Tras una carrera política como prefecto de Caracas, dirigente de Alianza Bravo Pueblo y diputado opositor en la Asamblea Nacional, Blanco espera ser reelegido nuevamente en las elecciones parlamentarias
Julett Pineda
Alto no, altísimo, cerca de 1.90 metros, llega el diputado opositor Richard Blanco al Centro Cultural Simón Díaz, una vieja casa que perteneció a Marcos Pérez Jiménez a tan solo un minuto de la Universidad Santa María y que ahora funciona como una sede de la Alcaldía de Caracas. Es Día de Reyes y docenas de niños viajaron en autobuses especialmente habilitados desde La Vega, La Pastora, Caricuao y 23 de Enero. Hay colchones inflables, perros calientes y algodón de azúcar.
Hay gente del partido Alianza Bravo Pueblo (ABP), del que Blanco es el presidente, gente de la Alcaldía de Caracas, diputados suplentes, recreadores, colaboradores y gente de seguridad, que vigilan que los niños o sus representantes no se lleven cosas de la casa, como los adornos de Navidad. Ha pasado antes, dicen los asistentes.
El Día de Reyes está lluvioso pero igual hay multitud de padres, niños y personas congregadas en la entrada. “¡Ahí llegó Richard!”, se escucha entre sus compañeros del partido. Una que otra persona sale a recibirlo o a saludarlo, muchos lo detienen, le dan la mano y le piden favores o le cuentan sus problemas, él los escucha y sigue saludando al resto. En un punto se hace muy difícil caminar y escuchar, los niños corren y los recreadores gritan canciones en los micrófonos, pero Blanco sigue siendo visible.
En un rato llegará su hijo, Richard Humberto, quien lo acompaña a casi todos los eventos del partido del cual es miembro militante. Junto a su hermana, Andreina, desde pequeño ha asistido a los actos públicos de los cargos que ha ocupado su padre: prefecto de Caracas, diputado de la circunscripción tres del Distrito Capital. También a las actividades de ABP.
Dos semanas y media antes, Richard Humberto acompañó a su padre a un almuerzo que planificó el partido para las personas en situación de calle, en La Candelaria. “Richard, ¿y tu papá?”, suelen preguntarle los periodistas con bastante frecuencia. “Ya se fue, pero el Día de Reyes va a haber una actividad del partido. Búscalo ese día o llámalo más tarde”.
Al igual que sus hijos –Richard Humberto, por ejemplo, estudia Ingeniería Informática–, Richard Blanco se involucró en política desde muy joven debido a su familia. El diputado confiesa que, al principio, le interesaba la política porque le encantaba el proceso de las campañas electorales, ir a un mitin, pegar propagandas e ir a actos. Ahora, dice que es por la convicción en la ideología del partido que preside, una organización socialdemócrata que, de acuerdo con Blanco, busca ofrecer a los venezolanos igualdad de oportunidades, justicia social y la oportunidad de tener un país mejor.
Refranero y lleno de expresiones coloquiales, asegura que se sabe todas las canciones de Reynaldo Armas y que le encanta escuchar música llanera o vallenato para relajarse, especialmente cuando se trata de Jorge Celedón. Antes de decidirse a dedicar su vida al ámbito político, Blanco probó otras actividades y profesiones: fue boy scout, monaguillo, bombero y se graduó de comunicador social. Al final se decantó por la política porque siempre fue lo que le interesó y porque descubrió después de ser seminarista que, a pesar de declararse católico devoto y practicante, no era su verdadera vocación.
A pesar de haber probado por varios caminos, hoy en día, Blanco dice que solo hay dos cosas a las que se habría podido dedicar en la vida. “Si yo no hubiese sido político, hubiese sido militar. Y si hubiese sido militar, hubiese tenido mi boina bien puesta para enfrentar al régimen, que lo que ha hecho es golpear la Constitución y las leyes de nuestro país. Eso era lo que más me gustaba: ser militar, pero me dediqué a la política”, dice en una oficina del Centro Cultural Simón Bolívar que, lejos de toda la multitud, sigue invadida por el ruido.
LO DIFÍCIL DE SER DIPUTADO
Dedicarse a la política en Venezuela tiene un costo, y Richard Blanco y su familia parecen estar al tanto. Por una parte, está el gobierno, al que el partido del diputado hace oposición. Por la otra, la opinión pública opositora, que juzga a sus líderes constantemente. Recibir amenazas es parte de ser diputado, provengan de la facción que provengan. “Me han amenazado muchísimas veces. Estuve preso un año en una de las cárceles más peligrosas del país, Yare, sin haber cometido ningún delito, me mataron a un chofer y a dos escoltas, le dieron cien tiros a la casa de mi mamá, me robaron mi casa en Lídice, han robado tres veces mi oficina, han disparado a mi vehículo oficial, me amenazan cada vez que voy a la Asamblea Nacional con insultos y mentadas de madre, con las peores humillaciones que pudiese recibir cualquier ser humano”, cuenta Blanco.
