que el general Fuenmayor interpretara dos de los roles que considera de mayor reto en su carrera: enviado de operaciones especiales en Centroamérica —Frente Democrático Nicaragüense— y Director General Sectorial de Inteligencia Militar. Ambos cargos los consiguió luego de superar la prueba que supuso en su carrera política ser, entre los años 1973 y 1975, edecán del entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Su próxima evaluación durante el segundo gobierno de Pérez no resultaría tan ideal.

 

Cuentas con la historia

El 4 de febrero de 1992, alrededor de la 1:00 pm el teléfono de la residencia del general Herminio Fuenmayor sonó. Al otro lado de la línea, con explícito frenesí, la voz de Carlos Andrés Pérez pedía una explicación:

—¡Mire, ¿qué sabia usted de esto?!

—Bueno, presidente, lo sabía todo ¿y cuántas veces se lo dije? Usted no me creyó.

—¡Está bien! [y trancó].

El sociólogo Luis Enrique Alcalá, comenta que la negativa a aceptar la aproximación de un golpe militar se evidenció como una sordera generalizada. “El 3 de enero reventó el primer alboroto de un año caracterizado por escándalos de corrupción. A mediados del año 1991 existía una clara matriz de opinión: Pérez o golpe”.

Alcalá escribió el artículo “Basta” el 3 de febrero del año 92; en este, recomendaba en un tono de exigencia y por quinta vez la renuncia de Pérez como medio para sanear al país. Al día siguiente, mientras escuchaba las detonaciones cercanas a su residencia, pensó en la posibilidad de ser detenido por haberse ligado a una conspiración –aunque solo de manera opinativa y premonitoria, según alega− de golpe de izquierda. No conocía a Chávez ni a los otros ejecutores; pero a raíz de un artículo publicado en El Diario de Caracas en julio de 1991 se había sentido señalado cuando el general Herminio Fuenmayor, como director del DIM, denunció una campaña mediática que reclamaba la renuncia de Pérez.

Aquel 4 de febrero, Luis Enrique Alcalá temía que Fuenmayor amplificara los efectos de sus palabras en el diario y lo detuviera. Pero ni el general ni sus subalternos aparecieron en la puerta del sociólogo:

“Ese día estaba en mi casa como un oficial de la Fuerza Armada retirado. Llevaba 8 meses sin estar en el servicio y ya no tenía ninguna responsabilidad sobre eso”, comenta sin peso de conciencia Herminio Fuenmayor. Mientras ocupó la cabeza de la inteligencia militar nacional, en sus cuentas semanales con Pérez intentó convencer al mandatario de que el golpe de Estado se estaba gestando desde el interior del ejército:

Le llevaba los documentos probatorios y él se molestaba. Decía que era mentira y que eso era un problema que yo tenía sin resolver con el general Carlos Peñaloza y con el general Fernando Ochoa Antich.

Lamenta que sus relaciones con Carlos Andrés Pérez hubieran alcanzado un cierre traumático en medio de lo que señala como campaña para deslegitimizar el gobierno del andino. “No quería ser un elemento de conflicto más al lado del presidente. Yo preferí, como dice el refrán, ver los toros desde la barrera. No sé si fue error mío el no haber insistido más”.

 ***

 Otro momento de su vida profesional que recuerda, con equidad no negociable, es la segunda oportunidad que le dio al expresidente Hugo Chávez de permanecer en el curso de Estado Mayor. “En ese momento él no representaba ningún peligro militar o político, apenas era un teniente coronel recién ascendido”, agrega, mientras enfatiza que el verdadero riesgo se dio cuando Ochoa Antich, nombrado ministro de la Defensa, cedió poderes y ascendió de rango al grupo militar en el que influenciaba el barinés. Con el mismo verbo fuerte con el que escribe en su blog de Internet sentencia:

Lo que pasa es que le tocaron una cuerda de superiores cabrones que le permitieron llevar a cabo el complot que ya tenían pensado.

 

Los bajos del general

Las responsabilidades que Herminio Fuenmayor ha asumido en su carrera militar y política han tenido secuelas.  Las grietas que forman las arrugas en sus manos parecieran esconder relatos sobre una piel que se ha rasgado con el pasar del tiempo. Su pulso tiembla; sus decisiones siguen con el equilibrio de un roble.

Para el general, haber demostrado su reprobación a la sublevación militar de 1992 fue el principio de una década en la que tuvo que enfrentar cargos de malversación de fondos como exdirector del DIM, de narcotráfico,  difamación —por un artículo publicado en la revista Élite con una crítica inflexible a la actuación de Rafael Caldera en su segundo mandato. “Al enjuiciarme a mí estaban enjuiciando el gobierno de Carlos Andrés. Montaron ollas periodísticas que no tenían patas ni cabezas. Ellos saben hasta dónde soy capaz y necesitaban aislarme”, replica definitivo.

Su mirada se mantiene firme, no titubea, no se exalta. Repasa sus años de cárcel, el secuestro del 2004 y el allanamiento a su casa en Mérida el año pasado, que logró encrespar los nervios de una familia a la que afirma defender con la justicia de sus acciones. Dice:

Quieren que me dé cuenta de que me tienen controlado, pero a mí no me importa esa vaina, no me van a frenar.

El general que ya no viste de verde oliva se despide para cenar. Mañana será un nuevo día para pensar en su estrategia que le permita conquistar un espacio de la Asamblea Nacional.