Este jueves 5 de marzo se bautiza en la librería El Buscón (centro cultural Trasnocho) el precioso libro de María Elena Ramos sobre el Ávila como objeto de enamoramiento visual. Una historia que recoge las diferentes miradas y también apunta hacia las carencias del ser venezolano
Sebastián de la Nuez
Lo primero que María Elena Ramos hace es agradecer a quienes la han acompañada con sus propias reflexiones a completar este libro visual, textual, bellísimo, editado por Playco en tiempos realmente hostiles para tarea tan delicada. Pero se ha hecho realidad: El Ávila en la mirada de todos ya está a la venta. Las personas que le acompañan y que este jueves 5 estarán presentes en El Buscón: el escritor José Balza, el geógrafo Pedro Cunill Grau, el urbanista Marco Negrón más el periodista y excursionista Ricardo Gondelles.
DESDE 2007
María Elena conoce todas las miradas posadas sobre el cerro Ávila; de los artistas sobre todo, pero también de aquellos que no lo son y simplemente miran. Se ha dedicado a estudiar, pues es su vocación y su pasión, naturaleza y arte. En la estela del tiempo, ella se detiene, mira lo mirado por el otro; se asombra, se entusiasma. Registra, reflexiona.
Está en esto, específicamente, desde 2007. Es el tiempo que ha tardado en cristalizar El Ávila en la mirada de todos.
Revisa, mira, se asombra y anota lo que han hecho artistas viajeros que acompañaban a los científicos: hacían generalmente dibujos que luego convertías o no en grabados; mira y re-mira la mirada del paisajista, que prefiere situarse lejos; la de quienes merodeaban el Círculo de Bellas Artes de Caracas con su adhesión a la faz del valle antes que a la faz del mar. Hay quienes pintan enamoradamente y hay quienes trabajan desde una visión crítica del encanto, pues siempre el Ávila produce encanto. Mirada fría, a veces muy conceptualmente crítica, dice ella.
O quienes miran el cerro con actitud burlona, o juguetona. También vale, también aportan.
María Elena abre el libro y pone ejemplos, no solo de pinturas sino de fotografías. Le encanta mostrar una foto en la que uno no puede imaginarse dónde está parado el fotógrafo.
DOLOR DEL HOMBRE
Siento que el Ávila toca algo que es maravilloso y terrible al mismo tiempo: nuestros paisajes son extraordinariamente buenos y no siempre nuestras realidades constituidas, creadas, culturales, son tan buenas como esos paisajes.
Le pregunto qué choque se produce, entonces, allí. Responde:
Pues a veces estamos ahogados, miramos al Ávila y nos sentimos consolados. O creemos que disponer de una naturaleza exuberante nos exime de algunas otras cosas; y tener una naturaleza maravillosa no lo es todo, hay que trabajarla para convertirla en otra cosa, incluso para cuidarla. Algo tan elemental como eso. Cuidarla.
Porque aun cuando es un bien renovable, entre comillas, todos sabemos que esos bienes renovables, si se maltratan, se agotan. Expresa María Elena preocupación por la Gran Sabana. Esos árboles milenarios, una vez que se secan ya no vuelven a tener el mismo crecimiento. No siempre se puede resembrar.
Esa bendición que tiene el venezolano también puede ser algo peligroso. Por eso mi texto [taller de la Fundación Cisneros] se llama Venezuela: un país más geográfico que histórico, porque a veces la Historia no es lo más estimulante. La Historia es una zona que aporta situaciones muy dolorosas, muchas veces. Observa la naturaleza, ella está allí; es certera. La ves, hay una montaña delante de ti que cambia de colores según las horas del día… Eso es hermoso, y al mismo tiempo te hace pensar. Ya el Ávila no es solo naturaleza frente a cultura sino que se convirtió en parte de la cultura visual.
Y ello conlleva una consecuencia: se relaciona más con la manera en que se comporta el hombre, el ser humano. Ahí sale perdiendo el hombre frente a la naturaleza.
LAS HORAS
Ella sabe hasta las horas preferidas por los diferentes pintores. Rafael Monasterios prefería, por ejemplo, las tardes, y sus obras son muy luminosas sobre todo en comparación con otros artistas que también pintaban la montaña. Le contaba a María Elena la hija de Monasterios que el artista lamentaba que, debido a sus clases, solo le quedaba tiempo para dedicarse a retratar el cerro por las tardes, pero María Elena ve este hecho como una especie de bendición pues de esa forma el artista desarrolló un Ávila muy personal.
Ese es otro de los elementos del libro: hay veces en que el Ávila vuela sobre las nubes, hay veces en que está completamente oculto por la niebla (desvanecido), y hay otros momentos en que el cerro es “absolutamente rotundo”.
Deja una respuesta