Para sus hijos, las amenazas siempre están presentes, sobre todo para Richard Humberto, quien acompaña a su padre a los eventos desde que su hermana se fue del país para hacer un posgrado. “El miedo a que lo apresen siempre está ahí. En este país no hay derechos, las leyes las utilizan los altos funcionarios para adjudicarles falsos cargos a los dirigentes opositores”, explica Richard Humberto.
Al último prefecto de Caracas –cargo que ocupó hasta que desapareció esta figura– parece no preocuparle la opinión pública opositora, pues considera que su gestión ha sido lo suficientemente buena y que volverá a ser reelegido para el cargo de diputado. Dice:
Particularmente, yo no soy intermitente sino permanente en la actividad política. Cuando existe algo, ahí estoy. No descanso como diputado. Tengo una reserva moral sobre mi gestión como funcionario. Por esto he decidido postularme nuevamente a la diputación por el mismo circuito en el que estoy actualmente, al que opté en el año 2009 (que abarca las parroquias de El Recreo, San José. San Agustín, San Bernardino, San Pedro y La Candelaria).
DETRÁS DE LA CURUL
La lluvia ha parado pero la bulla de los niños y los recreadores continúa. De vez en cuando, mientras habla, saluda con un gesto a la gente que pasa. “Estoy en una entrevista”, les dice a las personas que vienen a saludarlo para pedirle favores, excusándose. La segunda planta del Centro Cultural Simón Díaz se llena de la gente del partido y la alcaldía, revisando papeles o haciendo llamadas telefónicas. “En un rato viene Ledezma a darles los juguetes a los niños”, se escucha decir a una mujer en el fondo.
Cuando habla, siempre logra introducir algún mensaje político o crítica al Gobierno, no importa del tema que se discuta, como si siempre fuera interlocutor de ABP, incluso cuando es Richard Blanco padre, quien se considera el mejor papá del mundo. Es como si la política de “P” mayúscula, una que él dice ejercer, hubiese permeado a todos los ámbitos de su vida, pues siempre mete una cifra, un dato o un número para hablar de los errores y fallas del gobierno.
Su “encarcelamiento injustificado”, además de todos los atropellos que ha tenido el gobierno para con él, así como también para con el país, han convertido al diputado en un hombre resentido. Confiesa en tono desafiante:
Yo guardo varios resentimientos con varias personas. Por ejemplo, con Hugo Chávez porque él se murió y no tuvo la oportunidad de ver lo que está pasando y también porque después de esto, haremos verdadera democracia y él no podrá ver lo que es ser un buen funcionario público. Y guardo un resentimiento con esta revolución que dice que ser rico es malo y ser pobre es bueno.
Para Blanco, es esta premisa de “ser rico es malo y ser pobre es bueno” lo que verdaderamente ha dividido al país y ha creado tanto resentimiento entre los venezolanos, ya sean opositores u oficialistas. “Los complejos llevan a que nosotros nos dividamos. Antes no éramos así, antes éramos un Caracas y Magallanes o un Acción Democrática y COPEI, no esto”, explica.
A pesar de todo lo malo y de todo el resentimiento que pueda existir, para Blanco todavía existe una salida, una salida que lo ha alejado muchas veces de renunciar y de darse por vencido. En más de una ocasión le han dado ganas de llorar y de irse corriendo del país por las amenazas, por las injusticias y los amedrentamientos que ha recibido. No obstante, cuando está a medio camino de rendirse, regresa y trata de seguir trabajando y luchando, dice que sería muy estúpido no hacerlo, especialmente cuando, según él, ya estamos tan cerca de poder formar un país verdaderamente democrático. Dice:
¿Para qué devolverme después de haber hecho tanto trabajo? Sería una pendejada echarme pa´trás.
¿Pero cómo lograr ese país del que Richard Blanco habla y el que predica como presidente de ABP y como diputado de la Asamblea Nacional, al igual que cualquier otro líder de oposición?
Lo que hay que hacer es trabajar, trabajar y, si queda un poquito de tiempo, trabajar. La opción es no hablar paja y trabajar. Este país está destruido y lo que hace falta es trabajar para sacarlo adelante.
Baja a la planta de la antigua casa de Pérez Jiménez, se vuelve a perder en una multitud de favores y niños deseosos de los regalos de Reyes Magos, corriendo por los pasillos y gritando para hacer aún más bulla. Llega Ledezma a entregar los regalos de Día de Reyes y, al igual que con cualquier otro político, la oleada de requerimientos, cuentos de problemas y decenas de niños se dirige a él ahora.
Richard Blanco –según él, no tiene vicios, es un resentido, el “mejor padre del mundo” y un católico bastante devoto− afirma haber hecho todo lo que un ser humano puede haber hecho en su vida, tanto lo bueno como lo malo; Sin embargo, dice rezar todos los días. Quizá haber sido monaguillo siempre debió estar a la par de haber sido militar o político, pues parece ser que una fe salvadora fue lo ayudó a sobrevivir Yare y todas las amenazas, a no renunciar y a creer que un nuevo gobierno está más cerca de comenzar que nunca antes. Lo peleón lo tiene en su deseo de ser militar y lo propagandístico en su faceta de político. Por lo demás, ahora espera lanzar su primer libro, Richard: Blanco perfecto, de su época como prefecto de Caracas, y ser reelegido como diputado.
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